“El muro gris” versus 
esa maldita pared

“El muro gris” versus  <BR>esa maldita pared

A raíz de un artículo del licenciado Bernardo Vega, en el que trata un tema relacionado con el gigantesco muro de concreto que bordea el lindero oriental del acantilado de Santo Domingo donde se encuentra el primer recinto defensivo europeo erigido en el Nuevo Mundo (1502-1507), obra del primer gobernador de Indias, Frey Nicolás de Ovando, que fuera publicado en el suplemento Areíto del periódico Hoy, se ha suscitado toda una polémica.

A pesar de mi determinación de mantenerme alejado de lo que llegó a constituirse en el tema al que dedicaría casi todo mi interés durante medio siglo, decidí violentarla en aras de apoyar la idea de eliminar parcialmente tan innecesaria estructura.

Hay que recordar que  este elemento se constituyó en un proyecto, de la Dirección Nacional de Patrimonio Monumental, entonces bajo mi última dirección (2005-2006) y que fue presentado a la consideración del Poder Ejecutivo.

¿Por que debe conservarse?

1.- Algunos dicen que ya se ha convertido en parte de la memoria histórica de la ciudad de Santo Domingo.

Y yo me pregunto: durante el período (1936-1961) ¿cuantas personas transitaban por  el puerto de Ciudad Trujillo, que permanecía casi siempre cerrado al público, y al que solo acudían quienes se iban a embarcar, o a desembarcar, y por supuesto los que trabajaban en él, más algunos curiosos que se atrevían a violentar la orden jerárquica? Siendo así ¿cómo es posible que se pueda convertir en memoria histórica aquello que apenas algunas personas pudieron ver? Además, solo a partir de finales de la dictadura de Trujillo (1961) fue cuando se pudo entrar, libremente, al recinto histórico, entonces parcialmente convertido en cárcel, y se logró ver el muro por dentro. Pero también sucedió a partir de la puesta en servicio de la Avenida del Puerto (1990), cuando se pudo contemplar, libremente, desde el exterior.

2.- Con 75 años de existencia es considerado un valor agregado al patrimonio edificado de la ciudad capital.

Y yo me pregunto: el anexo al ábside de la Catedral Primada, el de las iglesias de Las Mercedes, y de Santa Bárbara, el de una buena parte del recinto frontal de la Fortaleza,  al igual que de un par de casas del siglo XVI, que se encontraban al lado del hoy Panteón Nacional, así como de otras más, que habían sido construidas con anterioridad al “muro gris”, ¿no pertenecían a la memoria histórica de la Ciudad Colonial?

3.- Con el costo de su demolición se podrían hacer muchas cosas, y más prioritarias.

Y yo me pregunto: sobre aquel derroche en la “Plaza del Solazo” (agigantando la Plaza España), la demolición del edificio de correos, la pavimentación con bloques de cemento, mal llamados adoquines, la liberación del Fuerte de La Concepción, la destrucción de la glorieta del Parque Independencia, y la del área exterior (hoy estacionamiento) del Museo de las Casas Reales, y otros desaciertos más, ¿no se hubieran podido hacer muchas cosas?

4.- Evitar que se arrabalice el área, y que se convierta en un basurero, o que se pierda el bosque.

Y yo me pregunto: ¿Y es que el muro, y el matorral (bosque), son tan valiosos como para sustituir lo que ambos ocultan? En cuanto a la conversión del área en un basurero, o en nido de ratas y delincuentes, esto se evitaría mediante la implementación de un proyecto integral, bien concebido, que incluya la creación de un espacio público, similar a los existentes en otras partes de mundo.

De lo que se trata es de eliminar la grotesca mampara, conservar el paisaje utilizando parte del matorral, y añadir áreas de esparcimiento que complementen el conjunto monumental. Todo excelentemente iluminado y custodiado. Estoy convencido de que lo que se podría hacer transformaría un lúgubre lugar abandonado, en una de las atracciones más populares de la Capital.

Por qué no debe conservarse

1.- Si no era conocida por la gran mayoría de la población, ni de nuestros visitantes extranjeros, hasta 1961, yo me pregunto: ¿como se puede considerar memoria histórica algo que casi nadie recuerda, sino a partir de ese año?

2.- Según lo que han opinado algunos, la Fortaleza de Santo Domingo (1502) y el muro perimetral (1936) que la oculta están bailando “pegaos”. Es decir, que una es indivisible del otro, no obstante los 434 años que los separa. 

Y yo me pregunto: ¿no será que están actuando como nuestros vecinos de occidente, comparando lo de la indivisibilidad de la Isla con dos “íconos” totalmente opuestos e irreconciliables?

3.- Hay algunos que no entienden que la Fortaleza de Santo Domingo, y el recinto que la complementa, constituyen uno de los más valiosos conjuntos monumentales de América y, tal vez, uno de los recursos históricos más importantes del Mundo. Siendo su Torre del Homenaje la única estructura medieval, de características militar, que los colonizadores españoles erigieron en el Nuevo Mundo, y que como tal no puede haber ningún otro elemento que compita con ella, ni obstaculice su disfrute y contemplación desde cualquier punto de vista.

Por otra parte, jamás me ha pasado por la mente querer devolverle a nuestra Ciudad Colonial el aspecto que tuvo en el Siglo XVI, tal y como lo han venido repitiendo, desde hace años los que se han llegado a creer que son los verdaderos portadores de los conocimientos y de preparación académica, pero que amagan y no pegan una, no obstante los 44 años transcurridos desde que iniciamos el programa de rescate de nuestro patrimonio histórico.

Y como no lo acaban de entender, los “doctores” en conservación de monumentos que nos gastamos, la mayoría de los cuales no ha hecho absolutamente nada que se pueda ver, pero sí pontificar en coloquios improductivos.

De lo que se trata, según la visión que he venido proponiendo con obras, no con palabras (ver mi libro Mi propuesta, 1998), desde 1967 ha sido ¿de qué nos sirve tratar de rescatar y poner en valor el conjunto histórico compuesto por las primeras edificaciones que se construyeron en el Nuevo Mundo, a partir de 1502 si lo que se pretende en proponer como nuestra principal atracción turística no pasa de ser más que un conjunto de nuestras monumentales iglesias y estructuras, como la misma Fortaleza, el Alcázar de Colón, y otras más, acompañadas de una media docena de edificaciones de cierto valor arquitectónico de principios del siglo XX, así como de un conjunto de relativo valor, perteneciente al período transcurrido entre ese momento y el actual, que no representa atracción alguna para los dominicanos ni el turismo económicamente importante, porque nuestros mayores visitantes son de clase media baja, que no conocen absolutamente nada de la historia de América?

Para concluir con un tema que hubiera preferido no tratar en lo que me resta de vida, me permito decirle a todos los que han opinado sobre el asunto y, por que no, a los que no se han atrevido a hacerlo, que lo sigan dilucidando en comisiones y seminarios, o escribiendo en los medios, que el anzuelo que nos hemos propuesto entregar a los que se ocupan de pescar turistas, y traerlos a nuestras “playas” no es lo que una buena mayoría de peces buscan. O decidimos hacerlo como Dios manda o no sigamos perdiendo el tiempo ni los exiguos recursos que disponemos.

No en balde los puertorriqueños, los cubanos y los colombianos, entre otros caribeños, se han distinguido de nosotros los dominicanos en estos menesteres. Mientras ellos han hecho lo que entienden hay que hacer, sin necesidad de darle tantas vueltas al trompo, nosotros invertimos nuestro tiempo discutiendo, pontificando, y “serruchando palos” sin que hasta la fecha podamos ver resultado alguno.

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