“Equivocarse es ir al futuro»

“Equivocarse es ir al futuro»

“El pasado te da esa cosa, que llaman la experiencia. Pero, Jaume Perich, un humorista, filósofo cojonudo, decía: que la experiencia nos enseña que la experiencia no sirve para nada, o sea que, equivocarnos es ir hacia el futuro, es al único sitio al que se puede ir, porque el pasado no nos permite ir devuelta.

El otro día un actor francés me contaba una anécdota muy bonita de Jean-Paul Belmondo (famoso actor francés de cine y teatro), Belmondo es muy amigo de él, y me decía que de repente, Belmondo con 81 años hizo una película malísima, terrible.

Y este amigo le dice: Pero, qué necesidad tienes, con el dinero que tienes, lo bien que vives y tal, de hacer esta película horrible?  

Belmondo le responde: Porque tenía necesidad de levantarme e ir al rodaje, ver a los eléctricos, los de vestuario, los de audio,  hablar con la gente, sentir de nuevo lo que es un equipo de cine, me daba igual que la película fuera mala…” Esta historia se la contaba Fernando Trueba (director de cine español) a Pep Guardiola (exdirector técnico del Barça, que lo ha ganado todo).

Al final, que importa tanto que tengamos “experiencia” si miles de veces repetimos una y otra vez el mismo error, incluso a veces hasta nos gusta.  

Tenemos derecho a equivocarnos, fracasar, hacer películas malas, como Belmondo. ¿Por qué hay que ser perfectos? ¿Por qué? La perfección es una fijación aburrida de alguien que predicaba fe desde su vacío interior, como San Manuel, el humilde párroco de la novela de Unamuno.  

No podemos sobrevivir sin relacionarnos con la naturaleza, con la gente, con nuestros vacíos y carencias, con Dios, y todo eso sólo va a una misma dirección, ERRAR. Entonces, por qué tenemos tanto miedo a equivocarnos, a hacer el ridículo. Es totalmente absurdo como temerle a la misma vida.

Recuerdo la historia de la adolescente que vivía obsesionada con su vecino, un chico universitario cantante de un grupo de rock. Todo el tiempo pendiente de lo que él pudiera “pensar sobre ella”. Un día le cuenta a su madre que tenía un sueño recurrente: Ella vestida de blanco camina dentro de la mente del chico, era un pasillo largo lleno de puertas,  y cada vez que abría una, encontraba un salón vacío.

La joven le dice a su madre: “¿Cómo es posible que yo no ocupe una parte de su mente?” La madre responde: te tengo otra pregunta: ¿Qué puede haber ahí que sea tan importante para ti, sino encontraste nada?

No podemos ser guardianes amurallados, histéricos e inflexibles de lo que los demás piensen de nosotros, y al mismo tiempo ser felices. La felicidad viene de nuestro estado de conciencia, viene de eso que hacemos porque lo amamos, y eso no puede surgir en la tierra almidonada y tiesa de la idea de `perfección´, que tengamos, en busca de una necia aprobación del otro.

Como la adolescente que sufre por lo que el chico de sus sueños pueda pensar sobre ella, y resulta que cuando ella misma hace el “media tour” a su mente este no piensa nada, claro!!!; como va a pensar algo, si ella no se deja ver tal cual es, por miedo.  

Estoy de acuerdo con Belmondo: “Me da igual que sea mala, me da la oportunidad de volver al rodaje”. Belmondo fué feliz, y muy dentro, su amigo justamente se preguntaba: Cómo un actor con tanta “experiencia” podía hacer una mala película y hacerla feliz; tal vez porque esta vez no buscaba la perfección, sino la diversión.  ¡Namaste!

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