“Encima de una yagua vieja va… ¡¡¡La Vidaaaa!!!

“Encima de una yagua vieja va… ¡¡¡La Vidaaaa!!!<BR>

Jajajajajajaja…. ¡Cuánto he gozado con la reacción de mis lectores a través del internet… La semana pasada, ellos parecen haberse encontrado con una verdad histórica que jamás pensaron traerían al siglo XXI… Una verdad, narrada porun testigo de primera fila!” –Exclama Píndaro a Mimiro, otro amigo predilecto…

Mimiro –casi un hermano desde los años sesenta- mira a todos lados y también recuerda con alegría cuando, junto a Manuel y Pedro –que vivían en la Calle Julia Molina –hoy ‘Independencia’- se iban en horas de la tarde a hacer travesuras de las buenas.

“En la cuadra entre la Calle José Trujillo Valdez, hoy –gracias a Dios- ‘Restauración’, la Cuba, la Sabana Larga y la Julia Molina, estaba localizada la joya de la diversión sana… ¡¡¡Una bajada para lanzarse de vez en cuando y de cuando en vez en una yagua vieja!!!… Un pedazo de la parte de arriba de una mata de palma, que usaban los campesinos para tapar los cerones –o sacos tejidos-en los que empacaban las hojas de tabaco que entregaban a los almacenes, para hacer cigarros…” –narra con mucha excitación, Mimiro…

“¡¡¡Siiiii!!! –exclama Píndaro- Eso estaba en las instalaciones de la fábrica de Cigarros La Aurora, entre el edificio de los tabaqueros, en un lado de la cuadra… y las oficinas… en el otro lado… ¡No se cómo nos aguantaban! Una vez, nos mandaron a callar tan rápido el escándalo que armamos que por poco y nos ponen ‘de castigo’ y nos prohíben de nuevo la entrada…  Por uno de los hoyos de una de las viejas puertas acechamos a un tipo bonachón y barrigón… con sus lentes en la punta de la nariz y fumando un largo cigarro que parecía nunca acabarse, que con una voz profundamente hueca y poderosa daba lectura a las noticias del periódico del día…“

“¡Ay sí! –Grita Mimiro-… El tipo era chiquito… ¡pero se veía más grande que el caray!… Estaba ‘encaramado’ en una tarima ‘de todo el size’… Y, desde allí, los demás le veían de reojo mientras daban vida a una pila de cigarros que luego agrupaban y los amarraban con unos papelitos blancos para, una vez sellado con pega líquida, ponerlos un paquete encima del otro hasta que un encargado los recogiera y los llevara a otra mesa, a forrar con el papel que le permitiría llevarlo hasta poderlo vender en los colmados de la calle…”

“Ahhhh…. ¡Qué tiempos esos! –exclama Píndaro-…¿Te acuerdas que siempre nos decían: ‘¡Cuidado… que todavía la Tía duerme y ustedes son muy bullosos con la yagua esa!’… Muchachos al fin, sin un nintendo y celular ni en sueños para la época, nos conformábamos con simplemente subir al punto más alto de la cuesta… desde el lado de las oficinas hasta la otra cuadra, pasando frente a frente a la entrada de la gran casa…. ¡Y dejarnos rodar pendiente abajo montados en nuestras yaguas!… Así lo hacíamos una y otras vez, hasta que el cansancio nos venciera… o alguien viniera y nos diera un ‘jalón’ de orejas…”

Medio cabizbajo… Mimiro medita y comenta entre dientes… “Es una pena que hoy se tenga que decir que ‘de cualquier yagua vieja sale tremendo alacrán’… creándonos incertidumbre y condicionamientos maliciosos sobre lo que nos podría pasar cuando confiamos en los demás… Esos tiempos de estar disfrutando la alegría sobre una yagua, en un sube y baja de constante sano ejercitarse, ya es historia que  sólo la imaginación y la creatividad de las nuevas generaciones con una buena orientación podrán, en sus lenguajes, recuperar….”

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