“La Bella y la Bestia”,  un espectáculo sensacional

“La Bella y la Bestia”,  un espectáculo sensacional

POR CARMEN HEREDIA DE GUERRERO
El encantamiento se apodera de la Sala Principal del Teatro Nacional Eduardo Brito, con la presentación del cuento clásico “La Bella y la Bestia”, que basado en la versión cinematográfica de dibujos animados de Disney,  nos llega en un musical cautivante al estilo Broadway, cuya magia  inunda los sentidos de los niños y adultos que colman la amplia platea.

Con la presentación de esta obra, producida por Amaury Sánchez, quien además es el director musical, queda demostrado el avance logrado en el país en  este género artístico, en el que brilla el talento criollo, presente en todos los estamentos que conforman este abarcador y atractivo espectáculo.

LA HISTORIA

La escritora francesa Jeanne Marie Leprince de Beaumont, escribe en 1756 su obra, “El almacén de los niños” volumen de diversos contenidos temáticos en el que se incluye el cuento “La Bella y la Bestia”, una hermosa fábula signada por la magia y el simbolismo, en la que triunfa el amor sobre lo material y la belleza interna sobre la externa. Dos siglos después, en 1946, Jean Cocteau, cineasta francés, lleva el cuento a la pantalla y su adaptación fiel, convierte a La Bella y la Bestia en una obra maestra de la fantasía surrealista. En 1991 el  genio de Disney, tras las huellas de Cocteau, recoge el espíritu del cuento y produce una hermosa película de dibujos animados estrenada en 1991, que obtiene dos premios de la Academia.

La versión cinematográfica es convertida con gran ingenio en un musical estrenado en 1994, con música de Alan Menken y guión de Linda Woolverton. La historia inicia cuando llega al castillo un joven príncipe, una vieja mendiga pidiendo albergue a cambio de una rosa, el joven le niega el pedido y la anciana, que en realidad es una hechicera, lo convierte en una bestia y a todos sus sirvientes en objetos encantados. El hechizo sólo puede romperse si el príncipe egoísta aprende a amar y a ser amado por una mujer antes que la rosa encantada pierda su último pétalo. Linda Woolverton introduce cambios estructurales en el desarrollo de la historia sin que por ello altere la esencia del cuento clásico; centra la narrativa no en la dulce muchacha encerrada en un castillo, sino en la horrible bestia y su necesidad de liberarse de su pasado, aunque para ello deba luchar contra sí mismo. Woolverton otorga más fuerza y presencia al personaje de Bella, que deberá descubrir la parte noble del sufriente corazón que se oculta tras la horrible bestia.

LA PUESTA EN ESCENA

Llevar la magia del lenguaje visual cinematográfico a la escena teatral tridimensional, requiere de talento e imaginación, este logro ha hecho de “La Bella y la Bestia” uno de los musicales más exitosos.  La integración armónica e inteligente de los elementos básicos, actuación, música, escenografías, luces y ritmo alcanzada por la directora escénica Laura García Godoy y el director musical, tiene como resultante una puesta en escena dominicana capaz de competir con experiencias internacionales.

Las escenografías hermosas, alegóricas y funcionales realizadas por  Fidel López –fieles al original–, ambientan con singular atractivo las múltiples escenas que se suceden a un ritmo conveniente y que  junto a los efectos ilusionistas de gran impacto, mantienen la magia durante todo el espectáculo.

En medio de este universo fabuloso y simbólico, una pléyade de actores, elementos insustituibles, nos cuentan la fantástica y aleccionadora historia. Los protagonistas Bella y la Bestia, inician una relación que tras el rechazo inicial, se impregna de hipnosis e ilusión. Stephanie Fatule es la imagen perfecta de Bella; hay una dosis de dramatismo muy bien manejada en esta joven que nos envuelve con su calidez y la dulzura de su voz, acariciante por momentos. Máximo Martínez –La Bestia- con  movilidad  y gestos elocuentes y una actuación verosímil, logra transmitir la dualidad  del personaje. Ofrece el momento lírico de mayor nivel al interpretar por segunda vez con emocionada voz, “Y si no la puedo amar”.

La versatilidad de Iván García logra impactar en su papel de “Maurice”, padre de Bella. Su presencia impactante, su profesionalismo, eleva la escena. Los diálogos junto a Bella son hermosos, tiernos, plausibles. El personaje de Gastón, con características de antagonista, tiene en Joseguillermo Cortines, un magnífico exponente. Con gracia gesticula y proyecta la imagen del vanidoso pretendiente de Bella. Sus enamoradas –Ana Féliz, Dominique Bonnelly y Annerys Cepeda, cautivan con sus coqueterías. Kenny Grullón –Lefou- merece mención especial. Sus intervenciones producen verdaderos momentos de hilaridad. Igual desempeño muestran Omar Ramírez –el librero- y Antonio Melenciano –Monsieur D´Arque-.

Los objetos encantados de la fábula, convertidos en criaturas vivas con personalidad propia, adquieren real protagonismo y contribuyen al desarrollo del relato. Verdaderamente encantadores resultan la Sra. Potts –Patricia Bank- transformada en una cafetera y Chip, la niña Paula Hernández Ferry –una bella tacita de té-. Ding Dong y Lumiere, –Luis José Germán y Roger Zayas–, merecen los mejores elogios, magníficos en sus roles. Madame de la Grande Bouche –Cuché González del Rey–  y Babette, el hermoso plumero, –Robmariel Olea– hacen las delicias del público.

Dentro del ambiente bucólico en que se desarrolla la obra, tienen gran impacto los momentos del prólogo y su enigmática hechicera, la aldea y sus personajes y el encuentro en el nebuloso bosque con los lobos.  La acción de la taberna es una de las escenas mejor logradas, hay una acertada correspondencia entre los actores y el grupo de bailarines que mantienen una excelente sincronización. En la escena del festín con los objetos encantados, se produce un rompimiento estético y de época, con la impactante escenografía de grandes arcos iluminados que nos recrea la época del vodevil,  y sus bailes cancanescos.

Uno de los grandes aciertos de este montaje es el vestuario. Leonel Lirio se manifiesta como un excelente vestuarista de teatro. Sus diseños, vistosos, adecuados, en colores primarios, contrastan con los pálidos y alegóricos –celeste, rosado, blanco– convenientemente utilizados por Bella. Las coreografías de Isadora Bruno, cercanas al estilo burlesco, son ejecutadas con gracia y disciplina por  el grupo de danzantes, y junto a  la movilidad escénica que imprime dinamismo a la acción,  son parte consustancial del colorido espectáculo.

El elemento hegemónico, conductor del musical, sin duda alguna es la música. Las hermosas melodías de Alan Menken, fiel al espíritu de la historia, son determinantes en el éxito de este musical y la orquesta acompañante, dirigida por Amaury Sánchez, supo ejecutarlas con brillantez.

El efecto ilusionista que transforma la Bestia de nuevo en príncipe y la escena final impactante, cierran este espectáculo sensacional.

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