“La casa de las muñecas”

“La casa de las muñecas”

Anna Karina Cuello y la Academia de Ballet Anna Pavlova presentaron el pasado sábado y el domingo el espectáculo “La casa de las muñecas”, con la participación de más de 60 estudiantes de ese centro de formación artística, en la Sala Eduardo Brito del Teatro Nacional. En el montaje de imponente escenografía, variado vestuario y excelente coreografía, las más aplaudidas fueron las niñas de dos y tres años que actuaron como muñecas.

A lo largo de la producción aparecieron las niñas y jóvenes ballerinas que danzan como muñecas can can, italianas, escocesas, de trapo, chinas, del oeste, húngaras, españolas, de palo, de cuerdas y arlequines, mereciendo los aplausos y aclamaciones del público que no llenó la sala grande.

[b]Trama[/b]

La obra se desarrolla en un pueblito en las afueras de Londres, donde vivía con su hija Anna un señor que fabricaba muñecas en una casita muy acogedora, pero ella se sentía muy solitaria y triste.

Un día llegó a la casa el alcalde de la ciudad, acompañado de una señora de los Estados Unidos y se enamoraron de la última creación, las muñecas madre mariposa y su hija mariposita, las más hermosas que habían visto en su vida.

El alcalde quedó tan maravillado que decidió comprar una para su hija y la norteamericana la otra. Pero Anna se oponía a que la madre fuera separada de su hija. Se encerró en su habitación a llorar desconsoladamente.

El amor entre madre e hija era tan grande, que aprovecharon la noche para esconderse en un rincón del taller donde nadie las pudiera encontrar. Cuando Anna buscaba afanosamente, apareció una bella y encantadora hada, que le dio vida a todas las muñecas del taller, con la encomienda de encontrar, todas juntas, a las dos mariposas.

Es así como bailan toda la noche, hasta que al otro día, el alcalde y la estadounidense van a buscar el encargo, reaccionando furiosos y amenazando con cerrar el taller.

Cuando volvió a aparecer el hada encantada, también volvieron la mariposas y el señor Smester comprendió que una madre jamás debe separarse de su hija.

Como premio, el hada le dio nuevamente vida a las muñecas que empezaron a danzar de felicidad, como indicativo de que la felicidad había vuelto a la familia Smester.

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