“Los ruteros” surfean en Perú sobre “caballitos de totora”

“Los ruteros” surfean en Perú sobre “caballitos de totora”

Huanchaco (Perú). EFE.  Los expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA aprendieron este martes cómo se fabrican los “caballitos de totora”, tradicionales embarcaciones pesqueras de la localidad peruana de Huanchaco, para después surfear sobre ellas en aguas del océano Pacífico.

La elaboración artesanal de estas peculiares tablas de surf se remonta a unos 4,000 años, período muy anterior a la expansión de la cultura mochica en la costa norte de Perú, del siglo I al VIII después de Cristo.

Tradición que dura.     En la actualidad, sólo 30 pescadores mantienen en Huanchaco la tradición de la pesca en «caballito de totora», algunos de los cuales enseñaron hoy a los ‘ruteros’ el arte de su construcción a base de «totora», planta acuática que forma la base de la embarcación.

Junto al campamento instalado días antes en plena costa del Pacífico y a escasos kilómetros del pueblo, los expedicionarios aprendieron cómo se extrae la «totora» de pequeños humedales de 30 a 40 centímetros de profundidad para luego esperar a que se seque.

Esas totoras se unen después hasta formar cuatro «tercios o bastones» denominados «madres», los más grandes, e «hijos» los pequeños, que encajan uno sobre otro al ser atados con hilos de nylon.

El siguiente paso es unir cada uno de ellos entre sí con una gruesa cuerda de nombre «huancana» hasta formar el caballito, cuyo peso final es de 25 kilos.

El peruano José Mercé, conocedor de la técnica de la fabricación de los «caballitos de totora» y pescador en Huanchaco desde hace 51 años, explicó a Efe que en el proceso de fabricación de uno de ellos se invierte apenas una hora.

Las embarcaciones tienen un tiempo de vida de dos meses, «porque el agua salada acaba por afectar al material».

«Salimos a pescar de madrugada, de dos a seis horas, pero eso no garantiza que la pesca sea buena, porque el pescado también tiene su horario», señaló.

Mercé asegura que tanto «El Niño» como otros fenómenos naturales han afectado a las especies marinas, que han variado a medida que la costa se ha visto alterada por fuertes lluvias, terremotos y erupciones volcánicas.

«Hace cinco años que la pesca ha bajado bastante. Antes podíamos sacar unos 50 kilos de pescado, ahora no sacamos más que 10 para vender a los restaurantes del pueblo o llevar a la ciudad», dijo.

Padre de seis hijos, cuatro mujeres y dos hombres que están dispuestos a seguir con la tradición de la pesca en totora, Mercé auguró que las futuras generaciones seguirán empleando la peculiar embarcación para ganarse la vida.

Lo único que ha cambiado, aseguró, es que ahora «podemos ver la previsión del estado del mar por Internet y así saber cuándo es buen momento para salir».

«Los días de luna, con el cielo despejado, son los mejores, porque con el resplandor de su luz en la superficie del agua se ve al pescado cuando corre», añadió.

Los pescadores más veteranos aseguran que navegar en el «caballito de totora» es «como surfear haciendo acrobacias» y por eso los expedicionarios de la Ruta Quetzal quisieron comprobarlo «in situ».

Temerosos al principio, los jóvenes ‘ruteros’ disfrutaron como nunca del vaivén de las olas bajo las embarcaciones y regresaron después calados hasta los huesos al campamento.

Sin tiempo ni para reponer fuerzas la expedición de la Ruta Quetzal BBVA visitó luego el complejo arqueológico de Chan Chan, capital religiosa y administrativa de la Cultura Chimú, que floreció entre los siglos IX al XV después de Cristo en la costa norte de Perú.

Al final.     Los expedicionarios concluyeron la jornada paseando por las calles de la ciudad de Trujillo, donde recordaron la figura del que fuera su obispo, el español Baltasar Jaime Martínez Compañón.  

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