“Duarte revisitado”

“Duarte revisitado”

No se trata de un comentario sobre el magnífico libro recientemente publicado por el Banco Central de la República, mediante su excelente Departamento Cultural, redactado por cinco notables historiadores: Balcácer, Chez Checo, Tena Reyes, Inoa y Soto Jiménez.

Se trata de expresar lo que, para mí, es un sentimiento doloroso al observar la generalizada indiferencia pública ante el patriotismo y los enormes sacrificios de quienes, como Duarte y sus iniciales compañeros, creyeron en una República Dominicana libre y superviviente.

Y me pregunto ¿aún dudamos de tal posibilidad? Duarte sobradamente merece ser venerado, pero estimo que el impulso de glorificación –casi santificación- que se ha ido tejiendo en torno a su figura, viene a ser un manto espeso que impide ver al hombre, al dominicano excepcional de carne y hueso, que lejos de ser un soñador perdido en la “luna de Valencia” o, más bien de Cataluña, -donde vivió por más de dos años- por el impacto que en él causaron los fueros y libertades locales que allí conoció- sobre todo fue Duarte un patriota con los pies en la tierra. Un protodominicano.

En ánimo de engrandecerlo dentro del absurdo criterio de que hay razas superiores, a Duarte nos lo quieren presentar rubio, nórdico, y de ojos azules. Nos lo alejan del dominicano que es resultado de mezclas raciales –como él lo fue, ya que hijo del comerciante gaditano Juan José Duarte Rodríguez, su madre fue la seibana Manuela Díez Jiménez. Una criolla-. Nos lo ofrecen como un soñador incapacitado para hacer el vigoroso uso de la fuerza y lograr la separación “pura y simple” de Haití, como si fuésemos incapaces de lograr una independencia nacional y mantenerla. Nada más lejos de la verdad histórica. Los sacrificios realizados por él fueron enormes y su valor personal y entereza han quedado demostradas en sus actuaciones. Nunca rehuyó el enfrentamiento armado.

Duarte era un revolucionario en su más noble gradación y un invariable defensor de la libertad y los altos valores morales. No obstante, si se pretende presentarlo como un santo, por encima de la naturaleza humana, viene a convertirse en algo imposible de servir de inspiración patriótica como hubiera sido su deseo, sin ninguna duda.

Por mi continuo contacto con los viejos amigos de mi padre, puedo dar fe del menosprecio con que se referían ellos a Duarte y los Padres de la Patria. Era corriente escuchar que cuando el Presidente Heureaux (Lilís) le pidió al más alto prelado católico, monseñor Meriño, que pronunciara el panegírico para sepultar los restos del Padre de la Patria, traídos desde Venezuela, Meriño dijo: ¿Y qué voy yo a decir de este pobre hombre?

Así andaban las cosas. Sánchez era “un negrito que se creía gente”, Mella, “un colorao tomador de tragos que se le salió un tiro del trabuco”. Tuvo que llegar un dictador terrible y temible, Trujillo, que consideraba suyo el país y tomaba como irrespeto a su persona cualquier ofensa a los símbolos nacionales, para reprimir tales actitudes. Es que él quería ser “Padre de la Patria Nueva”.

Me regocijo de esta nueva publicación del Banco Central, con cinco visiones iluminadoras de notables historiadores con la esperanza de que, conociendo mejor al Padre de la Patria, seamos mejores. Mejores dominicanos.

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