“Incordio nuestro de cada día”

“Incordio nuestro de cada día”

Siendo aún niño oí por primera vez, en mi pueblo, Nagua, la palabra “incordio”. Recuerdo que esta era aplicada en referencia a algo desagradable, que podría incluso significar un insulto para alguien.

El diccionario define “incordio” como: fastidio, molestia,  impertinencia,  aversión, antipatía. En esa línea, se le dice incordio a un abceso doloroso y muy molesto en alguna parte impronunciable del cuerpo humano, generado por una infección subcutánea, que al estar llena de pus, debe ser drenado. 

La connotación de “incordio”, cuando se aplica a una persona, tipifica a aquellos que poseen la “gracia” de que, por sus acciones en perjuicio de los demás, generan animadversión, y hasta odio cuando el tal termina “saliéndose con la suya” una y otra vez, lo que es percibido como una burla por aquellos afectados por los despropósitos de estos ciudadanos.

A raíz de lo que algunos han calificado de “palo acechao”, que propinaron recientemente los empresarios transportistas de nuestro sufrido país, un destacado columnista del matutino HOY expresó su consternación, reflejando el sabor amargo  de los que hemos sido recurrentemente agredidos por los llamados “dueños del país”, título que parece hacer sentir poderosos y felices  a estos señores.  Y lo más triste del caso es que aquellos a quienes ellos dicen defender, es decir, el pueblo común, son los que a final de cuentas salen peor parados. Ver a las humildes trabajadoras domésticas de los campos de Baní o San Cristóbal, y montones de otros usuarios del transporte público, desesperados por llegar a sus centros de trabajo, impedidos por una situación en las que ellos no tienen parte, es para sentirnos afectados en nuestras fibras más íntimas.

Torcerle el brazo a los gobiernos peledeístas que hemos tenido, como lo hicieron en su oportunidad a los del PRD, pareciera ser el deporte favorito de estos “dueños del país”. Damos por descontado que buscan “lo suyo” a través de estos chantajes. Sólo han transcurrido unas  cuantas semanas, desde que los más connotados de estos empresarios transportistas fueran invitados al Palacio Nacional a fin de llegar a acuerdos que permitieran desactivar uno de los tantos intentos desestabilizadores a los que nos tienen  acostumbrados. Daba gusto el derroche de sonrisas  que se exhibió en dicho encuentro en que la “plana mayor” del sector transporte del gobierno (AMET, OMSA, FONDET, OTTT), en presencia del propio Presidente Fernández, parecieron lograr la “buena voluntad” de estos señores para evitar la consumación de los paros escalonados y otras lindezas anunciados por los tales.

Pero, adivinen qué sucedió. Por enésima vez los transportistas de marras hicieron lo que acostumbran, poner al gobierno a la defensiva y en un papel por demás ridículo. A final de cuentas, no nos sorprendamos que se inventen soluciones al estilo “Plan Renove”, de triste recordación, para satisfacer la voracidad de estos “incordios” que tenemos que soportar. Lo triste del caso es que cualquier “solución” saldrá de los bolsillos del pueblo, vía presupuesto nacional y/o a través de nuevos impuestos para que lo paguemos los “pendejos”de siempre.

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