“Beraka”, el coro que ganó una batalla

“Beraka”, el coro que ganó una batalla

POR CLAUDIA HERNÁNDEZ DE ALBA
Uno no oye a menudo hablar de un ejercito que es guiado a la batalla por un coro, pero eso es lo que ocurrió cuando “Beraka”, era rey de judá. Un día  un mensajero llegó a Jerusalén con las nuevas de que los moabitas y los amonitas estaban en camino con miles de soldados para atacar la ciudad.

Conociendo la debilidad de sus propias fuerzas, Josafat se volvió a Dios por ayuda. También envió la noticia a todas las ciudades de Judá urgiendo al pueblo a venir al templo para orar. Pronto padres y madres, muchachos y niñas, comenzaron a llegar a la ciudad de todas las direcciones, llenando el patio de la casa del Señor. Debe haber sido una escena maravillosa, porque había allí tantas personas que parecía como si “todo Judᔠse presentaba humildemente delante del Señor con “sus pequeñuelos, sus mujeres y sus hijos”.

¡Pronto el rey Josafat comenzó a orar Y que oración hermosa fue aquella!

“!Jehova, Dios de nuestros padres!—exclamó—, ¡Tu eres Dios en el cielo, y dominas en todos los reinos de las gentes, y en tu mano están la fuerza y el poderóo, y no hay quien pueda resistirte! ¿No eres Tu, ¡Oh Dios nuestro!, el que desplazaste a los moradores de esta tierra delante de tu pueblo Israel y los diste a las descendencia de Abrahan, tu amigo, para siempre?” Continúo recordándole a Dios la oración de Salomón con motivo de la dedicación del templo: “Si nos sobreviniese desgracia, espada vengadora, peste, hambre, nos presentaremos ante esta casa y ante ti y clamaremos a ti en nuestra angustia y escucharás y salvarás”  Mira que se han levantado contra nosotros de los hijos de Moab y de Amon y con ellos otros de los Amonitas y exclamó diciendo “!Oh, Dios nuestro! ¿No harás justicia en ellos? Pues nosotros carecemos de fuerza frente a esa gran multitud que se nos viene encima, y no sabemos qué hacer, más en ti tenemos puesto nuestros ojos”.

Apenas había terminado el rey su oración cuando se oyó otra voz.

Todos los ojos se volvieron para ver quién hablaba. Era el joven Jahaziel, un levita, y era claro que Dios le había dado un mensaje para alegrar al pueblo en esa hora oscura. “Así os dice Jehová —–clamó en voz alta, de manera que toda la congregación pudiera escucharlo—- No temáis, ni tengáis pánico ante esa gran muchedumbre, pues no es el combate vuestro, sino de Dios”.

¡Que suspiro de alivio hubo entonces! ¡Dios estaba para ayudarlos! Él se había hecho cargo del problema y estaba por resolverlo a su propio modo!

“En este caso no tenéis que combatir—continúo el joven levita—sitúaos allí, estaos firmes, y contemplareis la salvación que Jehová realiza con vosotros no temáis ni tengáis pavor; mañana salid contra ellos, pues Jehová estará con vosotros”.

Cuando Jahaziel terminó de hablar, el rey y el pueblo se inclinaron humildemente delante de Dios, agradeciendole por su bondadosa promesa de liberación.

Nadie dudó de que Dios haría lo que su profeta había dicho. Valientemente Josafat declaró_ ¡Creed en Jehová, vuestro Dios, y permaneceréis firmes; Creed en sus profetas y tendréis éxito!”

Claudiahdez_07@hotmail.com

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