“Los años cuarenta”, una colectiva histórica

“Los años cuarenta”, una colectiva histórica

POR JOSÉ SALADAÑA
Los años cuarenta fueron vitales para el desarrollo de lo que es hoy el arte dominicano. El Museo de Arte Moderno presenta en estos días una colectiva ambientada de los artistas que llagaron al país en esta época transcendental. El conjunto incluye tanto a esos artistas extranjeros como a los dominicanos que empezaron a madurar sus obras bajo el influjo de los recién llegados.

Las dos grandes catástrofes europeas, la Guerra Civil Española y la última Gran Guerra, desplazaron a artistas e intelectuales europeos que acudieron a buscar refugio en esta isla. Todos traían en su haber las ansias de labor y de enseñar lo aprendido, después de los horrores pasados y de haber superado la intranquilidad que amenazaba sus vidas.

La afluencia de artistas exiliados fue numerosa. Santo Domingo era el punto de entrada al continente. Muchos vivieron aquí por unos meses y partían de nuevo a conquistar América (como Pablo Casals, quien se establece en Puerto Rico). Otros se quedaron y repartieron aquí su conocimiento e inquietudes. Traían consigo las últimas novedades europeas del arte, pero al alojarse bajo nuestro cielo tropical, se sorprendieron por la intensidad de la luz.

Una luz que al principio no acertaron a reproducir en sus lienzos. El ambiente distinto hizo que los extranjeros se encariñaran con nuestro sol, con nuestras costumbres.

La obra que producen los emigrantes en nuestro país adquiere de pronto, otro giro, otra luz, otra dinámica. Las tendencias que habían traído de Europa adoptan aquí nuevas formas. Sus conocimientos se enriquecen, la actitud es otra. Los artistas dominicanos captan el sentido de aquella novedad e integran muchos elementos estructurales a la obra producida por ellos.

Desde 1940, antes de la inauguración de la Escuela Nacional de Bellas Artes, se celebraron varias exposiciones donde se hermanaban nombres nacionales y extranjeros. Se consiguió una atmósfera favorable y con el aporte estimable del talento nativo, hubo un extraordinario florecimiento del arte. La desgracia de ellos se transformó en una bendición.

Todavía hoy no sabemos qué habría ocurrido en nuestro país y en nuestro arte sin ellos, porque esos emigrantes influyeron en casi todo aspecto de la vida nacional. Y ciertamente ellos le dieron un salto cualitativo a la vida dominicana. Entre los que vinieron hubo campesinos, músicos, actores, arquitectos y profesores que aportaron a la educación y a la ciencia. Uno de ellos fue el profesor Malaquías Gil, quien vivió y trabajó hasta hace poco entre nosotros.

Rafael Díaz Niese fue un intelectual dominicano que había llegado de regreso en esos momentos. Él fue la persona clave para capitalizar los valores que habían llegado al país, e incluso, en las altas esferas del poder, para que se tomaran las decisiones críticas para la cultura dominicana. Aprovechando la avalancha de los conspicuos artistas e intelectuales que se habían refugiado en el país, el doctor Díaz Niese propuso la creación de varias instituciones claves de la vida cultural dominicana, como la Escuela Nacional de Teatro y el Conservatorio Nacional de Música.

Entre los inmigrantes que se contaban en esa época fructífera del arte dominicano estaban Josep Gausachs, Manolo Pascual, Eugenio Fernández Granell, Francisco Rivera Gil, Monia André, Josep Fulop, Antonio Prats Ventós, Carlos Solaeche, Ernesto Lothar, Emilio Aparicio, George Hausdorf Fernández Diez, Compostela, Malaquías Gil, Ángel Botello, Enrique Casals Chapi. De los dominicanos se destacaron Celeste Woss y Gil, Liliana García, Elsa Divanna, Marianela Jiménez, Noemí Mella, Nidia Serra, Silvano Lora, Jaime Colson, Darío Suro, Domingo Liz, Fernando Peña Defilló, Oscar de la Renta, Eligio Pichardo, Gaspar Mario Cruz, Rafael Piña Melero, Gilberto Hernández Ortega, Luchy Martínez y Clara Ledesma.

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