“La bella durmiente” sutil encanto de un ballet

“La bella durmiente” sutil encanto de un ballet

Definitivamente para ver un ballet clásico tradicional en el país tenemos que esperar las presentaciones de las academias de danza, por lo que nuestro análisis crítico deberá ajustarse a esa realidad.

  Carlos Veitía, nuestro más importante coreógrafo, durante su dilatada carrera  ha  llevado a escena los más importantes ballets, en los que ha dejado su impronta, su particular enfoque del hecho coreográfico, respetando los cánones de la tradición clásica.

 Llevar a escena “La bella durmiente” es para Veitía transitar un terreno conocido. Nuevamente pone a prueba su capacidad creativa, y envuelto en el mágico cuento de Perrault, llevado por la bellísima y narrativa música de Tchaikovski, esencialmente coreográfica, y de sutil estructura dramática, logra una versión hermosa,  fiel al legado de Marius Petipa.

 Hay en esta representación un adecuado aprovechamiento de las capacidades de las integrantes de Ballet Concierto, y un buen  manejo  de los grupos tanto infantiles como adolescentes. La  inclusión de  bailarines y actores profesionales en personajes de carácter, eleva el nivel  de la propuesta coreográfica.

El bello prólogo musical, da paso a una escena premonitoria,  confluyen allí  lirismo y drama; la gran alegoría, esencia del ballet, es la lucha eterna entre el bien y el mal, representados por el Hada de las Lilas y la malvada bruja Carabosse,  fuerzas antagónicas, hilo conductor de la obra, que como en todo cuento de hadas tiene un final feliz.

Veitía condensa el prólogo y los tres actos tradicionales  de este ballet, en dos actos  con varias escenas. Las diferentes hadas interpretadas por Patricia de León, Alondra Vargas, Laura Rodríguez, Jenniffer Lockward, Yery Peguero y Diana Marte tienen buen desempeño, despuntan como  promesas de la danza. 

El “Adagio de la rosa” de la princesa Aurora,  interpretado por una figura principal de la compañía, Lisette Justo,   representa un verdadero “tour de forc锠 para la joven bailarina, por la demandante  técnica académica que exige el célebre adagio, lo que se manifiesta principalmente en las “attitudes” en punta, con breves apoyos de los cuatro príncipes, la bailarina sortea las dificultades con cierta habilidad.

Otro punto a destacar  es el “Vals de las Guirnaldas”. El grupo de jovencitas luce sincronizado en sus bellas evoluciones.

En la escena onírica de la visión,  el príncipe Desiré es interpretado por el bailarín invitado Matthew Prescott, de limitada fuerza expresiva y técnica. El Hada de las Lilas, la bella bailarina Esmeralda Columna, lo conduce hasta la princesa Aurora dormida por cien años, el beso del príncipe deshace el hechizo, todos en palacio vuelven a la vida. 

Las escenas en las que interviene el hada Carabose son las de mayor impacto, tanto por la fuerza dramática que le imprime al personaje el actor Luis Marcell Ricart, como por la movilidad atrayente de su siniestro séquito. Los efectos del vuelo, muy bien manejados, contribuyen a crear la magia del espectáculo.

El tradicional “divertimento” del tercer acto  rompe el curso narrativo del ballet:; se suceden bailes de corte,  aparecen los entrañables personajes del universo fabuloso de Perrault,  el “Gato con botas” y “Gatica Blanca” -Joel Rodríguez y María Dolores Mejía–, “Caperucita roja y el lobo” –Karina Cuello y Luis Piantini–  deleitaron principalmente al público infantil.

  El “pas de deux” del Pájaro azul es interpretado por la jovencita Rissy de los Santos, con buenas condiciones, y Jonathan Castillo, bailarín profesional  pero con   poca experiencia en ballet clásico. El punto culminante del ballet,  el “grand pas deux classique” de Aurora y el príncipe, ofrece oportunidad de lucimiento a Lisette Justo y Matthew Prescot.

Las  escenografías de Fidel López, el salón palaciego, más cercano a un atrio parroquial gótico con su proliferación de vitrales y puertas en ojivas,   así como  la escena del bosque cercana al minimalismo, son espacios  apropiados, convencionales. Veitía logra cohesionar cada una de las partes de su puesta en escena, labor encomiable dada la gran cantidad de alumnas  que intervienen.

Mantener la tradición del ballet clásico en nuestro país  es uno de los  grandes aportes del maestro y coreógrafo Carlos  Veitía.

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