RÍO DE JANEIRO.  AFP.   Más allá de la exuberancia, las bellas “mulatas” y los ritmos frenéticos, el Carnaval de Río de Janeiro -el mayor del mundo- es una industria floreciente que tiene su corazón en la “Ciudad del Samba”, donde centenares de artesanos preparan los desfiles.

Inaugurada en 2006 en la zona portuaria de Río, la “Ciudad del Samba” acoge los talleres donde las doce grandes escuelas de samba producen las delicadísimas fantasías que vestirán a decenas de miles de desfilantes y las faraónicas decoraciones de los vehículos alegóricos.

“Somos una fábrica de carnaval”, explica Alexandre Louzada, director artístico del desfile de la escuela Beija-Flor, a la AFP.

Mientras habla, supervisa a una decena de artesanos que pegan pequeños cristales en buena parte de las 140,000 piezas octogonales que cubrirán uno de los ocho vehículos de esta escuela que cerrará los desfiles el domingo en el Sambódromo (la gran avenida del carnaval).

“Todo funciona como una cadena de montaje, cada uno con su rol”, explica Louzada.