“Misceláneos” de Alberto Bass: una visión de singular pulcritud

“Misceláneos” de Alberto Bass: una visión de singular pulcritud

Hay muestras pequeñas que son grandes exposiciones. Así sucede con el conjunto pictórico de Alberto Bass, “Misceláneos”. Veintidós obras –incluyendo un políptico-, fehacientes de oficio, concepto y mirada. Anteriormente, la Galería Nacional de Bellas Artes había presentado, del mismo artista, un despliegue impresionante de dibujos y pinturas que ocupaban los espacios de la primera y la segunda plantas,  y se referían a todos los temas tratados por el artista, pero sin pretender una retrospectiva.

Alberto Bass, ¡que no sabe detenerse!, siguió pintando, y hoy el Salón de la Rotonda acoge sus obras últimas,  que consideramos cimeras en su abundante producción. Cuadros de distintos formatos que introducen hasta una secuencia de diminutas chatarras, plasman la dominicanidad cotidiana de la ciudad, aunque no forzosamente en la capital. El barroquismo urbano se organiza aquí en agrupaciones densas, pobladas por juguetes, globos y cubos de plástico, botellas y vasos de frío-frío, basura recuperable o no, artefactos comunes y extraños al fin, ¡entre los cuales se extravía un maniquí manco! Y no faltan los improvisados talleres de mecánica, los fragmentos de carros, las piezas desgastadas pero reciclables aun -uno de los temas predilectos-, ¡cuando no están abandonadas entre la maleza y un lodazal!

Un fotorrealismo particular. Alberto Bass es, sino el único, el máximo representante del fotorrealismo  en el arte nacional. Con su dibujo preciso y perfeccionista, los motivos que él elige –cuando no son retratos de personas– interpretan la realidad popular urbana, como la percibe un ojo agudísimo. Los colores luminosos, elemento primordial, hacen resaltar el mundo dinámico y pobre de los barrios.

Ahora bien, se suele reprochar al fotorrealismo o, denominación sinónima, al hiperrealismo –esa corriente de pintura y escultura surgida hacia el 1965 en Estados Unidos y consagrada por la Documenta de Kassel del 1972–  su frialdad y su interpretación de las cosas, desprovista de alma y buscando la máxima virtuosidad factural. El cambio que opera voluntariamente esa pintura en base al modelo fotográfico, es el encuadre: el artista modifica el espacio original y generalmente lleva el objetivo al “close up” con una ejecución perfeccionista. Formas y colores buscan lo llamativo en una crónica visual… implacable en sus efectos de “trompe-l’oeil”.

Por el contrario, Alberto Bass no se detiene en un reportaje insensible, sino que pinta con emoción sus temas, sacados del ambiente criollo, vale decir del ámbito popular, callejero y barrial. Él los exalta, los describe, les comunica cariño y calidez. Interviene también la selección de los motivos –ventas al aire libre, plásticos, chucherías, letreros, grafitis, muros mugrosos, pedregales, garajes, cementerios de carros–. La composición resultante es hoy más impactante que nunca, y él la exalta con un cromatismo a la vez vivo, contrastado y riguroso, tanto en sus combinaciones tonales como en su pulcritud factural.

Sin duda los cuadros expuestos proyectan el orgullo “identitario” de su autor. Suelen atribuir al realismo una sola reacción de parte del contemplador… porque inmediatamente ese comprende y aprecia la obra, a diferencia de otros tratamientos y corrientes. Sin embargo, por gozosa y energética que sea la primera impresión, una sensación de crítica aflora. Si hay motivos “gloriosos” como los vegetales, los vasos de colores o una carrocería flamante, casi todos los demás reflejan la economía informal, la escasez, el abandono, el desorden aun. Por tanto una connotación casi se impone. La pobreza puede lucir pintoresca y pintable, pero no deja de ser una lacra social, y una pintura sin disfraces, como la de Alberto Bass, la proyecta  crudamente… aunque estéticamente el cuadro nos fascine.

Podríamos afirmar que el título de esta excelente exposición, “Misceláneos”, califica tanto a los objetos y sujetos representados como a las  diversas reacciones sicológicas que provoca en el espectador.

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