“No moriré en la mentira”

“No moriré en la mentira”

Hoy me toca cumplir con el 52º artículo del año. Uno por cada semana que ha transcurrido en 2009. Sólo ahora podrían medirse los aciertos y desaciertos en esta tarea de analizar acontecimientos y situaciones. De acuerdo con mi percepción, los hechos más notables de este período han sido los sostenidos auges del narcotráfico y de la corrupción gubernamental. Esos incrementos fueron consecuencias de la impunidad vigente para los aliados del presidente Leonel Fernández Reyna.

Empecé mi cadena de artículos de 2009 denunciando el cinismo utilizado para otorgar el indulto presidencial a Vivian Lubrano, uno de los cerebros del colosal fraude del Banco Intercontinental, presidido por Ramón Báez Figueroa. El presidente Fernández rebosó entonces la copa del cinismo cuando alegó razones “humanitarias y cristianas” para cumplir este privilegio acordado con sus asociados financieros.

Ante los numerosos escándalos de fines de 2008 provocados por las denuncias de malversaciones de los principales funcionarios del gobierno, el Presidente optó, como ya es costumbre, a convocar un seminario para discutir lo indiscutible: la corrupción gubernamental. Claro que los invitados fueron, en su gran mayoría, los que por omisión o por comisión participaban del pastel. Como principal apoyo para evadir el enjuiciamiento popular, dadas las evidencias que confirmaban la corrupción de los funcionarios, estuvieron numerosos medios de comunicación, siempre dispuestos a acomodar las noticias de manera que el Presidente saliera ileso de la crisis. Las excepciones en el análisis de los hechos provinieron de los intelectuales independientes quienes salvaban a la verdad de inminente muerte, en este país en el que muchos periodistas se venden a precio de propina.

Para desgracia del gobierno actual, empezaron a surgir entonces los inocultables vínculos de oficiales superiores y Generales con el tráfico de drogas. Ya no eran solo Tenientes y Sargentos los atrapados con las manos en la paca, sino Coroneles, Capitanes de Navío y Generales los que encabezaban la protección de los embarques de drogas y bebidas espirituosas. Bajo el mismo tenor de comportamiento, las ejecuciones de colegas narcotraficantes fueron realizadas por oficiales de alto rango de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. Ninguno ha sido condenado todavía.

El manejo escandalosamente negativo de ciertas instituciones públicas obligó al presidente Fernández a sustituir a Radhamés Segura, Héctor Rodríguez Pimentel y José Francisco Peña Guaba de sus cargos. Al abogado nunca se le ocurrió someterlos a la justicia ante tantas evidencias publicadas. Por el contrario, los protegió mientras se enfriaba la opinión pública. Sólo entonces, el doctor Fernández Reyna, acorralado por la abundancia de evidencias se vio forzado a abandonar su estado de negación permanente y admitir que la corrupción en su Administración era excesiva, aún para las normas establecidas en el período post-Bosch. Pero en vez de acogerse estrictamente a las leyes dominicanas, ahora utiliza la absurda burla de solicitar a organismos extranjeros que dictaminen si en el país hay corrupción gubernamental.

No recuerdo cuándo pronunció Juan Bosch la frase “No moriré en la mentira.” En el último lunes de 2009, treinta y tantos años después de aquella expresión, se hace evidente que aunque don Juan haya vivido con la verdad, sus discípulos no sólo viven en la mentira sino que tratan de imponer el cinismo como norma de comportamiento político.

Como mecanismo de defensa para no aceptar la responsabilidad que la Constitución impone, el Poder Ejecutivo se ha refugiado en el cinismo. El dejar hacer y el dejar pasar ha hecho que este gobierno haya alcanzado el primer lugar internacional en materia de corrupción, así como en el abandono de la educación y la salud públicas. Se convierte así en el país de mayor crecimiento económico y, al mismo tiempo, en el que la pobreza ha crecido más rápidamente. En mi artículo del lunes 20 de julio de 2009 escribí: “…la corrupción administrativa que rige la Administración actual del Estado dominicano no le es ajena al presidente Fernández, la persona mejor informada del país.” Esta sólo puede mantenerse con el consentimiento del Presidente de la República olvidador de Juan Bosch, quien no quería morir en la mentira. Y no se atisban en el horizonte señales de que Leonel vaya a cambiar de orientación.

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