“La cosa está mala”, pero el país progresa

 “La cosa está mala”, pero el país progresa

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Es una constante, en todas las encuestas que se realizan periódicamente, que los encuestados expresan que la cosa está mala, que su situación económica es peor que antes y que no ven perspectivas para una mejoría al siguiente año.

Tales expresiones chocan frente a una realidad muy curiosa, cuando vemos de cómo el tránsito en estos días navideños está muy congestionado, con tapones insoportables, con los centros comerciales abarrotados de consumidores, y las ferias de ventas de vehículos, son un éxito rotundo por los centenares de unidades que se venden.

Así las cosas, las explicaciones son muchas, aparte de que el espíritu de queja y de inconformidad del ser humano es normal en su naturaleza, como expresiones coloquiales y más en nosotros los dominicanos, que casi nunca estamos conformes por la asiduidad con que nos dedicamos a opinar de los acontecimientos políticos y económicos. Pero esos sesudos análisis lo hacemos mientras disfrutamos de bebidas exóticas, o compartimos en alguno de los hermosos resorts playeros nacionales, o en algunas de las frecuentes peñas que se celebran en diversos cafés y restaurantes de la capital o Santiago, donde los amigos y asiduos habitúes pontifican de todos los temas como expertos, muchos de ellos en su momento cuando se desempeñaron como funcionarios en alguno de los  gobiernos democráticos, fueron rotundos fracasos, ya que no pudieron conciliar sus conocimientos con las realidades nacionales.

Con todas esas opiniones, que nos presentan al borde del abismo, en que cada día escuchamos de lo mal que estamos, con la incongruencia de que cada día el país se desarrolla más, pese a las deficiencias educativas y las incapacidades de los diversos gobiernos de atacar el problema para elevar el nivel educativo de la población. Es que existe un ente motorizador de gran poder que nos impulsa a seguir adelante. Eso lo vemos de cómo hay más torres en construcción, pero también crecen los cordones de miseria, pero hay cada vez más demandas de servicios, como es el caso del uso de los celulares, centuplicando su crecimiento en este año. Eso demuestra un dinamismo fuera de serie que se refleja en el intercambio comercial con ultramar cuando las importaciones crecen cada año y el ingreso de divisas, vías las exportaciones tradicionales disminuye con relación a las que ingresan vía el turismo en expansión y a las remesas de los ausentes.

Ya pasó la época del orgullo cuando nos decían que se exportaban más productos tradicionales y se importaba menos, y por tanto, la balanza de pagos era positiva tal hecho, cada gobierno de los años 1950 hasta 1985, lo tenía como un hito que debía cumplirse cada año. Tal método comenzó a cambiar cuando las importaciones crecían desmesuradamente dominado por el precio del petróleo en constante alza, endeudamiento externo alocado y el requerimiento de más bienes y servicios, como vehículos, que exigía un público consumidor por mejores medios de locomoción. Ya el café, el tabaco, el azúcar y el cacao dejaron de ser los puntales para el ingreso de divisas por lo que se exportaba, a los que se agregó, en la década del 70, el ferroníquel, que en la demanda mundial, para beneplácito del gobierno que vio ingresar un notable monto de divisas por tal concepto.

El ingreso de divisas en los primeros siete años del siglo XXI ha sido notable en los renglones de las remesas y las del turismo, éste se ha movido en un rango de 2,800 millones de dólares en el 2000 hasta los 3,800 millones de dólares en el 2006. Por su parte, las remesas han estado en el rango de los 1,700 millones de dólares en el 2000 hasta 2,700 millones de dólares en el 2006. Esos dos renglones han representado una inyección extraordinaria, que ha superado con creces la salida de divisas por las importaciones, que crecen anualmente desde los 9,500 millones de dólares en el 2000 hasta unos 11,200 millones de dólares en el 2006. Por su lado, las exportaciones de productos tradicionales, junto con las de zonas francas, no han podido superar los 6,500 millones de dólares en el 2006.

Ya el comercio muestra un perfil muy distinto a cuando dependía de lo que se producía en el campo para exportar, y a lo que se añadió los productos mineros como el ferroníquel y el doré, que por algunos años contribuyó al aumento de las exportaciones. El dinamismo del desarrollo y el crecimiento demandaba más bienes y servicios, mejores relaciones con el exterior, donde las inversiones extranjeras contribuyeron a un ingreso notable de divisas para establecer nuevas empresas de distintas índoles, como han sido las que han convertido las costas este y norte en paraísos del turista. Finalizando el 2007 y pese a que al final  fuimos vapuleados por dos poderosas tormentas, Noel y Olga, el país ha podido resistir esos desastres naturales gracias a esa fortaleza económica que permite al Banco Central disponer de reservas en divisas superior a los dos mil millones de dólares y tenemos un panorama donde las inversiones crecen y demandan de más servicios que contribuyen al desarrollo dominicano.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas