“El prestamista”, la excelencia de un texto teatral

“El prestamista”, la excelencia de un texto teatral

POR CARMEN HEREDIA DE GUERRERO
El Teatro “Las Máscaras” está ubicado en una vieja calle de nuestra ciudad colonial. Tan sólo un paso separa la calle de la pequeñita sala que se empeña en llamarse teatro. La ausencia de  “lobby”, “foyer” o vestíbulo, anulan la  posibilidad de socializar o “figurear”, quizás por eso, lo que allí acontece tiene poca difusión y pocas veces es tomado en cuenta; definitivamente allí tan sólo se va a ver teatro.

Llegamos atraídas por la obra en cartel, “El prestamista”, de Fernando Josseau. Muchos años atrás cuando esta obra se había convertido en un acontecimiento teatral, tuvimos oportunidad de verla en el teatro de Bellas Artes, actuada por el excelente actor chileno Raúl Montenegro, quien fuera merecedor del premio “Mejor Actor del Mundo” en el Festival de Teatro de París en 1962. Reencontrarnos con esta obra, ha sido una experiencia agradable y evocadora.

“El prestamista” es una pieza teatral moderna, de situaciones, cuyo argumento está basado en las declaraciones de tres personajes acusados del mismo crimen, los cuales  son cuestionados con gran habilidad policial, por un inspector. A través de sus declaraciones conocemos estos seres, sus miserias y tragedias, su particular moral y filosofía de vida, que pudieran justificar a su entender, el crimen cometido.

El autor maneja el lenguaje teatral, ha concebido magistralmente sus personajes y sus contrastes, y el entorno social en que se desenvuelven, de ahí, la trascendencia humana que asoma en cada uno de ellos: el tiguerón de barrio, de profunda sabiduría popular; el aristócrata con título nobiliario, cínico y homosexual, y el financista empresario, astuto y despiadado.

El texto de Josseau está desprovisto de artificios, la verdad surge clara, sin evasivas. El texto atrayente, alterna el dramatismo y la crítica con toques de humor e ingenio, mantiene al espectador atento, interesado, y logra además, producir emociones. Escrito hace más de cuarenta años, sus personajes y planteamientos mantienen vigencia.

La puesta en escena minimalista, utiliza tan sólo una silla como elemento simbólico que evoca al acusado. El actor y la voz que se convierte en personaje, crean el espacio para la representación. El monólogo compartido –permítaseme el calificativo- requiere de un actor experimentado. Exmín Carvajal, joven talentoso, decide asumir el reto. El primer personaje encarnado, un ‘tíguere’ de barrio, queda expuesto, la actuación verosímil, devuelve la imagen creada por la fábula, dejando traslucir el infortunio de este ser abandonado a su suerte.

La interpretación del segundo personaje, el “marqués homosexual”, deviene en una caricatura. El estereotipo de “la loca” resta profundidad al personaje, el más trascendental de la obra. Las elucubraciones, el cinismo y el humor ingenioso con que se reviste a este personaje, se pierde, se distrae la atención por el exceso de estereotipia en una manida actuación.

Exmín Carvajal logra transformarse en el  “financiero”, siendo esta su mejor interpretación. Con una dosis de dramatismo muy bien manejado, conocemos las interioridades de este personaje astuto, avaro, sin escrúpulos, capaz de cometer un crimen en la defensa de sus intereses. El actor maneja el movimiento escénico con propiedad y asume el gesto oportuno en cada ocasión.

“La voz”, el inspector fuera de escena, se convierte en el cuarto personaje. Melvyn Martínez logra materializarse con el perfecto manejo de la voz, y la vehemencia de su discurso incriminador.

Durante la representación más de diez veces se produjeron pequeños apagones, esto significó un verdadero “tour de force” para Exmín Carvajal, que no permitió que el inconveniente lo sacara de situación, manteniendo al espectador atrapado dentro de la magia teatral.

GERMANA-TEATRO

Germana Quintana nos muestra en esta puesta en escena, su interpretación del texto, extrapolando los personajes, pero manteniendo la esencia del mismo. Saca provecho de los atributos de los actores, minimiza sus debilidades e imprime el ritmo adecuado a la representación.

Las Máscaras, creado por Germana Quintana y Lidia Ariza, es un espacio que debe ser protegido. Es un patrimonio del artista dominicano, un lugar idóneo para la realización teatral pura y simple con medios mínimos, sin ornamentos, para el disfrute de aquellos que amamos el teatro. 

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