“Los carpinteros de Dios”

“Los carpinteros de Dios”

POR ÁNGELA PEÑA
Es probable que Santo Domingo fuera el primer lugar del Nuevo Mundo donde se produjo la conversión de un católico al protestantismo

Aunque reseña principalmente la presencia de las «Asambleas de Dios» en la República Dominicana a partir de 1942 hasta el presente, el libro «Los carpinteros de Dios», escrito por el reverendo Samuel Santana, presenta una valiosa panorámica de la historia del protestantismo en el país desde que los líderes católicos de la Hispaniola montaron guardia contra toda otra influencia religiosa que intentara entrar a la isla.

«Esto se hizo con un celo tan radical que llevó a cometer acciones contra los mismos recursos usados por el cristianismo, como fue la quema de Biblias. Sin embargo, a pesar de la lucha y el afán por mantener las puertas cerradas, el intento fue inútil», relata el escritor, actualmente pastor de la iglesia Lirio de los Valles, de Villa Mella, y profesor del Instituto Bíblico Central de las Asambleas de Dios.

En gran medida, el libro representa un inestimable complemento a los escasos trabajos publicados sobre el tema.

Reitera la opinión generalizada de que Santo Domingo pudo haber sido el primer lugar del Nuevo Mundo donde se produjo la conversión de un católico al protestantismo y  que «al hemisferio occidental se le ha dado el nombre de «almacén de la Reforma».

Al territorio dominicano lo cita como pionero en la distribución de las Sagradas Escrituras en versión española y traducida por Casidoro de Reyna, con un comentario de Martín Lutero, pero el arzobispo de Santo Domingo, fray Agustín Dávila y Padilla, mandó a confiscarlas e incinerarlas en la plaza pública. La jerarquía católica pensaba «que era necesario hacer algo rápido si se quería salvar a la isla de la influencia del protestantismo que iba ganando cada vez más terreno», apunta.

Las vicisitudes de los protestantes de esa época fueron muchas, según el texto de Santana, que cita excomuniones, misiones católicas de prédica contra su literatura, cartas de preocupación a los reyes de España de parte del Gobernador Osorio, expresando: «Han venido estos hombres que traen biblias herejes, calvinistas y luteranas y que enseñan costumbres heréticas y hablan en contra del Papa».

«Con el objetivo de dar una respuesta contundente a la preocupación del gobernador, la orden que se dio fue devastar toda la zona norte. A este hecho se refiere el poeta don Pedro Mir cuando habla del gran incendio ocurrido en 1605», anota el reverendo Santana y añade: «No obstante, nada de esto impidió que la fe evangélica siguiera penetrando en la isla. Otros hechos favorecieron el esfuerzo, uno de los más considerados fue la llegada de negros ingleses y de misioneros a inicio del siglo XIX».

En esta panorámica, Samuel Santana relaciona acontecimientos de la vida dominicana y haitiana con la llegada de ministros y predicadores, la construcción de templos, el surgimiento de nuevas denominaciones y un servicio social y humano que se agregó a la labor espiritual.

Cita entre las primeras iglesias a la Metodista Episcopal, que envió al reverendo Isaac Miller a Samaná, donde perdura hasta hoy la influencia de esta iglesia, afirma.

El incipiente historiador nació en Higüey en 1965, hijo de Arsenio Santana Cedano, fallecido, y Francisca de los Santos, miembros de la Iglesia Evangélica Dominicana en la que creció y se formó el autor hasta 1990 cuando, residiendo en La Romana, se incorporó a las Asambleas de Dios. Licenciado en Lenguas Modernas y en Comunicación Social, el reverendo estudió además en el Instituto Bíblico Emmanuel donde se hizo experto en Teología Bíblica. Recientemente viajó a Houston, Estados Unidos, para especializarse en esa área en la Escuela de Entrenamiento para Líderes de América Latina «Tell My People».

Luego de ejercer el periodismo durante seis años en los periódicos La Nación y HOY, se dedicó al ejercicio cristiano. Es reconocido por su elevado don para el ministerio y sus sensibles prédicas y amor al prójimo. Además, por la divulgación de la Palabra a través de la revista «Visión Global», desaparecida, y el periódico «La Antorcha». Es el director de Relaciones Públicas y productor del programa radial de las Asambleas de Dios. Está casado con Flor María Perdomo, madre de sus hijos Merlin Samuel y Sadia Yeliana.

Iglesias evangélicas

Entrevistó un considerable número de antiguos ministros, revisó primeras actas, consultó una extensa bibliografía y con el acopio de sus investigaciones no sólo construyó la historia del pueblo evangélico en la isla y en la República, también perfiló las biografías de los pioneros y sus misiones.

Los reverendos Enrique Suárez, Jimiro Feliciano Amparo, Félix Hernández, Manuel de Jesús (Negro) Cruz, Miguel García Frías, Silverio Manuel Bello, Alejandro Pérez Jerónimo, conforman la lista de los evangelistas pasados y presentes de las Asambleas que cuentan las conmovedoras historias del llamado, sus trabajos ministeriales, estudios y otros testimonios. Pero además están las iglesias evangélicas más antiguas y el crecimiento de esa población que ha tenido como obras principales la predicación de la Palabra de Dios, el avivamiento espiritual, cultos, campañas evangelísticas, educación, servicio, cánticos,  bautismo en el Espíritu Santo y, como estandarte, la Biblia.

Esta es una primera edición sencilla, popular, aunque bien documentada e ilustrada. Consta de 142 páginas que resumen un apreciado inventario de trabajo ministerial desde 1824 cuando se instaló el primer monasterio, compuesto por ingleses. «Una de estas iglesias fue la Africana Metodista Episcopal. Un grupo se estableció en Santo Domingo donde la iglesia tuvo vida propia con la celebración de sus actividades y con la creación de sociedades, siendo notable la Sociedad de la Biblia, la cual se mantuvo realizando sus trabajos por espacio de 50 años».

Al nombre de Isaac Miller se agregan los de John Tindall, William Cardy, H.C.C. Astwood, Samuel E. Mills, Salomón Feliciano, Julio Postigo, Samuel Matos, Francisco Hernández González (Pancho), Pepito Pérez, Luis M. Ortiz, Juan Críspulo Rivera, Miguel Limardo, William L. Perrault, Thomas B. Evans, René Veles F., Eduardo Vásquez, Eusebio Luna, Andrés Geraldo, Enrique Suárez, Francisco Castro Hernández, Domingo Figueroa, María Santana de Figueroa, Elwood Hoewy, Mock, Warner, Puig y otros que anunciaron las Buenas Nuevas en sus diferentes iglesias.

Sociedad Metodista Wesleyana, Iglesia Evangélica Dominicana, Iglesia Africana Metodista Episcopal, Iglesia Metodista Libre de la República Dominicana, Iglesia Pentecostal, Asociación Embajadores de Cristo, Concilio Evangélico de las Asambleas de Dios, Concilio de Cristo en las Antillas, entre otras, tienen en el libro la breve reseña de sus inicios. «El trabajo de estos paladines de la predicación captó y preparó a los creyentes que llegaron a ser mayormente desde los años 20 hasta los 50 los constructores de la gran obra del Señor en la República Dominicana», enfatiza.

Los cultos en inglés, la discriminación y las adversidades primitivas, caracterizaron sus comienzos. «El catolicismo contaba con todos los beneficios del Estado. Los protestantes se valían de sus propios recursos para mantenerse». Algunos pastores debieron regresar a sus tierras perseguidos, faltos de pan. Salomón Feliciano se marchó del país, se alega, «por los ataques fieros que recibió de parte de personas muy ligadas a la Iglesia Católica». Francisco Hernández González (Pancho) tuvo una estadía corta «debido a que apreció una situación muy peligrosa contra su ministerio con los ataques del enemigo del Evangelio», escribe.

Los primeros años del Pentecostalismo fueron difíciles para los hombres de Dios, significa. «Muchos de ellos tuvieron que soportar escasez de alimentos, enfermedades, falta de recursos, ataques de los grupos católicos enemigos de los evangélicos y la falta de estabilidad en la obra», significa Samuel Santana.

Paradójicamente, no tuvieron grandes dificultades en los primeros años del trujillato porque trabajaban con obreros. «Esa condición de humildad fue la que permitió que la obra pentecostal continuara sin tropiezos por parte del régimen de Trujillo. Al hacer su trabajo en la clase pobre del país, se le consideraba inofensivos», según el escritor.

«Los Carpinteros de Dios» está escrito en lenguaje sencillo. Es estadístico pero también habla de las transformaciones y aceptación de Dios tras cada oración, milagro, visión, que se narran de forma tan patética como las hostilidades y el escarnio. Samuel Santana significa que «… tanto los sacerdotes como los feligreses católicos montaron campañas duras contra los «protestantes», término aplicado con el objetivo de estigmatizarlos despectivamente en la sociedad de entonces. Pero no sólo se limitaron a eso, sino que lograron que fueran a parar detrás de los barrotes de las cárceles bajo la acusación de estar escandalizando a las comunidades y de alterar el orden público».

«Históricamente, agrega, es famoso el caso del hermano Emilio Herrera quien al ser llevado a la cárcel de Higüey, una gran multitud rodeó el recinto con el propósito de conocer a la «fiera» que, según la propaganda, «tenía cachos y un rabo».

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