Por momentos no sabemos donde termina el proscenio e inicia la platea, así de intensa es la interacción con el público en la pequeña acogedora e íntima Sala Las Máscaras, donde nos enteramos de Las ¡cosas de papi y mami. Concebido como un espacio teatral para hacer pasar un buen rato nada más apropiado que presentar una comedia basada en la obra Las cosas de Mamá y Papá, de Alfonso Paso. El teatro de ese prolífico autor español, el más representativo de la burguesía de la década de los 60, es un teatro simple, en el que pinta magistralmente sus personajes citadinos, creando situaciones propias de esa nueva clase que busca en el teatro solo un momento de evasión. El humor verbal, el talento para enlazar la trama y el manejo virtuoso del diálogo, son las características más relevantes de la escena realista de Paso, lo que da como resultante una obra bien hecha, propia de la comedia burguesa de evasión.
Cincuenta años después vemos como el público sigue privilegiando las comedias, ir al teatro para reírse -ayer y hoy- parecería ser la consigna, por lo que las comedias de Alfonso Paso siguen teniendo vigencia. Germana Quintana hace una recreación criolla de Las Cosas de Papá y Mamá con verdadero acierto; sin embargo, ninguna comedia tendría éxito si los actores no tuvieran dotados de talento y gracia para la comicidad. Lydia Ariza y Jorge Santiago, los protagonistas, dan rienda suelta a su potencial histriónico logrando además una empatía estupenda. Convertidos en Elena y Leandro-, un hombre y una mujer entrados en años y ostensiblemente hipocondríacos, tienen un encuentro en el consultorio de la doctora Bolt, del cual surge el amor, la ilusión de vivir, pero los hijos en un principio no aceptan esta posibilidad, luego acceden dándole como en toda comedia, un final feliz. La trama da lugar a verdaderos espacios de hilaridad, el humor ingenioso de Paso resiste la criollización, y sin necesidad de recurrir a la vulgaridad provoca la risa contagiosa. La doctora Bolt, personaje conciliador, tiene en Pamela León una excelente intérprete, muy ajustada a su papel; de igual manera los hijos,- Luisa y Julio- encarnados por dos jóvenes talentos, Kirsys Nuñez y Bryan Payano se apropian de sus personajes, confiriéndoles más carácter, menos liviandad. La comedia en su simplismo, permite un resquicio a la reflexión: la posibilidad de ilusionarse, de amar a cualquier edad.