“El vicio de servir”

“El vicio de servir”

Las 4 de la madrugada… Píndaro y Marola han oído tanto cacareo acerca de una tal “Reforma” y de los tantos abusos de “machos pendejos” con sus feminicidios, que deciden botar el golpe e ir a visitar, junto a Tomasito, el Lago Enriquillo.

En un santiamén, este encuentro mañanero se convirtió en un recordatorio del principio del “SERVICIO”.

¡Un bocinazo!… Es Tomasito que les hace saltar de la cama! …Un enjuague bucal de emergencia es aplicado y ambos agarran lo preparado la noche anterior: 12 sandwiches, 24 botellitas de agua, una funda de hielo –cada vez más chiquita y más cara-, una neverita de combate, ocho refrescos variopintos, galletas de chocolate –de dieta para no seguir metiendo libras-, y dos funditas de nueces y maní para picar en el viaje…

Bajan corriendo las escaleras y, cuando llegan al carro, encuentran la sorpresa de que previamente han abordado Pigli y Kutico, quienes se han sumado a la excursión. Tomasito ha logrado su primer éxito del día: un servicio de cómodo transporte para sus amigos de aventura.

Medio despierto, Píndaro les dice: “Vamos a ver cuántas veces en el viaje tendremos la oportunidad de disfrutar del ‘vicio de servir’ de nuestra gente…“, agregando: “No logramos asimilar lo que significa ‘servicio’ sino que aplicamos la máxima de ‘servirme’ en la mayoría de los casos”.

Han enfilado carretera. Su primer encuentro con un ser humano ‘despierto’ es ‘la operaria’ del peaje en la Autopista 6 de Noviembre… “Buenos días, joven” le dice Tomasito, mientras le pasa treinta pesos… Para sorpresa de todos, por la ventanilla sólo aparece una sonrisa… es de alguien que ha estado feliz consigo misma desde haberse levantado para ir a su trabajo. “¡Qué palo, papo!”, exclama Píndaro… “¡Primer símbolo real de lo que es un ‘servicio’!”

Todos han quedado sorprendidos… el sueño se les ha espantado… Entre cuento y cuento y algunos ronquidos, llegan al Parador Cruce de Ocoa… Kutico, exclama: “¡Parqueo perfecto para desayunar!”… Finalizada su primera ingesta del día, deciden entrar al local a desaguar en el baño… y, luego, apertrecharse de algunas galleticas adicionales para el resto del viaje… Al momento de pagar, dos jóvenes se encargan –una de cobrar y otra de poner el dinero en la caja- de hacer único ese momento: sonrisas afloran y, con mucho orgullo, les dicen a los viajeros: “El gran responsable de nuestra alegría y que se mantenga este buen servicio es ese señor sentado allá… en esa mecedora… es Don Yuyú… Tiene 52 años con el negocio de hacerlos sentir a ustedes mejores cada día… ¡Vuelvan para volver a atenderles!”.

Satisfechos y felices arrancan y ya en una hora han pasado Neyba… para, luego de un “retén de seguridad vial”,  ser recibidos en La Azufrada por dos expresivos empleados de Medio Ambiente… sonrientes… uniformados… bien informados… y rodeados de no menos de 50 iguanas que parecen sus guardianes… “Buenos días” dicen a los visitantes… “Esta es su casa y la casa de las iguanas en el maravilloso Lago Enriquillo”… De nuevo, otra señal de que todavía el principio básico del “vicio de ser” cobra vida como “Servicio”.

Luego de pasar unas horas conversando con los guías deciden regresar a la capital… pero, el hambre los vence y tienen que parar en una pizzería frente al parque de Baní… Una pizza gigante para uno… dos sandwiches y un mostacholis para el resto… pan para ‘la compaña’ de Tomasito y, a la hora de pagar… ¡Sorpresa! El administrador se acerca sonriente -junto a dos camareros- para agradecerles el haberse detenido a compartir con ellos que, como banilejos, se sienten “orgullosos de servir”…

Todavía quedaba espacio para un heladito… y, para remate, tuvieron la osadía de abrocharse ¡un helado que explota! y también disfrutar de la sonrisa de esa gente.

De una vez y por todas, cerraron el ciclo que le permitió a Píndaro comentarles -ahora a ustedes lectores-, que la esencia del “servicio” está en desarrollar un sano y reconfortante “vicio de servir”.

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