El quehacer político nacional da vuelta en torno a un torbellino social caótico. Una historia de espanto. Gira y gira alrededor de los graves problemas sociales sin solución que genera su propia incapacidad, su insensibilidad y falta de voluntad política. Es como una fuente inagotable que recibe y recicla, una y otra vez, chorros de agua putrefacta que, iluminada de colores, deja atónitos a ojos inocentes, fascinados por su fastuosidad, pero que no deja de ser agua impura, contaminante, no purificada que nada aporta a eso que llamamos sanidad, bienestar, progreso y termina en fastidio y rebeldía.
El tema del paquetazo fiscal es parte de ese folklore. Con él se quiere subsanar la deficiencia presupuestaria que el boato, el derroche, el despilfarro, la corrupción y la pésima administración del gobierno, manirroto y voraz, ha producido con la doble excusa mentirosa de mejorar la educación y cumplir una imposición del FMI, que no imponía esa draconiana medida, aunque nada le importe su implementación, responsabilidad del gobierno y sus estrategas financieros y monetarios. Se tomó el camino fácil: no mejorar la calidad del agua, sino mantener girando las aspas en aguas encenegadas hasta asfixiar a todo el que no puede sacudirse del lodo. Nada que alivie la trágica situación vivida: opulencia -corrupción versus indigencia extrema.
Dejo este tema candente queriendo escaparme y trato de distraerme releyendo a mi tío Miguel Dajer Scheker, Enfoques de La Realidad Dominicana, y Otros Enfoques. Extraigo de sus artículos algunas reflexiones y me sumerjo en la misma rueda a propósito del horror del paquetazo, la inflación, el problema salarial, la interminable confrontación entre trabajadores y empleadores y sus respectivas organizaciones, que al igual que los gobiernos, no acaban ni desean entender la gravedad de la tormenta que se avecina. La lucha por la justicia social y el bienestar de las mayorías, que no ha muerto aun cuando se pretenda enterrar las ideologías, atentos sólo a sus intereses particulares y a la perpetuación del estatus quo, de un sistema medularmente injusto y explotador.
– Es sorprendente cómo a través de miles de años gobernantes de todos los tiempos no han aprendido, con la historia, la inutilidad de pretender mantener con leyes y decretos, precios y salarios ajustados a determinada situación económica prevaleciente en un momento dado y con ello detener la inflación, mal endémico de la humanidad, que azota principalmente a las clases más empobrecidas.
El problema de los salarios no se resuelve compulsivamente. Es necesario sopesar las consecuencias que se pueden originar si se festinan soluciones para ayudar a una minoría en detrimento de la mayoría.
La euforia sindical, por el éxito obtenido, no alcanza a contemplar lo efímero de su conquista. Estos aumentos serán traspasados de inmediato a los costos de los artículos y servicios, es decir que volverían al mismo punto de partida.
El liberalismo ha comprimido el mercado laboral, estableciendo límites salariales al ampliar la brecha entre ricos y pobres. El efecto deprimente de este invento de naciones desarrolladas en su intento por llevar a la ruina a la industria de los países pobres… camina hacia una realidad. Pero nosotros giramos y giramos, no avanzamos y damos otra vuelta a la rosca.