“¡¡¡Mal educados!!!

“¡¡¡Mal educados!!!

Los viajes a Santiago se hacen cada vez más incómodos… Es, como dice Simón, casi una tortura china… ¡Cuidao caray! –grita Píndaro- ¡Ese loco del diantre nos va a arrastrar!

Esta escena es casi diaria en nuestra obligada ruta a las ciudades de Bonao, La Vega y Santiago.

“Cuando me pongo tras el volante y voy a prender el vehículo, me persigno tres veces… Y no es por dármela de devoto… Es que, si no me encomiendo a Dios, uno de esos locos guagüeros y pataneros me van a fuñir en la Autopista Duarte” -exclama Simón.

“Pero… ¿Y no disque en la carretera hay ya muchísimas guagüitas del Ministerio de Obras Públicas con los Amet para evitarnos asaltos y contratiempos?” -cuestiona Píndaro a su chófer-…. “Lo que está ocurriendo, en las mismas narices de los motorizados que tienen los jugueticos esos a los que llaman ‘radares’, y frente a las camionetas estacionadas cada tantos kilómetros, es que los choferes de las guaguas de pasajeros –no importa de qué compañía privada sea, porque todas están haciendo lo mismo- se toman el lado izquierdo de la vía (pegados al muro de división del centro) y van todo el trayecto como perros por su casa y a toda velocidad –a veces a 125 kilómetros por hora-, cargados de pasajeros, sin importarles el principio de que la vía de la derecha se hizo para ellos, en velocidad por debajo de lo máximo”.

“Ay Don Píndaro”- exclama Simón- “Y pensar que adentro de las guaguas van niños, viejitos, jóvenes y adultos que, la mayoría de las veces, duermen durante su viaje y no saben que un ‘mardito’ loco del diantre cree que la guagua que está manejando es para echar carreras en esta autopista Duarte…”.

“Pero Simón,” –refiere Píndaro- “esos choferes van de corbata y camisas planchadas… Tú no debes criticarlos tanto… porque ‘son muy educados’… Saben leer sus cheques cada quincena y firmar sus hojas de ruta cuando terminan sus viajes. Eso te dice a ti, que están muy preparados para hacer lo que más quieran en la carretera… Ellos, se dan el derecho de hacer rebases como les da la gana… mantener velocidades sobre lo permitido, con el cuento de que sólo lo hacen para rebasar, cuando todos los que andamos en la misma autopista que ellos sabemos que no es cierto…”.

No han pasado ni diez segundos, cuando se oye el mismo Píndaro que grita: “¡Cuidado, Simón!… ¡Ese camión del diantre por poco nos tira pal’ paseo!… ¡Despégatele, que ahorita también nos rompe el vidrio delantero de una pedrada que tire de sus mellizas, pues ni siquiera protector contra eso tienen!”.

“Mire, Píndaro, mientras hablábamos de las locuras y falta de respeto de los choferes de las guaguas privadas de pasajeros, yo iba contando los camiones que estaban compitiendo con ellas, por lograr un puesto pegado al muro del centro y no usar la vía de la derecha en la autopista. Parece que a esos tipos nunca los han educado… o, podríamos decir, que son mal educados” –reflexiona Simón-. “A la mayoría de los choferes de guagua privadas, y de los patanistas… sólo les entregan las guaguas y los cabezotes -muy pintaditos por cierto- pero ni siquiera les enseñan lo importante que es la vida… propia, y de los demás… Parece que les pagan por viaje, o por un sueldo con incentivos… y eso es lo que les importa… ¡Al carajo los pasajeros y los demás automóviles en la vía!…”. 

“¿Y qué habrá de hacer AMET y las guagüitas del Ministerio en la Autopista Duarte, para corregir la mala educación de estos choferes que provoca entonces este desastre?

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