“La memoria incautada”: vivir en Absurdistán

“La memoria incautada”: vivir en Absurdistán

Lo que busca en su travesía el filósofo es lo que se le ha incautado, aquello que la política de la interpretación ha querido robarle desde hace tiempo: el absurdo de lo real, el cuerpo derrotado de la razón. Su mirada busca el camino en el laberinto que es el mundo. Pero piensa que ese mundo es un sendero poblado de memorias incautadas por una razón de poder. 

La utopía no ha muerto, aunque el pensamiento haya sido desgarrado. Sin embargo, ¿qué busca el filósofo en Absurdistán? Precisamente allí donde un teatro de la pérdida existe sobre la base de la “razón de Estado”, gobierna un representante de la sinrazón política, del Estado roto, de la “memoria rota”. Son los hilos visibles de la conciencia nacional.

 El aforismo se ha convertido en materia del pensar. La lección de Fidel Munnigh está ahí: en esa fotografía que estremece el mundo como si realidad y apariencia mintieran, como si el tiempo hubiera matado al existente por falta de prueba.  ¿Qué significa pensar hoy? Las lecciones de geografía de nuestro filósofo constituyen un cuadraje horrendo del mundo en descomposición. Se trata de la derrota moral de Occidente y sus imágenes. Se trata de la mentira de la interpretación.

Desde finales del siglo pasado nuestro pensador ha criticado los grandes relatos políticos que han fundado el mundo de la modernidad.  Se ha propuesto criticar toda ética y toda moral desde Kant, Hegel y Marx, y, a propósito de toda razón problemática e instrumental, revisar y enfrentar toda política de lo real, del signo y de la memoria desde la doxa del fantasma.

Todo lo anterior nos invita entonces a presentificar el orden de la memoria. Pues Munnigh es un filósofo de la memoria. Kafka, Kundera, Cioran y Adorno constituyen en su discurso filosófico una conciencia de la desgarradura, una visión que facilita en su derecho la crítica de la representación. Pero el aforismo re-propone la sustancia, el incendio, la memoria de un sujeto fundado en el cuerpo de la historia, esto es, del acontecimiento del sentido, de lo que significa el ser en su descomposición política y ontológica. 

No se trata de una simple metáfora. Más bien se trata de una historia trágica del ser y el pensamiento.  El libro titulado “La Memoria Incautada”, de Fidel Munnigh (publicado por la Editora Universitaria, UASD, Santo Domingo, 2007, 111 páginas), puede y quiere ser un tiempo de la palabra en el laberinto de lo real. Pero también quiere ser una invitación a la lectura del ser en su problematicidad. Desde el inicio se nos advierte de un fracaso de la razón de Estado y la razón de poder en el mundo histórico dominicano; el filósofo articula su vivir en el vivir histórico dominicano:

 “Vivir aquí es enfrentarse diariamente a un medio hostil, sumergirse cada jornada en la sinrazón: llegar a la casa y no hallar energía eléctrica, entrar al baño sin agua, salir a la calle a un interminable tapón, montarse en un carro chatarra o una guagua destartalada, conducir junto a seres que conducen desesperados, como locos, cual si en ello se les fuese la vida. Y todo esto nos parece absurdo, irracional, porque no existe ninguna razón ni necesidad de que ello sea así y no de otro modo” (op. cit., página 14).

En efecto, la crítica de la razón política nos advierte también de un relato, de un archivo de lo cotidiano, esto es, de la memoria social dominicana, de lo cotidiano como realidad y acontecimiento de vida:

 “El apagón, largo e insufrible, nos da la perfecta imagen de lo que somos: un pueblo huérfano buscando a tientas en las sombras el camino de la luz. Siendo real, demasiado real, el apagón es también alegórico; es, curiosamente, signo de un signo: oscuridad en la oscuridad en que vivimos, sombras sobre el fondo oscuro de lo que somos” (ibídem).

Una nueva visión

Este nuevo libro de Munnigh representa una nueva visión del pensamiento dominicano en el contexto de una filosofía crítica estimable en sus propósitos, bordes y centros intelectuales.  Se trata de un libro que activa y valora en sus movimientos los caminos de toda alteridad, un manifiesto filosófico de los desesperados y una propuesta que se afirma en la nueva historia del pensamiento insular, caribeño y latinoamericano.

¿Qué es lo que reivindica este nuevo texto de Munnigh? “Mis escritos reivindican más ese sentido existencial que el de la tradición ilustrada. Hablan del desafío de asumir la existencia en el mundo con sensatez e ironía, pasados ya los años locos de la juventud. No se trata de una vuelta al racionalismo dieciochesco como fundamento para defender aquel viejo proyecto de la modernidad que algunos consideran un fracaso rotundo y otros un programa inconcluso. No ignoro que la crítica radical de la razón ilustrada es uno de los pilares del pensamiento posmoderno” (op. cit., pág. 10). 

La propuesta de Munnigh se hace cada vez más inteligible y puntual: “Más que una edad racional o “iluminada”, como la de los ilustrados, lo que propongo es una “edad razonable”, a un tiempo sensata e irónica” (ibíd.).

Pero nuestro filósofo va más lejos, sin detenerse en un pasado que se nos quiere “vender” como patrimonio de una dictadura elocuente aún, presentificada por los bufones, abogados y “empresarios” de la nacionalidad y la nación:

 “Habito en Absurdistán (…) Absurdistán es una pequeña isla compartida (…) Isleños insensatos, eso somos. Confundidos, extraviados en medio del océano, sin lugar aún en el concierto de los demás pueblos, soportamos un presente miserable y apostamos por un futuro ilusorio. Tenemos una gelatinosa identidad que mitificamos con torpeza y una asombrosa elasticidad moral con la que pretendemos justificar nuestros actos más execrables (pp. 13-14).

El filósofo no se detiene en su reflexión, va más lejos aún, se expande en un pensamiento más crítico, más lúcido sobre el presente y la historia de ese presente: “Durante años nos gobernó un anciano ciego. Ahora nos gobiernan hombres más jóvenes que ven y que terminarán decepcionándonos” (ibíd.).

La travesía de Munnigh es aquella que se define desde la razón irónica y trágica. El suceder, el acontecimiento trágico de los absurdistanos está en la incapacidad de ser y de pensar, en esa incapacidad que toma cada día el cuerpo de la representación y lo conduce a un destino crítico y fatal:   “Los absurdistanos somos seres simples y tortuosos a la vez. Una cualidad que nos distingue es la capacidad de complicarnos las cosas, de hacerlo todo difícil. Insensatez tras insensatez, vivimos arrojando absurdos al fondo roto de nuestra existencia (ibíd.).

“La memoria incautada” es un libro de registro filosófico y moral sostenido. Es la travesía de una reflexión del existente, del sufriente dominicano. Sus conclusiones son irónicas y trágicas.  Munnigh es, en verdad, un filósofo, un moralista, un pensador “problemático”: “Absurdistán es mi morada y mi destino, mi rabia y mi amargura, mi cielo prometido y mi infierno tan temido. Absurdistán, patria amada y aborrecida, es mi pequeño reino, mi castillo inaccesible y quizá también mi fatalidad voluntariamente elegida” (p. 16).

Uno de los puntos cardinales más legibles de este libro es su escritura, la claridad de la prosa, los ejes de su particularidad. Todo el libro está estructurado sobre la base de una memoria trágica, incautada por un macrorrelato de poder.  Munnigh, lector de San Agustín, Pascal y Nietzsche, no olvida tampoco a Descartes ni a Marx. Aunque gusta un poco de Heidegger, no se enrola en su ejército imperialista.  Prefiere a un palestino. Prefiere a Edward W. Said, muerto hace unos años de leucemia, música y memoria crítica.

El  filósofo crítico

Todo lo otro es monumental decorado estético, montado con artificio y dispuesto casi exclusivamente para deleite de visitantes” (p. 21). 

 La reflexión sobre la contemporaneidad que particulariza Munnigh produce sus ritmos a partir de un espacio de la cultura-movimiento. Este joven filósofo, un tanto solitario y alejado de capillas intelectuales “al uso” en el país, ha hecho de su discurso una memoria y una contramemoria.  Según Munnigh, la filosofía contemporánea será dialógica o no será. El filósofo que no discute lo establecido pasa a ser un conformista, un conservador de relatos dominantes en la escena de la llamada razón cínica.  El progreso de una “crítica de la razón irónica” y de una “crítica de la razón cínica”, ambas estudiadas por Peter Sloterdijk, conducen a nuestro filósofo a una lectura sostenida en un perfil desencadenante de imágenes, “traducciones”, políticas críticas de la interpretación, desestructuraciones de falansterios pseudomorales e intelectuales, sindicados en pensamientos parasitarios propios de la razón cínica y de la miseria de la razón política.  Pero el proyecto irónico y trágico de Munnigh se ampara también en la risa difícil y liberadora de un presente “festivo”:

“Frente a todo esto, la risa es una salida momentánea y liberadora. Una de nuestras mayores virtudes es la inmensa capacidad de risa y de mofa.

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