“Los huecos del Alma” en el dibujo de Carmen Almonte

“Los huecos del Alma” en el dibujo de Carmen Almonte

Reafirmando su intrínseca necesidad de comunicar preocupaciones vitales de su discurrir como ser humano pensante y como artista sensible que le conmueven los problemas sociales y la pérdida de valores en este mundo globalizado, Carmen Almonte, se refugia en la técnica del dibujo y su mágica capacidad de proyectar emociones, transmitir mensajes con líneas, formas, el uso del claroscuro y la luz difuminada en las superficies de sus piezas, que acoge con el sugerente título, “Huecos del Alma”, una vía expedita con la que nos convoca a su primera individual, ejecutada en el lenguaje del surrealismo figurativo.

Valiéndose de un amplio repertorio de símbolos de palpitante actualidad y teniendo como leit motiv los 7 pecados capitales y otras aptitudes que de ellos se derivan, Carmen, construye toda una parafernalia alrededor de la lujuria, soberbia, pereza, avaricia, la gula, la ira y la envidia, y también se apropia del poema de T.S. Elliot, “Los Hombres Huecos”, circundado de vacíos ancestrales, agobiados por la frivolidad de la sociedad actual, donde los antivalores sustituyen las normas que por años han servido de guía bienhechora a nuestros estamentos sociales.

 Con un dibujo minucioso, que denota tiempo de dedicación y fuerza expresiva, la blancura del papel la enriquece con el negro del carboncillo y con esos elementos desfilan sus preocupaciones sobre los pecados capitales. La soberbia que la simboliza con el fuego demoledor que brota del cerebro y el puñal que siniestro pende de la intención dañina e incontenible, o la ira a la que aborda como un huracán de pelo revueltos y la mirada salida de sus orbitas, con la intención evidente de dañar, desdeñando los motivos valederos, mientras que la lujuria la simboliza con el cuerpo femenino envuelta en la vorágine de la pasión sin tiempo ni límites posibles.

La envidia, ese flagelo mortal y autodestructivo y corrosivo, lo aborda desde la postura desnuda de una fémina que anhela adornar su bello cuerpo con los abalorios  sustraídos a su dueña en un momento de descuido; Dos amantes se aproximan en lujurioso encuentro donde fluye el deseo en sus miradas y lo recrea en la mítica manzana extrapolada del paraíso terrenal cuya mordida, por Adán, en un acto de soberbia legó al mundo del pecado capital, por el que pagamos todos los mortales.

La pereza descansa en un mullido sofá rodeada de relojes simbolizando la búsqueda del tiempo perdido, y la gula la recrea con abundancia de alimentos engullidos por una hermosa mujer cuyo único objetivo vital es saciar sus vacíos, más emocionales que físicos, mientras la codicia la representa con abundancia de dólares, joyas y la vanidad la representa con los elementos rituales del ajuar femenino remarcado con las señales actuales de la tecnología en la que un celular y el chips de computadora que se instala en las sienes del maniquí cuyo rostro cercenado sonríe entre ausente y complacido.

Libélulas, y relojes los tráspola interpretando lo efímero del tiempo, huecos que evocan nuestros vacíos existenciales, la tecnología por encima de lo humano son algunos de los símbolo más notables de esta prometedora entrega de Carmen Almonte.

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