“Mi vaso verde”, de  Altagracia Saviñón

“Mi vaso verde”, de  Altagracia Saviñón

Este es el poema “Mi vaso verde”, de Altagracia Saviñón (28/sept./86 –  23/dic./42), dominicana eminente, hija de descendientes canarios, y proveniente de una familia donde hubo otros poetas.

 Mi vaso glauco, pálido y amado,

donde guardo mis flores predilectas,

tiene el color de las marinas algas,

tiene el color de la esperanza muerta…

Las flores tristes, las dolientes flores

en el agua del vaso se refrescan,

y bañan sus corolas pensativas

en una blanca idealidad de perlas.

Y luego se van lejos… se marchitan

abandonadas, pálidas, enfermas,

muy lejos del cariño de ese vaso

que es del color de la esperanza muerta.

Y cuando sola, pensativa, herida

por la eterna nostalgia,

siento un perfume triste, moribundo,

que llega hasta mi alma…

pienso en mis pobres flores, las marchitas,

las enfermas, dolientes y olvidadas,

que antes de marchitarse se despiden

tristísimas y trágicas

de ese vaso de pálidos reflejos

que es del color de las marinas algas…”

Según el doctor Zaglul, mi maestro, Altagracia Savinón era una persona con ‘esquizofrenia paranoide’, por lo que fue ingresada en nuestro hospital psiquiátrico. Sus obras se perdieron, porque debido a su condición mental, a nadie se le ocurrió recogerlas y publicarlas en un libro. Este poema fue publicado en 1903, en una revista latinoamericana, y por él algunos la consideran pionera del modernismo en el país. ¿Cuántas personas como Altagracia Savinón podríamos tener en nuestras listas de personas con trastorno con déficit de atención e hiperactividad, ceguera, daño cerebral, sordera, problemas de aprendizaje, discapacidad médica, discapacidad física, discapacidad psiquiátrica o discapacidad del lenguaje?

Una paradoja de la condición humana es que la virtud coincide con el defecto. El súper hombre no existe, y por lo general sirve de excusa para conculcar derechos de los otros. Aunque los estudios médicos se hacen a partir de un supuesto ser humano normal, esa condición no existe, pues, todos tenemos defectos. Si todo humano es defectivo, la discapacidad es humanidad plena, y su trato debe hacerse, no desde sus defectos, sino desde su humanidad. Por esto debemos hablar de una ‘persona ciega’, ‘una persona con esquizofrenia’, o ‘una persona con parálisis’, en lugar “un ciego”, “un esquizofrénico” o “un paralítico”. Este reto se dificulta debido a que condiciones que no implican defecto, como raza o sexo, son tratadas como tales, lo cual nos impide ver la humanidad plena en nosotros mismos o en los demás por estas cuestiones.

Debe rechazarse el modelo médico en el manejo de las discapacidades, pues solo diagnostica los defectos, descuida las fortalezas, y prescribe la exclusión y no la inclusión. Las personas discapacitadas deben ser educadas y/o laborar junto al resto de las personas de la comunidad. Este abordaje integral tiene que comenzar desde la sociedad, a fin de lograr el apoderamiento del sujeto y su mayor grado de independencia funcional. La “rehabilitación desde la comunidad” es preconizada por organismos internacionales como: OIT, UNESCO, y OMS, como una forma de promover al mismo tiempo la reducción de la pobreza, la inclusión social y la mejoría de la calidad de vida de las personas con discapacidad. El objetivo es “que las personas discapacitadas puedan sacar el máximo provecho de sus facultades físicas y mentales, se beneficien de las oportunidades y servicios comunes y alcancen la plena inserción social en el seno de la comunidad y la sociedad”. Con un poquito más de precisión la sociedad debe abordar la discapacidad desde familia, a fin de que padres y madres puedan disponer de las herramientas necesarias para el manejo de hijos especiales. Como responsables directos de los individuos menores de edad, los progenitores constituyen el recurso idóneo para aplicar tanto medidas preventivas como el abordaje de las situaciones de discapacidad.

Esto se había logrado desde el método PORTAGE, en el que los padres reciben adiestramiento para el acompañamiento de hijos con problemas de aprendizaje, y sensorio-motrices. Algo similar se ha demostrado con los enfermos mentales, donde la psico-educación de los padres, acompañando a la terapia farmacológica, reduce el número de recaídas. Un estudio de este mismo año (2013) concluye que para el abordaje del déficit de atención con impulsividad, el entrenamiento de los padres para el manejo conductual de sus hijos es más efectivo que los psicofármacos. La mayoría de los estudios venían confirmando que la disfunción familiar produce o empeora algunas condiciones de discapacidad, por lo que intervenir a nivel de la familia puede ser una medida de prevención primaria, y también una medida de prevención secundaria, puesto que previene la dependencia que se crea por el consentimiento de hijos discapacitados. Se obtienen los mejores resultados cuando los progenitores reciben instrucciones generales sobre la crianza de los hijos, e instrucciones especiales para la condición particular en la que se muestra discapacidad.

El nombre de Altagracia Savinón debe colocarse en el currículo de médicos, psicólogos, y otros profesionales que trabajan con gente, en la agenda de los políticos, y sobre todo para la capacitación de los progenitores, como muestra de lo mucho que podemos perder si menospreciamos a los más pequeños, tal como lo dijo Jesucristo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entrareis en el reino de los cielos… Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como éste, a mi me recibe… ¡Mirad que no menosprecies a uno de estos pequeños porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos!

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