“En casa de herrero…”

“En casa de herrero…”

Si usted es de los que no cree que el país se ha descompuesto, en todos los órdenes, lea a continuación estos comentarios dominicales.

Unos añitos atrás impresionaba a cualquier mortal observar a los albañiles – plana, plomada, nivel y flota en manos – dirigirse en las madrugadas hacia sus lugares de trabajo.

No sólo era demostración de vocación, cumplimiento del deber y pasión por el oficio. Era prueba inequívoca de búsqueda del sustento familiar, produciendo con honestidad.

Trabajadores de otras ramas hacían lo propio en cada tarea a su cargo, en la romántica capital de la época pre-moderna.

Hoy, las cosas son muy diferentes.

Usted contrata un plomero para un trabajo doméstico y es suya la responsabilidad, no del contratado, proporcionarle herramientas, piezas de recambio, el PVC y hasta el teflón que habrá de utilizar.

Igual sucede con los llamados “pintores de brocha gorda”, los que nunca llevan consigo rolo, bandeja ni espátula.

Es como si usted tuviera que subvencionarle, y encima de ello también pagarle por un servicio muchas veces realizado con enorme deficiencia.

La capital ha crecido en forma vertical, el negocio inmobiliario está en permanente auge y al parecer existe sobre-demanda de mano de obra.

Los obreros no especializados se creen altamente cotizables y usted se verá en la obligación de acceder a unas tarifas ‘medalaganarias’.

Es como poner al cliente ante el dilema de “lo tomas o lo dejas”, aunque a esos improvisados técnicos les sirva como anillo al dedo aquello de “en casa de herrero… cuchillito de palo”. 

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