Para nosotros, en el Caribe insular, éste es un concurso de arte insólito. Para los canadienses, en el helado invierno norteño, es una actividad que se mantiene anualmente en diferentes modalidades y lugares.
Entre ellos, el más importante, LInternationale de Sculpture sur Neige o Internacional de Escultura en Nieve se celebra en la ciudad de Quebec. Los participantes compiten en tres categorías, a una escala monumental, con motivo del Carnaval, una festividad cuya mascota emblema es Bonhomme Carnaval
En 2010 es la edición 38, una tradición desde que se reactivó en 1973, luego de décadas de interrupción el primer carnaval data de 1894. Parece que este año el evento revistió una brillantez especial.
Si bien es cierto que el concurso tiene como objetivo fundamental promover la escultura en nieve, desde un enfoque más particular se trata de una manifestación de arte efímero, puesto que las obras en hielo o nieve helada solo perduran hasta que llega la primavera, con el alza de temperatura que las derrite cruelmente
Esa clase de competición ha transformado e institucionalizado la práctica popular de construir esculturas de hielo en las calles. Muy atractiva y reuniendo a públicos masivos, es la vertiente cosmopolita de la Internacional de Escultura.
En esta categoría participan, en calidad de invitados, escultores de diferentes países y continentes. Elaboran una obra colectiva, previa presentación de maqueta, limitándose los materiales a nieve y agua, las herramientas a pico, palas de distintas clases, azada y guayo.
Los artistas disponen de un máximo de siete días, sin descanso, con un horario casi extenuante. La pasión y la presión animan una labor singular en un ambiente de confraternización.
Los dominicanos. Entre las naciones invitadas figuraban Canadá, Rusia, China, Marruecos, Bélgica, Francia, Estados Unidos, con sus respectivos equipos, y de América Latina, Argentina, Perú, Venezuela, México y República Dominicana. Se decía con cierta chispa que los escultores de algunos de esos países estaban más acostumbrados a la arena que a la nieve
Sin duda, el clima seco y glacial fue una prueba severa para el colectivo dominicano, integrado por Cayuco (Genaro Reyes para el Estado civil) que capitaneaba el grupo, Carlos Despradel y Juan Trinidad. No obstante, trabajaron intensamente, agradecidos por todas las atenciones de sus anfitriones, fascinados por aquel material tan duro como frágil.
Valientemente, se enfrentaron con un bloque de nieve helada que medía más de cinco metros de largo, tres y medio de ancho y tres de altura, un desafío que les estimuló y les propició una experiencia inolvidable, aparte de que, únicos caribeños, fueron muy populares y objeto de una gran simpatía
Concibieron y realizaron una obra bien antillana y de actualidad, La travesía, una suerte de boat-people, a la cual cada escultor aportó su especialidad: Cayuco marinero en tierra se ocupó de la barca, base y estructura; Trinidad, de los rectos personajes y sus típicos rostros, y Despradel, el sol irradiante, como su cerámica.
Según las imágenes, consideramos que ellos construyeron una auténtica obra de arte, identificadora y mágica. ¡El material mismo transmitía el mensaje de la tragedia frecuente de los botes: zozobra y desaparición, como la nieve!
Siempre se hace difícil juzgar una obra a partir de fotografías, pero los dominicanos se concentraron en el tema y los rasgos distintivos, que pertenecen a una realidad de la época y a la creatividad escultórica, mientras que muchas obras optaron por el exotismo y una virtuosidad artesanal que postergaba personalidad y estilo propio.
Apreciación del jurado
Los tres jueces elogiaron la escultura dominicana, por interesante y universal, por su creatividad y la destreza de sus autores al trabajar en un material totalmente desconocido para ellos. El gran premio fue atribuido a la obra del equipo de Cánada.