Nadie puede perderse la extraordinaria exposición de grabados de Picasso en el MAM. Felizmente, su apertura coincidió con la Feria del Libro, lo que le aseguró la visita de millares de jóvenes, en particular
POR MARIANNE DE TOLENTINO
El Museo de Arte Moderno atraviesa un período de particular brillantez en sus exposiciones, que se suceden, provocando un real asombro por su calidad, por su carácter excepcional como parte del mejor y más buscado arte moderno. Si Andy Warhol y Equipo Crónica habían deslumbrado a los más exigentes, ahora la fruición continúa en el arte nacional con la cuasi retrospectiva de Yoryi Morel y las caricaturas de Mercader, en el arte internacional con 45 grabados de Pablo Picasso.
La calidad de esos eventos, difíciles de conseguir -y de la mayoría de los anteriores- es un reconocimiento al trabajo tesonero de María Elena Ditrén, a la huella que ha dejado en Valencia como estudiante y joven profesional, a la reputación del Museo de Arte Moderno. Nos alegramos no solamente por el nivel y el interés de las obras presentadas, sino porque sitúa la primera institución dominicana para las artes visuales, en el sitial que merece, considerándose como un privilegio el hecho de exponer allí.
La «Caja de Remordimientos»
Por segunda vez, sentimos la dicha de recibir una maravillosa muestra de la obra gráfica de Pablo Picasso, la primera fue hace quince años con la famosa «Suite Vollard»-de la cual hay no más que tres conjuntos completos-, prestada por la Fundación Joan Miró de Palma de Mallorca, y hoy nos toca gracias a la institución financiera valenciana Bancaja, una colección que podemos considerar como única.
Su historia insólita explica que no exista otra igual y que Bancaja la atesore orgullosamente.
La muestra gráfica tiene como contrapunto una secuencia de fotos familiares, también expuestas en el MAM: a Picasso, que era un buen fotógrafo, le encantaba accionar la cámara y que lo fotografíen, sólo o junto a familia y amigos.
Muy pocas veces, con excepción de las escasas e inaccesibles retrospectivas de Picasso, resulta factible obtener un conjunto de obras originales que reflejen, en la unidad de un proceso de ejecución, diferentes épocas esenciales de la vida del genio, sus distintas compañeras, sus temas predilectos, sus maneras de abordar los estilos, durante un extenso período de 35 años, que correspondió a la mayoría de sus obras maestras.
Luego, la misma historia del traslado de las planchas de una mansión a otra, después el abandono de las pruebas en un rincón del taller, finalmente su descubrimiento a la muerte del artista- que había estimado una pérdida de tiempo firmarlas todas- enseña una manera de vivir y, dentro de una hiperactividad compulsiva, de postergar lo que había dejado de interesarle primordialmente. ¡Firmar estampas tantos años después no interesaba a Picasso, pero él quería retenerlas!
Notamos que el nombre de «Caja de Remordimientos» -Picasso no sabía de eso, estamos de acuerdo con Andrés Trapiello- fue puesto por otros, según había sucedido con el cuadro de «Las Señoritas de Aviñón». Sin embargo, ya Picasso no estaba y no podía decir como lo hizo para la pintura: «Cuánto ese nombre puede molestarme.
Ahora bien, a pesar de las explicaciones poco convincentes que motivan el título, ese impacta y sorprende, lo que valida su permanencia
Centenario de las «Señoritas de Aviñon
Al mismo tiempo que el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo presenta la «Caja de Remordimientos, el Museo de Arte Moderno de Nueva York o MoMA celebra el centésimo aniversario del famosísimo cuadro de Picasso, Les Demoiselles d’Avignon», título original en francés de «las Señoritas de Aviñón». Además de la pintura, un verdadeo tesoro, presenta nueve estudios preparatorios, y un estudio documental que narra el siglo de historia de la obra.
«Las Señoritas de Aviñon» tiene un historial pintoresco y anecdótico, que parte del propio Pablo Picasso, de sus amigos y del crítico que le puso el nombre cuando originalmente se iba a llamar «El Burdel de Aviñón», para exponerlo por primera vez públicamente en 1916. La obra marca el inicio real del Cubismo, y el rompimiento con la composición y la forma tradicionales. Inspirado en el Baño Turco de Ingres y la estatuaria ibérica -se discute una fuente africana que muy pronto marcará la creación de Picasso-, representa mujeres conocidas , atrevidamente colocadas en el marco de un lupanar. ¡Picasso se lo permitía todo! El cuadro – que atravesó modificaciones- «instituye’ las deformaciones y las desproporciones, iniciando una nueva era estética. Hoy, admirado e invaluable, tardó, sin embargo, en llamar la atención y sobre todo seducir. La exposición del MoMA es magistral, según la tradición del museo newyorkino.
Expresión de un momento en la vida de Picasso
Hasta el 27 de mayo, se tendrá la oportunidad de ir a verla o de volver: es un conjunto deleitable, que llega cuando se celebra el centenario del famoso cuadro «Las Señoritas de Aviñón.
Los grabados de la «Caja de Remordimientos» -título originalmente en francés la «Caisse à Remords»- están expuestos en la sala cerrada del primer piso, perfecta para obras de pequeño formato, que ofrece la máxima seguridad y permite el control de humedad y temperatura.
Allí se había colocado la muestra de Théodore Chassériau en el 2004. Son todos grabados en metal -cobre o zinc- que alternan el agua fuerte, la puntaseca, el aguatinta, el barniz blando. Nadie, en la historia del arte y de la gráfica ha sino igualado, superado a Pablo Picasso en su trabajo de la plancha que él gozaba físicamente. Desplegaba la maravillosa virtuosidad de la línea, con un trazo de una fluidez, una fineza, una sensibilidad, que son el sueño de todo dibujante.
Disfrutamos aquí el caudal de una escritura sin par, cuya filigrana brotaba con la mayor naturalidad, y la facultad insólita de volver monumentales las dimensiones más reducidas.
Las estampas siguen un orden cronológico, del 1919 hasta el 1955, y la magia opera desde las primeras obras presentadas, donde abundan los retratos, un tema favorito de Picasso, trátese de sus compañeras y amores, o de relaciones y amistades, captando increíblemente fisionomía exterior e interior del modelo, cuales sean el estilo y las deformaciones. Pensamos especialmente en los rostros de Marie-Thérèse Walter, cuya dulzura y belleza siempre se destaca, de una interpretación cuasi académica a una versión monstruosa -aunque el artista ha sublimizado el concepto de monstruosidad y lo ha convertido en otra perfección estética. ¡Cuánto difiere de la exaltación de Dora Maar -en la época de Guernica- y un dramatismo, consonante con la personalidad de la fotógrafa!
Mirar luego las escenas cotidianas de la vida familiar, las transfiguraciones mitológicas y eróticas, la infinitud de la inspiración incluyendo obras maestras ajenas, invita a recordar las palabras de Maurice Jardot, «guardián» de la caja en la Galería Leiris, y especialista del dibujo de Picasso:
«No hay ningún arte tan desprovisto de certidumbres, pero tampoco ninguno que posea esa autoridad y esa credibilidad. En él cada obra es un producto, exactamente situada; es, como ya se sabe, la expresión de un momento de la vida del pintor.»(1). Y él cita el Minotauro y las mujeres, los centauros, sátiros y náyades, las escenas báquicas.
La «Caja de remordimientos» es pues una oportunidad única de admirar aquella simbiosis de realidad y de ficción, aquel encuentro entre el hombre, la mujer y los dioses, que pueblan el mundo inagotable de Picasso.
En Santo Domingo, nos sentimos felices de disfrutar gracias a Bancaja y al Museo de Arte Moderno los grabados de la «Caja de Remordimientos que no nos arrepentiremos de ver una y otra vez.