“Memorias de Concho Primo” de José Miguel
Soto Jiménez ¿historia, novela o narración?

<SPAN>“Memorias de Concho Primo” </SPAN>de José Miguel<BR>Soto Jiménez ¿historia, novela o narración?

POR JESÚS DE LA ROSA
El libro  “Memorias de Concho Primo” del teniente general en retiro del Ejército Nacional José Miguel Soto Jiménez ha sido objeto de comentarios encontrados de parte de historiadores y de críticos, quienes no se han puesto de acuerdo en cuanto a la calidad literaria y a las características de género de dicha obra.

¿Es un ensayo histórico, una novela o un relato?

¿Se trata de un valioso aporte a la historiografía nacional o de una narración irreverente salpicada de expresiones vulgares, que a rato pretende ser historia y en momentos novela?

Durante el Renacimiento y hasta principios del siglo XIX se creía en la existencia de un sólo modelo para todo trabajo científico al que las otras disciplinas estaban subordinadas. El declive de esa concepción comenzó a principios del siglo XX con el estudio de Hilbert y Gödel sobre los métodos de investigación empleados en la física y en las  matemáticas que llevó a la conclusión de que en ambas disciplinas  existían  áreas carentes de precisión  en las que prevalecía el pensamiento intuitivo. 

La convicción de que la no-existencia de una ciencia ideal  y el énfasis puesto sobre la peculiaridad de cada disciplina ha estimulado la investigación empírica, lo que ha dado lugar a que hoy se pueda abogar por la unidad de las ciencias, exigir que el lenguaje científico sea preciso, y que sean abandonadas las proclamas dogmáticas a favor de una supuesta jerarquía en el orden de los conocimientos.

 ¿Qué sucedió con la historia y con otras disciplinas después que se derrumbaron las creencias sobre la estructura jerárquica de las ciencias y que dejó de aceptarse la tesis sobre la existencia de un sólo modelo para todo trabajo científico?

Que se incrementó el interés por la investigación en esas áreas, a tiempo en que se emplearon  nuevos métodos de escurrir la realidad.

 Pero, aquí se continúa aceptando la existencia  de una sola manera de reconstruir el pasado; aquí permanece la división entre historiadores tradicionales como José Gabriel García, Antonio Delmonte y Tejada, Marino Inchaústegui y otros,  y científicos de las ciencias sociales al estilo de Juan Isidro Jimenes, Franklin Franco, Roberto Cassá y de otros.

El general José Miguel Soto Jiménez da muestra en su libro “Memorias de Concho Primo”  de no interesarse en ese tipo de discusiones. El militar y laureado escritor no rehuye la discusión, simplemente, como buen soldado que es, elige  su propio campo de batalla, manteniéndose presto a defender su verdad, y su honradez en el análisis del pasado.

Ocupado en sus investigaciones, Soto Jiménez deja que sean otros los que participen en la controversia sobre la posibilidad o imposibilidad de que el hurgar en el pasado sea un quehacer científico, y de que exista o no una sólo manera de hacerlo.

Cuando a Santo Domingo llegaron las noticias de que el General Pedro Santana había retirado sus tropas a Baní luego de derrotar a los haitianos en  la Batalla del 19 de marzo, Juan Pablo Duarte, investido con el rango de general de brigada, solicitó y obtuvo de la Junta Central Gobernativa presidida por Tomás Bobadilla la autorización de salir hacia el Sur para auxiliar al caudillo en su campaña contra los ejércitos haitianos. La Junta le encargó a Duarte asistir a Santana y a sucederle en el mando en caso de que faltara. El fundador de la República arribó al campamento de Santana el 23 de marzo de 1844 y de inmediato surgieron la diferencia entre éste y el caudillo. Duarte era partidario de que el Ejército Libertador pasara a la ofensiva, en tanto que el general Santana insistía en permanecer a la defensiva. El triunfo de las armas dominicanas en las Batallas de El Memizo, El Número y de Las Carreras probó la validez de la táctica del general Santana de esperar la acometida y contraatacar al instante.

Es admirable la forma en que Soto Jiménez describe en las páginas 92 y siguiente de su libro “ Memorias de Concho Primo”  ese primer y único encuentro entre el general Pedro Santana y Juan Pablo Duarte: “Al fondo estaba el inconsulto caudillo aquel, todo silencio. Siete coroneles arrieros le rodeaban con la extraña petulancia de los héroes. El caudillo hinchó por instinto su pecho semidesnudo, por los apremios de un calor sin nombre, propiciador de sofocos, mientras Duarte se dibujaba al trote corto entre los vaporicios del sendero. Su secretario personal al igual que Juan Eraso, esperaban a Duarte con emoción porque lo conocían y admiraban. Pero tenían también el convencimiento de que eran testigos de un hecho trascendente en la vida de ese animal curioso que es la historia, que ni el mismo Santana valora más allá de la agresión que él decía le habían hechos esos políticos de mierda de la Capital. “Envainándolo a él, carajo “ que había salvado la República y que la libraría de los peligros que la acechaban, si lo dejaban obrar con sus argucias de patrón mañoso. Yo le pelé bien el plátano a esos mañosos y le dije bien claro que yo venía a esa vaina con mis gentes a joderme si yo mandaba, le dijo el caudillo a sus subordinados, en lo que Duarte llegaba al sitio con su Estado Mayor “   y como el laureado escritor expone la imposibilidad de que el Fundador de la República ejerciera el mando de un ejército de “mascadores de anduyo”  y de peones:  “ Saludos de obligación dieron paso a que Duarte le extendiera con mano firme, tras un instante que pareció muy largo, el despacho oficial al hatero, quien lo recibió con un fingido desinterés de  “ya lo sabía “ acompañado de una mueca de desprecio ritual muy suya que le desfiguraba la línea de los labios hacia la derecha. Lorenzo Santamaría, el maestro que fungía como su secretario personal, temió lo peor cuando el caudillo le pasó el documento sin leerlo, repitiéndole al patricio lo que había dicho anteriormente en el momento de su partida hacia el sur a Juan Esteban Aybar, a Francisco del Rosario Sánchez que no era otra cosa que su firme decisión de no compartir el mando con nadie, amenazando con largarse de vuelta a su casa a engordar puercos, para que se jodiera la vaina, llevándose su ejército, sus bestias,  sus machetes y sus jusos y la enorme congregación de sus compadres, que habían venido con él hasta aquí, cuandole enseñó con su sable los bordes por donde se desbordaron los potreros del este”.

Soto Jiménez expone en la página 83 de su libro “ Memorias de Concho Primo “los rasgos más destacados de la personalidad del héroe de la Batalla de las Carreras: “ Santana es en sí más sincero que taimado, aunque sea las dos cosas a la vez. Su naturaleza no le permite domesticar sus emociones, las cuales por lo regular sirve con que nacen de su corazón. Es cierto que de vez en cuando torea circunstancias para asumir el juego y el rejuego de esas pasiones terribles de los hombres, en que el destino, de sopetón, lo ha colocado en sus aprestos de recio domador “         

La mayoría de los testimonios y noticias que nos proporcionan el conocimiento de los hechos históricos nos han sido transmitidos por el lenguaje. La lengua es una especie de filtro que retiene las distintas etapas de formación de una nación y su cultura junto a los contenidos imaginativos y símbolos sentimentales que se añaden. Sin el debido conocimiento del lenguaje es imposible valorar y explicar las exteriorizaciones intelectuales yacentes en el alma de los pueblos.

En materia de historia, es clara la distinción entre la investigación en sí misma y la calidad del lenguaje en que ésta se expresa; y lo es más que en cualquier otro ámbito de la actividad intelectual.

Como es práctica y costumbre que los libros de historia revistan una forma artística, el historiador debe de poseer un dominio completo de la lengua. Y es, precisamente, de ese dominio del que da muestra poseer José Miguel Soto Jiménez en su libro “Memorias de Concho Primo”.     

El historiador, además de presentar la existencia económica y los valores espirituales del conglomerado, deberá contribuir a resucitar las pasiones y las aspiraciones de los hombres de una época determinada, dando a conocer en el presente  lo que en el pasado fue júbilo y desolación. Su misión no es sólo la de presentar documentos, cuadros y gráficos; también, deberá procurar que sus lectores vivan en su obra lo que otros ya vivieron. Y para ello deberá poseer la mayor capacidad posible de expresión de los medios lingüísticos. 

En su libro “Memorias de Concho Primo”  José Miguel Soto Jiménez da muestra de que posee amplios dominios de los recursos lingüísticos como para hacer que el lector viva lo que otros ya vivieron siglos y años atrás. Muestra de ello es la forma en que expresa los deseos de libertad de los dominicanos después de treinta años de dictadura: “Celebrar nuestras gestas personales sin la obstinada referencia. Casarse, cumplir años, bautizar y morirse uno, por uno mismo, sin tener que agradecerle. Maldecir, renegar, encojonarse sin que lo tergiversen, creer o no creer, recapitular, carajear la vida, irse para el carajo cuando le venga en ganas. Nombrar a sus hijos, con el nombre preciso, escoger el santo de su conveniencia, cambiarse de patrono, escoger virgen, bañarse en La Toma y oír en la radio estaciones de afuera. Ser compadre de quien le dé la gana, comadrear libremente, emparentar a patas sueltas, confirmar, hacer primera comunión, casarse y recibir la extremaunción sin su tutela. Jugar un pollo en contra del teniente, escupir redondo. Algún día podremos librar nuestros hijos del padrinazgo obligatorio, echarle agua al muchacho sin la ayuda del partido, dejar de agradecerle la caja y el café, llevarse a la hembra por la palma. Quizás, un día de estos, podamos pisar un guardia sin querer, en una fiesta, evadir el cabo picoteador, dejar de mantener el puesto, no reservar la gallina del alcalde, enamorar la hija del sargento. Alguna vez, quizás, le devolvamos las palmas a las cuya   ya, quitándoselas al otro, y podamos bailar con el machete al cinto y guindarnos el cuchillo donde quiera. Quizás, algunos días de estos, podremos tener guardias que lean al derecho, poetas que no lo celebren, doctores que no lo alaben, licenciados que no lo justifiquen, borrachos que al fin de cuentas, al terminar la fiesta, no le salgan la vaina de ¡ Viva Trujillo, carajo! Tal vez algún día se acabe el chivateo y los vecinos no se jodan los unos a los otros con el pecado capital de que habló mal del hombre o de que vive acabando con el Jefe “

Desde las primeras páginas del libro “  Memorias de Concho Primo “  sobresale la tradicional forma de exponer empleada por su autor, la de  un narrador omnipresente que se encarga de ofrecer todos los detalles de la historia: ambientación, caracterización de los personajes,  y explicación minuciosa de lo acontecido.

Cierto es que la forma de exponer y valorar los hechos históricos  de José Miguel Soto Jiménez guarda distancia de la empleada  por Franklin Franco, Roberto Cassá y por otros historiadores de vanguardia; pero, se trata sólo de una cuestión técnica que no debe afectar  la valoración intrínseca de su libro “Memorias de Concho Primo”.

Prestémosle atención a este párrafo: “ Después en medio del temor y la fanfarria sandunguera, les entregamos entusiastas las claves de nuestra idiosincrasia, las llaves de nuestros santuarios tutelares y nos manipuló con ellas el alma por treinta largos años. Pero lo de las tres hermanas no tuvo nombre, ni perdón de Dios, ni de los santos, fue un hecho injustificable, aborrecible, intolerable, más allá de la culpa y las disculpas, fue un crimen odioso, ominoso, execrable, antipático, repugnante, y repulsivo, útil para justificar la bestia, el despropósito, soltar la rabia, sembrar la ira, y levantarse al fin de los altares, apagar las velas, acabar el hechizo, y encaminar la acción cuando más pronto mejor, carajo “

En el libro de Soto Jiménez “Memorias de Concho Primo” aparecen páginas enteras dedicadas a descripciones paisajísticas y a recrear escenas costumbristas. Esa obra tiene un carácter eminentemente alegórico sobre cómo su autor valora la sociedad dominicana desde los tiempos coloniales a los  de la dictadura trujillista.

Los temas tratados en los artículos que José Miguel Soto Jiménez suele publicar en el periódico “Listín Diario” encuentran en sus “Memorias de Concho Primo”  una síntesis que equivale a una conclusión, a un punto final.

Con todo y pistola al cinto y las tres estrellas de general, el autor de “Memorias de Concho Primo”  figura entre los escritores destacados de la literatura dominicana de hoy.

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