“El Grito” de Edvard Munch

“El Grito” de Edvard Munch

El Grito” (Skrik), es el título de cuatro obras pictóricas ejecutadas entre 1893 y 1895 por el artista noruego Edvard Munch (1863-1944), una de cuyas versiones fue rematada la noche del miércoles 2 de mayo del 2012 en 119,9 millones de dólares por la prestigiosa casa Sotheby’s de Nueva York, estableciendo un nuevo récord como la  obra  de arte más cara jamás vendida en una subasta.

La versión más conocida de “El Grito” forma parte de la colección de la Galería Nacional de  Noruega y a través de los últimos cien años no sólo ha devenido en símbolo terriblemente profético de la angustia existencial que marca a una parte considerable de la humanidad contemporánea, sino que también resulta una de las obras más trascendentales e instantáneamente reconocibles en la historia del arte y de la cultura visual popular.

En efecto, desde finales de la primera mitad del siglo XX, “El Grito” adquiere  estatus de verdadero icono cultural universal. En 1961, la revista “Time” reproduce el cuadro en la portada de su edición dedicada a los complejos de culpa y a la ansiedad. Entre 1983 y 1984, Andy Warhol, máximo exponente del Pop Art en los Estados Unidos, se reapropia la imagen y realiza una serie de impresiones sobre seda con las que pretendía la desacralización de la pintura, convirtiéndola en un objeto de reproducción masiva. Asimismo en las últimas cinco décadas, la obra cumbre de Munch ha sido reproducida en calendarios, tazas, camisetas y otros objetos de la vida cotidiana al mismo tiempo que  ha sido objeto de varias investigaciones, libros y películas en distintos países.

La reproducción de “El Grito” en numerosos productos, desde enciclopedias, revistas, calendarios, pósters y  hasta llaveros, evidencia su definitiva desacralización  como objeto único y reafirma su estatus como signo cultural totalizante. En este sentido, “El Grito” es comparable con otras obras paradigmáticas del  arte universal, proclamadas también como símbolos culturales de Occidente, tales como la “Gioconda”,  de Leonardo Da Vinci o “Las Meninas”, de Diego Velázquez. El Grito es una obra de fuerza expresiva y emocional  definitivamente estremecedora y la banalización de esta imagen, mediante el recurso de su masiva “explotación” comercial, podría interpretarse como un intento de minimizar la inefable sensación de desasosiego  que  su atenta confrontación provoca en el espectador.

En realidad, la fama de “El Grito” se dispara a lo largo de las últimas dos décadas, luego de una serie de robos espectaculares: en 1994, la versión de la Galería Nacional de Oslo  fue robada y recuperada tres meses después por la policía noruega. En agosto del 2004, otra versión fue robada en pleno día por hombres armados en el Museo Munch de Oslo, siendo recuperada en el 2006, convirtiéndose de esta manera en la obra de arte más robada de la historia.

Las cuatro versiones de “El Grito”, considerada como una de las obras más importantes de Munch y del movimiento expresionista, muestran una figura andrógina en primer plano, representando un hombre “moderno” en un espacio de angustia indecible y profunda desesperación existencial. El paisaje del fondo es la ciudad de Cristianía (actual Oslo) vista desde la colina de Ekeberg. El estado anímico del artista se refleja en un texto poético  que escribe en su diario hacia 1892: “Paseaba por un sendero con dos amigos -el sol se puso- de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio -sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad- mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza”…

Entre las fuentes que podrían haber inspirado la obra se considera la atormentada vida del artista que, siendo niño, vio morir a su madre y una hermana de tuberculosis. Sin embargo, Robert Rosenblum, reconocido especialista en la obra del pintor noruego, estima que el origen de la estilizada figura humana que gravita en la composición podría haber sido una momia peruana que Munch vio en la Exposición Universal de París en 1889.

La versión rematada por Sotheby’s había permanecido durante más de 70 años en manos de la familia del empresario Petter Olsen, cuyo padre, Thomas, había sido vecino, amigo y luego protector del artista. “He vivido con esta pintura toda mi vida, y su poder y energía simplemente han crecido con el tiempo”, sostuvo Olsen, al declarar que había decidido vender la pintura a través de Sotheby’s entendiendo que había llegado el momento de “darle al resto del mundo la oportunidad de poseer y apreciar este extraordinario trabajo”… A nivel cromático, esta versión al óleo y pastel sobre tabla es la más  rica, intensa y excitante de las cuatro obras, y la única cuyo marco fue intervenido a mano por su autor. En la misma, predominan los colores cálidos del  trasfondo, contrastando la atmósfera crítica y sombría. La figura principal de la composición está representada en un sendero con vallas que se proyecta hacia los confines de un escenario insólitamente precario y todavía más perturbador. El personaje parece gritar con expresión tormentosa, de angustia o ansiedad. El cielo  rojizo  estalla como territorio “movedizo”, mientras en la lejanía, casi al borde de la bidimensión, aparecen otras dos transfiguraciones con sombrero cuyos rasgos no pueden distinguirse con claridad.

El expresionismo fue una corriente artística que enfatizaba en la expresión de los sentimientos y las emociones, más que en la representación de la realidad objetiva. Lo esencial para los artistas de este movimiento es la forma y el sentimiento en la búsqueda de un impacto fundamentalmente emotivo ante sus obras, mediante la utilización de colores fuertes y puros. Los cuadros expresionistas se caracterizan por su expresividad y gran fuerza psicológica a través de composiciones agresivas en las que destacan la distorsión  rítmica  del dibujo y el retorcimiento de las formas. Sir. E. H. Gombrich sostiene que los expresionistas sintieron intensamente la pobreza, la violencia y la pasión; abordaron las injusticias sociales y el sufrimiento humano como una cuestión de honor. “El Grito” y la obra global de Edvard Munch impactaron especialmente a los expresionistas alemanes, nucleados  en el grupo “El Puente”, integrado inicialmente por Fritz Bleyl, Ernst Ludwig Kirchner, Erich Heckel, y más adelante por Karl Schmitdt-Rottluff Emil Nolde, Otto Mueller y Max Pechstein, entre otros.

Originalmente, se estimaba que “El Grito” alcanzaría los 80 millones de euros, pero la exaltación de los “escualos financieros”, coleccionistas habituales y poderosos cazadores  de trofeos artísticos, desbordaron las apuestas. El precio de salida fue de 50 millones de dólares. Subiendo de millón a millón, a los 99 millones,  Tobías Meyer, el subastador,  tuvo que respirar profundo y admitir con fina ironía: “Tenemos todo el tiempo del mundo”. A los 100 millones, el público presente en la sede newyorkina  de Sotheby’s, irrumpió en aplausos. La batalla se había reducido a dos compradores por teléfono cuando, a los 12 minutos, fue sellado el histórico remate. El precio total: 119.922.500 millones de dólares, incluyó la comisión que la casa cobró al desconocido comprador.

En los últimos años, un total de ocho obras se han vendido por 80 millones o más en una subasta. Sólo dos obras más, además de “Desnudo, hojas verdes y busto”, de Picasso, han sido rematadas por más de 100 millones, incluyendo “Muchacho con pipa”, del mismo Picasso, vendido en 104,1 millones en el 2004, así como “L’Homme qui marche I”, de Alberto Giacometti que se vendió por 104,3 millones en el 2010. En el 2011, Sotheby’s y Christie’s multiplicaron sus ganancias, creciendo un 14% con respecto al 2010.

Mientras las grandes economías siguen estremecidas, las casas de subastas y el mercado de las obras maestras del arte moderno y contemporáneo persisten  enajenados en medio de una burbuja de perpetua felicidad que ni siquiera se ha desinflado  cuando en el 2008  estallaba “oficialmente” la crisis financiera internacional. Así que, ante el colapso inminente de bancos, corporaciones y países, y ante los incesantes sobresaltos de las grandes bolsas financieras, el arte sigue reafirmándose como valor-refugio de los grandes capitales a nivel global.

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