“Hay que ser valiente para enfrentar el miedo”

“Hay que ser valiente para enfrentar el miedo”

Memoria, miedo -que raya incluso en la cobardía- y preguntas que perduran en el tiempo sin respuesta, son algunos de los elementos claves en “Una misma noche”, la obra del argentino Leopoldo Brizuela que ganó el premio Alfaguara de Novela 2012, y en la que el autor enfrenta a los mismos personajes en dos épocas distintas: la dictadura militar argentina de 1976 y la sociedad de 2010.

El elemento conector entre ambos momentos es el recuerdo de una noche en que la casa vecina fue asaltada por hombres armados ayudados por la policía que secuestró a una mujer, mientras él, observando todo lo que pasaba, decidió inexplicablemente tocar el piano.

El recuerdo le ha atormentado y aún pretende negarlo cuando 33 años después asaltan nuevamente la casa vecina y él vuelve a ser  testigo silente.

El protagonista es un personaje marcado por el miedo que no ha podido superar ni él ni los personajes alrededor de él que vivieron la dictadura militar, aunque hayan pasado décadas. Pero como dice el autor “el personaje está librando una batalla contra el miedo muy fuerte.

“Te puedo decir que en el 2010 los personajes tienen más miedo porque -y es algo que me di cuenta mientras lo escribía- en el 1976 era tan terrible la situación que ya ni te dabas cuenta que tenías miedo. O las personas lo negaban para poder sobrevivir, para poder salir a la calle y hacer una vida cotidiana”, dice Brizuela.

Y aquí señala una de las cosas que más le impactan del caso real que inspira partes de la novela.

“Es la frase que dijo una mujer, que la habían torturado y salvajemente le habían quitado su empresa, y sin embargo a lo que ella realmente temía era el miedo al miedo. A que el miedo no la dejara vivir, y eso me pareció tan impresionante porque es la clave de la vida de todos nosotros.

El personaje mío –y aquí parece admitir que el personaje de Bazán es su alter ego– creo que está librando una batalla contra el miedo muy fuerte. Eso nunca lo había pensado, hay que ser valiente para enfrentarse al miedo… Son cosas de la dictadura. Eso es lo que me interesaba trabajar: cómo después de treinta años siguen habiendo estas ideas”, añade.

La lectura de “Una misma noche” y el encuentro con recuerdos del pasado ha motivado a muchos como Brizuela a contar su propia historia de la dictadura, cosa que es de las más satisfactorias de la novela para el autor. Y aunque no sabe decir si se desahogó por completo de toda esa historia, lo cierto es que asegura sentirse diferente después de haberla escrito.

Recordar.  Aunque se le critique que la dictadura no dejara huellas profundas en él, pues olvidó la noche más importante de su vida ligada a esa época por más de 30 años, Brizuela asegura que hay diferentes formas de recordar.

“Yo creo que no es que la gente  olvide,  creo que hay diferentes maneras de recordar. Y creo que es necesario una memoria que trate de entenderse a sí misma, no que consista en la repetición eterna de una  memoria que está grabada en nosotros sino, como muchas veces en la novela, uno puede recordar aunque no recuerde con la mente. Simplemente porque está repitiendo.

Eso pasa en todos mis libros, sin que yo lo haya deliberado, en algún momento los personajes se dan cuenta de que eso que hacen como natural no es natural, que lo aprendieron, es una huella de algo y eso para los personajes es muy impactante y  liberador porque piensan que si eso lo aprendieron también pueden desaprenderlo con esfuerzo”.

Personajes. Dice que nunca le preguntaron cuál de los personajes de la novela le gusta más, pero “me gusta que me lo preguntes porque me doy cuenta de que los personajes no son ni demasiado agradables ni desagradables, ni nada. Son como todos, son como la gente, cada uno con sus cosas y no hay un personaje que me encante”.

Lo piensa y admite que en todo caso,  el que más le gusta es el niño, pero el que le arranca la sonrisa es el de la madre de Bazán.

“La madre me divierte mucho, porque tiene todas las cosas de los viejos y lo curioso es que es el personaje que hice con menos trabajo, porque mi madre y mi padre llegaron a una edad muy alta, mi tía también, mis vecinas… y entonces iba pegando una cosa de cada uno.

Me encanta que la gente encuentre cosas muy profundas en la madre… como por ejemplo cuando el hijo le dice “no repitas”, que es lo que le decimos todos a los viejos, y en el contexto de la novela es una cosa muy importante porque es casi como la esencia misma de la novela”.

El personaje de Diana me gusta mucho, es rara, me gustó construirla. 

Leonardo Bazán sufre el trauma de su miedo, pero Brizuela no cree que sea necesario sufrir para llegar al momento de analizarse y cambiar. “Es necesario en las novelas. La poesía es necesaria, pues fíjate que yo me acordé de esa escena del piano, ni siquiera de la escena, de que yo había tocado el piano leyendo una novela. Esa novela me hizo recordar algo que yo había vivido y, después,  sobre esa experiencia que yo había vivido, escribir  otra novela que es la mía y esa novela le hace acordar a la gente otra cosa.

La escena del pequeño Bazán tocando el piano –único elemento autobiográfico según el autor– es una de las que más le gustan aunque aún hoy no sabe por qué lo hizo.  “Me parece que eso es lo rico de esa escena porque muchas veces me preguntaba: ¿tendrá fuerza? Además, ¿por qué esa escena, habiendo tantos otros recuerdos?” Porque es la que cifra algo que no podemos entender y eso es lo que nos gusta a los escritores, esas cosas que son como un enigma hecho de una pregunta hecha con palabras, no como una imagen noticiosa. Y a lo mejor te gusta porque concentra todas las respuestas”.

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