“Los dictamenes de Malkún”

“Los dictamenes de Malkún”

MANUEL A. FERMÍN
El motivo de esta opinión viene por la expresión de un columnista del periódico Hoy del 16 de junio del 2006, que se empeña en permanecer de espalda a la realidad agropecuaria nacional, quien señaló “que la agropecuaria anda de mal en peor”.

No logro entender este hachazo al esfuerzo de tanta gente que se ha dedicado a elevar el valor del campo dominicano. ¡Qué fácil es para un burócrata que ha aportado tan poco desde las posiciones oficiales para expresarse con ese desparpajo!.

El contacto con la realidad nacional sólo ha servido para vaciar su bilis y su resentimiento a productores, técnicos y autoridades que con acrisolada honradez y rectitud en el servicio han logrado recuperar el sector agropecuario, dejado en estado de postración total por el gobierno más incompetente que ha tenido la República.

Como hombre que cree uno maduro por la experiencia y avezado en economía para no dejarse atrapar por las acrimonias políticas, nos deja perplejos por su irrespeto y actitud contradictoria. Ahora lo vemos dando consejos como oráculo de la República bajo las insanas influencias del sectarismo político, después de ser un hombre comprometido con el escándalo. Él sabe cómo se han revertido las cifras en la Agropecuaria, pues hace solo 22 meses que dirigió una importante institución del Estado y conoció en detalles las miserias de esa “gestión” pública tan cuestionada: escaso financiamiento, rezago tecnológico, sistema de comercialización oneroso al productor, concentración rural de la pobreza, baja oferta agroalimentaria, setecientos millonesß de pesos en deuda por pignoración de arroz y descapitalización del Bagrícola; los caminos rurales y canales de riego abandonados, crecimiento negativo del sector (-2.6%), productores desbandados por la crisis de los precios de los insumos, altísimas tasas de interés, nichos de exportación perdidos, préstamos atados por comisiones, etc. Esta es la herencia donde había razones para decir lo que él dijo porque las evidencias eran tan obvias, tan de bulto que no podían ocultarse, y aún así, no merecían la crítica tan abarcante.

Con un enfoque que podemos formarnos una idea adecuada de la realidad, el Subdirector General de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), José Gabriel Da Silva, nos dice: que “el proceso de recuperación del sector agropecuario dominicano ha sido tomado de modelo por los Ministerios de Agricultura de países de  Centroamérica y el Caribe” (Listín Diario, lunes 26/6/2006, Pág. 3, sección D).

El injuriado sector ha crecido un 19.6% en el primer semestre de este año, y viene haciéndolo en forma sostenida desde que fue colapsado en el 2003, resultando una contundente respuesta a lo esgrimido por su severísimo crítico.

Los productores agropecuarios siguen aportando su laboriosidad para generar riquezas que le han permitido a muchos sin méritos blindarse económicamente bajo el arrullo de jugosas pensiones que no han logrado alcanzar verdaderos próceres de la nación.

¿Cuál ha sido la abnegación que le ha permitido al dueño de la expresión desafortunada sostener su admirable posición económica por vía de las facilidades que le otorgaron sus conmilitones?

La lección que se desprende de un hombre tan bien guarnecido privilegiadamente por las arcas públicas para hacerle críticas al “dispendio en los gastos públicos”, “a los subsidios que entierran la economía”, al “por qué se avanza poco en la lucha contra la pobreza”, etc., es que estamos en presencia de una personalidad camaleónica para pasar con facilidad de actor a espectador, que levanta su voz airada, y no precisamente para hacer votos de contricción sobre la tumba de la maltrecha economía dejada por él y sus compañeros, sino para dar dictamenes en donde ni siquiera edificó los suyos.

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