“Golpistas” de clase media

“Golpistas” de clase media

FABIO RAFAEL FIALLO
Al siglo que acaba de terminar le tocó la fausta misión de izar el lenguaje a un lugar señero en el quehacer intelectual.

Análisis de proposiciones, hermenéutica, filosofía del lenguaje son los esotéricos nombres de disciplinas que, habiendo irrigado fértilmente el campo de la filosofía en dicho siglo, se proponen desmenuzar, unas veces las implicaciones del lenguaje abstracto de la lógica, otras las del lenguaje corriente o popular.

Ídem en psicología. En nuestro artículo “Actos fallidos y Revolución de Abril”, publicado en este rotativo el 23 de agosto del año pasado, nos referimos a la importancia que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, atribuye a lo que él llama “actos fallidos”: descuidos o pifias elementales que se deslizan al hablar.

Tratando de entender cómo y por qué dichas pifias han tenido lugar, decía Freud, se puede llegar a conocer las motivaciones más íntimas del individuo que las comete.

Extraer por entero, y hasta sus últimas consecuencias, el significado y alcance de toda frase constituye pues una de las tareas que el siglo XX nos enseñó a valorar. Lo que se intenta en esos casos, en filosofía al igual que en psicología, no es sacar la frase fuera de contexto sino, al contrario, descubrir el contexto mental que la produce y le da sentido.

Es bajo una óptica de esa naturaleza que propongo analizar las recónditas implicaciones de una frase expresada por el Profesor Bosch a raíz del funesto golpe de Estado de 1963. Hela aquí: “El odio irracional de la alta clase media dominicana hacia ese pueblo es verdaderamente sobrecogedor, difícil de explicar y aún de admitir para quien no lo conozca a fondo, como lo conozco yo; y esa alta clase media, encabezada por los líderes de algunos pequeños partidos, por los líderes de los industriales y de los comerciantes, era precisamente la instigadora y la directora política del golpe” (“La gramática parda del golpismo”, revista Life en español, 11 de noviembre de 1963, pp. 14-17).

De entrada cabe notar que el Profesor dirige su virulenta diatriba contra un estrato de la clase media: la capa alta de la misma. Ahora bien, por definición, la clase media, incluyendo a sus estratos superiores, es la que se encuentra en el medio, es decir, entre la clase de los desposeídos de un lado y la de los detentadores del poder económico del otro.

Nótese además que el anatema cae igualmente sobre “los líderes de los industriales y de los comerciantes”, líderes que según el Profesor provenían de la “alta clase media” y no de la clase que ellos representaban, es decir, la burguesía industrial y comercial. La diatriba no se abate pues sobre los “tutumpotes” de la gran burguesía dominicana, los mismos que habían recibido los ataques del Profesor durante la campaña electoral de 1962.

Razones tácticas permiten explicar ese reajuste verbal. En 1962 era electoralmente provechoso explotar las dicotomías sociales, y para ello convenía fustigar directamente a los llamados “tutumpotes”. Después del golpe, Bosch no intentaba ganar nuevas elecciones sino facilitar su retorno al poder. Así, al igual que el “Borrón y cuenta nueva” había tendido la mano a los cómplices del tirano, valía la pena, después del golpe, abstenerse de hostigar a esos “tutumpotes” (la gran burguesía) para disminuir su animosidad hacia el Profesor, y reservar los dardos de la diatriba a “líderes” políticos y empresariales que, según la versión de turno, ni siquiera salían del seno de aquella clase sino de la “alta clase media”.

Añádase a esto que en aquellos tiempos Bosch eximía al gobierno de Estados Unidos de toda participación en el golpe de Estado que lo derrocó, llegando a declarar que “los Estados Unidos nada tuvieron que ver con la situación” (El Caribe, 7 de octubre de 1963).

Sólo faltaba buscar un blanco cómodo, políticamente débil, sobre el que se pudiese hacer recaer la responsabilidad del golpe. ¿Y qué mejor chivo expiatorio que una “alta clase media” que no tenía ni volumen de tiro, ni poder numérico ni

asentamiento económico real?

Se veía acusado de odio al pueblo un estrato social de donde habían surgido personajes que habían tomado parte en nuestras luchas patrias, combatiendo la ocupación norteamericana de 1916-1924 y dando el frente a la dictadura de Trujillo en múltiples circunstancias, incluyendo dentro del heroico Movimiento 14 de Junio, como bien apunta Roberto Cassá en “Los orígenes del Movimiento 14 de Junio” (pp.223-7 y 256-7).

Ningún líder nacional de los principales partidos revolucionarios de aquella época, es decir, el 14 de Junio y el Partido Socialista Popular, arremetió de esa forma contra nuestra clase media. Ambos partidos condenaron ciertamente con firmeza a quienes habían perpetrado el golpe de Estado. Ambos consideraban que la burguesía, en particular la burguesía importadora, tenía intereses contradictorios con los del país en su conjunto. Ambos criticaban además ciertos rasgos de la mentalidad de la clase media. Pero de ahí a acusar de “odio al pueblo” a un grupo entero de esa clase media, es un paso que ninguno de aquellos dos partidos franqueó jamás.

Invito al lector a releer o descubrir el análisis de nuestra clase media que presentó en diciembre de 1962 el líder del 14 de Junio, Manuel Tavárez Justo. Análisis crítico, en el que se afirma que dicha clase es “la sede más reiterada del oportunismo y la inconsecuencia”. Pero análisis que no deja de reconocer las cualidades y el martirologio de la misma: “La clase media, obstaculizada extraordinariamente en su desarrollo por la tiranía trujillista, como fuente que era del desenvolvimiento liberal del país, era, en consecuencia, el centro de la resistencia popular en la República Dominicana”

(Franklin Franco, “Historia de las ideas políticas en la República Dominicana”, 3ª edición, pp.151-5).

Ahí no se habla de “odio al pueblo” por parte de un estrato de esa clase media. Ahí no se deja de reconocer el aporte de dicha clase en su conjunto a la lucha en contra de la tiranía. Ahí no se atribuye el antitrujillismo de esa clase, como hizo el Profesor, a una supuesta arrogancia o reacción de casta ante el origen social del dictador. Ahí, en resumidas cuentas, no se intenta convertir en chivo expiatorio a la alta clase media de nuestro país.

Al igual que otras tesis del Profesor, la acusación que nos ocupa tuvo una efímera duración. Años más tarde, el Profesor se decidió finalmente a ver la mano de Estados Unidos detrás del golpe (ver “Bosch culpa EU caída de su régimen”, Listín Diario, 27 de septiembre de 1976). También años después, el Profesor se decidió a afirmar que el golpe había sido “la última acción importante del trujillismo” (ver artículo “Bosch: país supera época de golpes de Estado”, La Noticia, 26 de septiembre de 1991). También más tarde, el Profesor y su partido se pusieron a cortejar electoralmente la misma alta clase media sobre la que había caído aquella fulminante acusación. Pero antes de todo eso, como hemos visto aquí, Bosch prefería acusar dicha clase de ser la “inspiradora y directora política” del golpe. En un próximo artículo demostraremos que, independientemente de su carácter coyuntural, aquella invectiva fue injusta y peligrosa a la vez.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas