“Ello hay una parada”

“Ello hay una parada”

MARIEN ARISTY CAPITÁN
La mañana del lunes amaneció tranquila. Dos maestras, emocionadas, se dirigían en un OMSA hacia la Secretaría de Educación. Hablaban, mientras la guagua se desplazaba por la avenida Máximo Gómez, del concurso que se realizó la semana pasada para elegir a los 952 docentes que ocuparían iguales puestos de directores y subdirectores de centros educativos.

Una de las maestras en cuestión había ganado ese concurso. Lo contaba, eufórica, a su compañera de asiento, quien la felicitó con suma sinceridad. La maestra ganadora, entonces, le confió que iba para Educación. Instantes después, pensando en que debía quedarse frente a Bellas Artes, se dio cuenta de que se equivocaba pues tenía una mejor opción. Y, para demostrarlo, agregó: “pero ello hay una parada frente a la Secretaría”.

Cuando la persona que escuchaba el diálogo oyó el “ello hay” sintió pena por el destino de nuestro sistema educativo. Si así habla una maestra que ganó, ¿cómo lo harán los profesores que no pasaron el concurso?

Vale decir que sólo 321 de los 1,069 profesores que se presentaron al concurso lograron conseguir el puesto que buscaban. Eso representa el 33.05% de los aspirantes. Muchos de ellos, hay que recordarlo, ya estaban en puestos de dirección.

Lo más preocupante de todo esto es que el renglón en el que más debilidades presentaron los maestros fue en el relativo a su propio trabajo: la actualización académica y el desenvolvimiento y conocimiento de su puesto.

Reconocer este problema, sin embargo, podría ser el inicio de un proceso de mejoría de la educación. Si sabemos por dónde cojean quienes enseñan a nuestros hijos, será más fácil -o menos difícil- buscar fórmulas para llenar sus lagunas.

De ello depende que nuestro futuro deje de estar tan hipotecado como ahora. Con directores y profesores adecuados en sistema básico, tendremos mejores bachilleres y, por tanto, profesionales que cuenten con más calidad.

Pero esta revisión y estos concursos deberían ir mucho más allá del sistema educativo básico y medio: también debería valer para el sistema superior, donde hay profesores semi analfabetos que en lugar de formar desforman a los estudiantes que se sientan frente a ellos.

El tema es oportuno ahora que vemos que los profesores de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) están en huelga indefinida. Amén de que su demanda sea justa y de que el rector, Roberto Reyna, les prometió el sazonado aumento del 30%, no podemos olvidar que los docentes de la universidad estatal son los “menos mal” pagados del país.

Si comparamos lo que ganan los profesores de las universidades privadas (de $200 a RD$250 por hora, aproximadamente), veríamos que pocos profesores llegan a los RD$18 mil mensuales que ganan en promedio los catedráticos de la UASD.

Y esos catedráticos, y que me perdonen, no siempre son los mejores. En las pizarras de sus aulas he visto muchas faltas ortográficas y muchos docentes de folletos que no son capaces de ir más allá de lo que aprendieron hace bastantes años.

Pedir un aumento me parece justo. Tanto como el pedir que se revise su calidad y su forma de enseñar. Mucho se habla de la deserción y los retiros indiscriminados de los estudiantes de la UASD. Poco, sin embargo, de cómo la triste calidad de muchos docentes obliga a esos alumnos a marcharse. Pongamos la casa en orden, sí, pero a todos los niveles. De esa manera la República Dominicana tendrá excelentes profesionales que sean capaces de hacer del país lo que él realmente merece.

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