El laureado escritor Mario Vargas Llosa acaba de publicar su última obra, el ensayo “La Civilización del Espectáculo”, que recoge de manera compacta  el proceso cultural que vive la humanidad con profundas transformaciones morales y sociales, que han impactado en las costumbres de una parte de los billones de seres humanos que pueblan la Tierra.

 Con pocos meses en circulación por todo el mundo hispano, el ensayo está despertando adhesiones y controversias, con críticas de las más diversas índoles, pero al menos el autor ha logrado su objetivo de incentivar e inquietar las costumbres ya adormecidas por la civilización del espectáculo, que todo lo domina, y para lo cual las industrias están dedicadas a satisfacer las demandas de una enorme variedad de artículos  que le dan comodidad y sabor a la vida actual.

 No hay dudas que Vargas Llosa coincide con muchos intelectuales preocupados desde hace tiempo, que al ver el derrotero de la conducta de las sociedades, muy distinto a lo que ocurría en otros siglos, se siente preocupado por un supuesto avance pero degenerando hacia una manchada humanidad que no creerá en nada. 

Donde más se refleja la modificación del comportamiento  humano empujando hacia una sociedad, en que el avance de la tecnología acelera los cambios en que cada núcleo humano sobresale sobre los otros con comportamientos más atrevidos y  osados, influyendo particularmente en la religión, sexo, política y la música.

Las relaciones sexuales desde los tiempos bíblicos ha sido objeto de los más variados ataques e interpretaciones, hasta llegar al día de hoy en que se empuja al varón y a la hembra a considerar el acto sexual como algo del desahogo natural de ellos, sin darle chance al erotismo y al amor, que por toda la vida, impulsaba los valores más hermosos del espíritu, llevando a sublimizar un acto que tantos poetas plasmaron en las más bellas poesías y motivar a los protagonistas a emprender acciones transformadoras de la humanidad.

La situación con la política es mucho más interesante cuando la actividad, al conocerse de cómo los individuos se enriquecen con notoria rapidez, ha recibido una oleada de todo el espectro social en que cada quien va a buscar lo “mío” con el resultado de impresionante exhibición de riquezas que  constituyen bofetadas de vergüenza en el sentir de los sectores no maleados de las sociedades que todavía quedan algunos. Vargas Llosa nos refresca la memoria al plantear la situación de cómo tantos intereses han convertido las estructuras gubernamentales en  vacas lecheras, que ofrecen de sus ubres, raudales de riqueza para  detrimento del  patrimonio común.

Con incisiva y decidida crítica arremete en contra de la religión recordando la definición marxista de que era el opio de los pueblos, lo cual lo coloca como bastante anticlerical en sus argumentos y se sostiene en la línea de los intelectuales que han sido y son críticos de todo lo que se relacione a las creencias del Ser Supremo al que la humanidad confió   sus destinos.

No hay dudas que Vargas Llosa, con este ensayo, contribuye a despertar inquietudes y preocupaciones de todos nosotros que vemos el derrotero de la cultura y empujándonos a vivir de lo que dictan las entidades a satisfacer principalmente la cultura de ocio donde el nuevo ser, revestido de un hedonismo visceral, solo pretende vivir de manera egoísta, representando por lo que hoy en día se define como música que es una mezcla de sonidos desagradables pero enloquecen a las generaciones actuales.