“Destellos de un largo viaje” O las memorias de Santos Taveras

“Destellos de un largo viaje” O las memorias de Santos Taveras<BR>

  “…Me dijo que fuera muy cuidadoso pues entre los miembros del Consejo se encontraba un polémico director de un reconocido periódico. También me recordó la existencia de los dos hermanos empresarios vinculados por muchos años al Banco, con influencias en las esferas gubernamentales y en el sector patronal”.

  Es parte de la narración que hace José Santos Taveras de las advertencias que le hicieron previo a una reunión con el presidente Antonio Guzmán en la que denunciaría que a algunos integrantes del Directorio del Banco de Reservas, donde ocupaba elevadas funciones, se les trataba con privilegios y la mayoría “hacía lo que le daba la gana”. Le llevó expedientes que avalaban su informe y el mandatario reaccionó: “Es una barbaridad, es un robo público lo que han hecho, los voy a cancelar a todos” pero lo que hizo  fue  trasladar al funcionario, a quien  rechazaban y  vigilaban por su interés en mejorar las condiciones del organismo.

            Lo mandó a la Dirección de Planificación, en  Plaza Naco, “considerada una especie de exilio por estar lejos del centro del poder” y cuando días después Fernando Periche se lo recomendó para una posición en Obras Públicas, don Antonio se negó. “Búscate cualquier otro hombre del país, menos ese”, le dijo. “Me hubiera gustado conocer las razones que indujeron al presidente Guzmán –reconocido como un hombre serio- a actuar de esa forma…”, comenta.

            Santos Taveras publica el relato en “Destellos de un largo viaje”, una mina de revelaciones impresionantes de interioridades sobre su paso por la gobernación del Banco Central, la Superintendencia de Bancos,  Finanzas, Cedopex, Junta Monetaria, el Banco de Reservas y otras dependencias  en las que prestó servicios durante 30 años.

            Estando al frente de las finanzas públicas, despachó personalmente, además, con Salvador Jorge Blanco y Leonel Fernández, con quienes vivió experiencias parecidas  que lo fueron alejando de las funciones de Estado.

            Sufrió boicots a su gestión en el Banco Central, conoció la “podredumbre moral” de reconocidos banqueros, soportó intrigas políticas de cercanos colaboradores de mandatarios sobre todo de uno a quien llama “fogoso joven”, “ex líder estudiantil”, “el secretario del despacho adyacente”, “secretario coordinador” y otros calificativos. “El secretario a quien me he referido varias veces, cuyo despacho estaba cercano al del Jefe del Estado, cual felino marcando su territorio, al sentirme llegar intervino en la conversación que sosteníamos el mandatario y yo, diciéndole a su superior que no escuchara ese mensaje de su oponente ya que él había hecho todos los amarres con su gente en el Congreso”, consigna el reputado economista y actual presidente de agua “Planeta Azul”.

            Alude a un mensaje que Jacobo Majluta envió a Jorge Blanco en torno a la aprobación de la construcción de la presa Madrigal.

            Las relaciones entre Jorge Blanco y Santos tampoco tuvieron un final feliz. El gobernador tenía “muchos frentes abiertos”, se habían elaborado “muchas campañas” en su contra. Allegados al Presidente “hacían travesuras en beneficio propio” en el mercado de divisas y al exponerle los casos el gobernante reaccionaba con que “a los amigos hay que ayudarlos”.

            “Me vinieron a la mente las maquinaciones que para opacar mi imagen él permitió que me hicieran los dos personajes que gratuitamente me adversaban. En un momento de soberbia, típico del ser humano, cuando ya me despedía le dije, señalándolo con el dedo: “¡A usted no le aceptaré un cargo jamás!”.  Agrega que en su ausencia del Banco Central “ocurrió un robo de una cantidad millonaria de dinero, acontecido en la misma bóveda…. Esa sucia operación formaba parte del entramado que se había armado para justificar mi remoción”, revela. Posteriormente aceptó el nombramiento de embajador alterno  ante las Naciones Unidas.

             “Los dos primeros años de gobierno de Salvador fueron limpios. ¿Los otros? Que los juzgue el país”, manifiesta.

            Como superintendente de Bancos planteó a Leonel Fernández, en su primer gobierno, la necesidad de llevar a los tribunales a banqueros que habían quebrado instituciones financieras y este “rechazó seis menciones sugeridas. Me cercenó el plan de organización para reconquistar la confianza, eso a la postre dio con la situación de Baninter porque, al no meter presa a la gente que había desfalcado bancos, se convirtió en un estimulante para que los demás siguieran haciendo lo mismo”, significó.

            “El doctor Fernández Reyna, sopesando cada caso con diferentes motivaciones, fue descartando los nombres que le mencionaba”. Confiesa experiencias decepcionantes ante situaciones que le exponía. “Sorpresa”, “desolación”, “mi voz no fue escuchada”, “las presiones del secretario general del Partido aumentaban cada día”, “el reclamo de empleos para peledeístas era constante”, son expresiones que emplea en ese capítulo.

De “Villa Moscú” hacia el mundo. Santos fue simpatizante del PCD en sus años estudiantiles y en su libro se repiten los nombres de Narciso Isa, Carlos Dore, José Cuello, Diómedes Mercedes, Porfirio García, Rubén Corona, pero por la inclinación de su esposa mantuvo lazos casi familiares con Juan Bosch. Cuenta que en las elecciones de 1990 el profesor le confió visitar a Peña Gómez “recabando de él y su partido el apoyo necesario para que no le escamotearan la victoria del partido morado”. Peña respondió que prefería esperar los resultados de la Junta y cuando Santos transmitió el mensaje al ex presidente este le dijo: “Hijo, nos han robado las elecciones y ya ves que el PRD no va a hacer nada a nuestro favor. Debemos lanzarnos a las calles…”.

            Santos Taveras rinde con este ejemplar perfectamente escrito, ameno, históricamente valioso, un tributo a Villa González donde nació el 26 de julio de 1946, hijo de Gerardo Santos, el chofer del pueblo, conocido y apreciado, y Dolores Taveras, padres de “una docena de descendientes”. Pero como el humilde limpiabotas, camarero del “Bar Nacional”, ayudante en la bodega de su tío en el batey Guanuma, maestro de albañilería, cobrador del acueducto, fiscalizador, se superó y expandió hacia la capital y luego a diferentes países en viajes de estudios, misiones, trabajo, los nombres y lugares que cita abarcan todos los ámbitos. Desvela secretos de Estado.

            Las fechas están precisas, como las pensiones donde vivió en Santo Domingo. De “Villa Moscú”, como llamaban a su natal por ser “un foco de agitación permanente”, es probable que no quedara el nombre de un solo poblador, recordado hasta por apodos y oficios. Y de los diferentes momentos de su productiva vida en el Distrito, abundan situaciones relacionadas con figuras influyentes del empresariado, la economía, la política.

            Santos está casado con Argentina Berroa a quien demuestra excepcional amor en cada una de las 383 páginas del libro. Es la madre de sus hijos Susan Anahí, Wendy y José Enrique.

            Pese a haber sido quien hacía los pesos, al decir de su pequeño, afirma ser el único gobernador que pasó a ser bombero y no banquero. “Reto al que me saque alguna acción indecorosa en algunos de los cargos en que estuve”, exclamó.

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