“Hágalo usted mismo” es el mejor Plan B del libre comercio

“Hágalo usted mismo” es el mejor Plan B del libre comercio

POR GUY DE JONQUIERES
Cuando los jardines se descuidan, reverdecen las malas hierbas. Al marchitarse la ronda Doha de conversaciones de comercio mundial, como era de esperar, ha generado que broten muchas alternativas. Además de acelerar el crecimiento de los pactos preferenciales bilaterales, que frecuentemente generan más alharaca política que sustancia económica, el fracaso de las conversaciones ha revivido el interés en grandiosas iniciativas que abarcan regiones enteras.

Una es la gran idea de Japón, de expandir los planes ya existentes de una comunidad económica del Este de Asia que incluya India, Australia y Nueva Zelanda. Otra propuesta más ambiciosa aún, puesta a flotar por Fred Bergsten, director del Instituto Internacional de Economía en Washington, DC, es de un área de Libre Comercio de Asia-Pacífico (FTAA por sus siglas en inglés), que reúna los 21 miembros del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (ASEAN).

Estos proyectos pudieran estimular a los diplomáticos que gustan de jugar a las guerras. Pero en calidad de herramientas para liberalizar el comercio, no son varitas mágicas.  El señor Bergsten cree que el temor a la exclusión de un FTAAP estremecería y sacaría a los rezagados de Doha de la inercia. Pero hasta si se descarta el hecho de que las conversaciones de Doha encallaron, en parte por el proteccionismo a la agricultura de Estados Unidos, el argumento es frágil, al estar fundamentado en una versión de la historia suscrita por Washington, pero que no significa mucho más en otros lugares.

Sostiene que la ronda Uruguay se cerró en 1993 porque los líderes de la APEC asustaron a una Europa recalcitrante, para que reiniciara las negociaciones al hacer un llamado inspirado en EEUU a favor de vínculos intra-regionales más estrechos. Pero si Europa vaciló, en realidad se debió a que temía que EEUU estuviera preparándose para desconectarse del multilateralismo – no porque creyera sinceramente que una agrupación amorfa, dispar y cargada de disputas como la APEC pudiera llegar a muchos acuerdos.-

La explicación convencional del final de la ronda Uruguay sigue siendo la más plausible: las reformas internas a la agricultura europea le permitía ofrecer lo suficiente para que escapara a las culpas de dañar las conversaciones, mientras que EEUU se las arreglaba con un acuerdo más débil que el que había estado defendiendo.

En una vena similar, Washington ha estado alegando más recientemente que su empleo de la diplomacia muscular de comercio bilateral inyectará nueva energía en el sistema multilateral, al desencadenar una ola de “liberalización competitiva”. La catástrofe de Doha ha dejado expuesta esa teoría tal como es. En la práctica, el bilateralismo se ha alimentado, intensificando la prisa para cerrar acuerdos preferenciales mientras desgastan la energía de las conversaciones de Doha, polarizando el Congreso de EEUU y reduciendo más su apetito por iniciativas comerciales de todas las descripciones.

El criterio de que se puede avanzar más mediante las agrupaciones regionales que en la Organización Mundial de Comercio, también desafía la abundancia de evidencias objetivas que avalan lo contrario. Los sueños de la APEC, de haber liberalizado en 2020 todas las inversiones y el comercio en el anillo del Pacífico, siguen siendo sueños. Los planes para un área de libre comercio de las Américas (FTAA) están en coma. El MERCOSUR, de América del Sur, tiene problemas, al igual que las conversaciones de sus vínculos más estrechos con la Unión Europea.

Las disputas entre los 10 miembros de la Asociación de naciones del Sudeste de Asia (ASEAN) han mutilado sus esfuerzos por implementar hasta una agenda limitada de liberalización, y sus promesas de esta semana de acelerar el paso enfrentan obstáculos peligrosos. Los planes del Sur de Asia para un unión aduanera parecen un chiste, al excluir, como lo hacen, el comercio entre la India y Paquistán. Los únicos éxitos del regionalismo son la UE y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA)  (y el primero es demasiado sui generis para que pueda ser reproducido).

Acuerdos que valen la pena exigen un liderazgo y acciones decididas, como Alemania le dio en su momento a Europa, y EEUU al NAFTA. Esos ingredientes faltan en otros planes regionales, aunque posiblemente el peso económico y político de China permita concretar un acuerdo proyectado con la ASEAN. Sin embargo, quién va sacar mejor provecho de eso  es otro asunto.

Ante la ausencia de un liderazgo fuerte, las conversaciones de comercio regional sencillamente trillan los mismos problemas que han resultado ser insolubles en otros foros. Es optimista, también, suponer que EEUU y China pudieran manejar mejor sus deferencias en un FTAAP, que bilateralmente. Lo más probable es que al trasladar sus disputas a un escenario mayor, los exacerbaran y desataran una lucha por la influencia regional, tan feroz como la rivalidad hemisférica entre EEUU y Brasil, que torpedeó al FTAA.

Por eso, con las conversaciones de Doha en suspenso, los acuerdos bilaterales aportando pocas ganancias reales y pocos promisorios proyectos regionales de integración, ¿tocó fondo la liberalización del comercio? No necesariamente. Hay un Plan B que ha demostrado su valor: es que los gobiernos dejen de estar azuzando a otros para que abran sus mercados y los abran ellos mismos.

El análisis económico ha revelado reiteradamente que los beneficios de que trae la eliminación de las barreras unilateralmente son mucho mayores que negociarlos, aún cuando las negociaciones tienen éxito. Esto no es más teoría. China, Singapur, Hong Kong, Australia, Chile y, en un grado menor, India, lo han puesto en práctica y han cosechado ricos dividendos económicos.

La apertura unilateral del mercado funciona, en parte porque obliga a los gobiernos a comprometerse desde el inicio con una estrategia clara, en lugar de ser empujados a actuar a regañadientes por la presión de sus socios. Segundo, en cada caso en que ha dado resultados económicos, ha estado protegido por reformas internas con sentido y concurrentes.

La lección es que la mejor liberalización del comercio empieza por casa. Por supuesto, cobra más sangre y esfuerzo político que lo que se consigue mediante las densas y por lo general vacías declaraciones en las cumbres, el debate fútil o los grandiosos diseños que tienen muy pocas posibilidades de ser completados. Esa, sin duda, es la razón de por qué solo los que quieren hablar de negocios seriamente lo intentan.

VERSION: IVAN PEREZ CARRION

Publicaciones Relacionadas

Más leídas