“El hambre no espera”

“El hambre no espera”

Esta frase, repetida antier por Pável Isa Contreras, representante del Programa Mundial de Alimentos, en el Encuentro del Grupo de Comunicaciones Corripio, debería retumbar por valles y montañas de la República Dominicana.

Se acabó el tiempo de hablar con amargura y frustración, como si no hubiera soluciones a las manos, para el   “hambre que no espera”.

Está medido  el efecto económico de la desnutrición, la cual reduce severamente el desarrollo físico y mental de los seres humanos y  determina que sean menos productivos, diligentes y hasta  menos racionales.

En el caso de este país el costo de la desnutrición infantil representa el 3.6% del Producto Interno Bruto.

Los individuos sanos por estar   bien alimentados, logran para la nación  que se genere mayor riqueza, que  se gaste menos en servicios de salud  y que las inversiones en Educación den paso a  un mayor  desarrollo humano.

Detrás del hambre y la desnutrición hay muchos factores económicos y culturales, además de la desigualdad social. Los  malos hábitos alimentarios  producen mal nutrición aunque los  ingresos sean aceptables.

Numerosas muertes prematuras de dominicanos nacidos entre 1940 y 1989 (en total 265,680) fueron  atribuidas al hambre, y el país perdió por decesos  637 millones de horas-hombre, equivalentes al 7% del PEA (Población Económicamente Activa).

En un círculo vicioso, la pobreza alimentaria de hoy prohija la pobreza de  mañana.

II

Es por eso que “el hambre no espera” y   por ello es apropiado  desarrollar  programas como “Comer es primero” que focalizan la asistencia del Estado en las familias más necesitadas. No pura dádiva sino auxilios para motivar a los jefes de familias a buscar con  su esfuerzo  soluciones definitivas a la desnutrición a través de la orientación  médica y creándoles la obligación de enviar los hijos a la escuela. Pero la asistencia social nunca sería suficiente.

Se requiere  que el Estado sea un verdadero promotor del desarrollo; más eficiente al cobrar impuestos, superando la inequidad que permite a una minoría escapar a la acción recaudadora; y más eficiente al gastar, pues el Estado acentúa la desigualdad  si permanece como una entidad con excesos de gastos  improductivos  y orientando mal las inversiones.

(Cuentan que Inespre tiene una nómina de dos mil personas que solo van un día al mes a sus oficinas y es para cobrar).

Un reciente estudio del sector público agropecuario puso en evidencia una costosa  duplicidad de funciones con la existencia de  departamentos que  ya no tienen razón de ser.

Se percibe dispersión y la existencia de organismos paralelos que recargan el presupuesto en las áreas de  Salud, Obras Públicas y programas asistenciales, sin que  haya mejores servicios, pues en el país brotan muchas protestas y reclamos.

Otro estudio reveló un descontrol de  gestión en áreas del Estado, con la fijación desigual de sueldos, muchos de ellos exageradamente altos.

Un Estado así no marcharía eficazmente hacia la erradicación de la pobreza y la injusticia.

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