Heme aquí otra vez escribiendo para nuestro día. Otro 8 de marzo se aproxima. Un nuevo día para recordar que las mujeres somos la mitad de la vida, la mitad de los anhelos, la mitad de los retos, la mitad de los sueños. Otro día más para reclamar igualdad, para enarbolar nuestras nuevas demandas.
Escribo hoy para las mujeres que se levantan día a día a cumplir con las duras tareas que les ha impuesto la vida. Ellas, sin saber que existen quienes reclaman y gritan por sus derechos, han aportado silenciosamente a la construcción de la historia. Estas palabras nacen para homenajear a las trabajadoras domésticas, porque con sus duras tareas hogareñas permiten que otras, como yo, podamos salir, trabajar y materializar nuestros sueños. A esas mujeres que mantienen un hogar que no es el suyo. A esas que ayudan a levantar unos niños paridos por otras. Mujeres que tienen que someterse a largas jornadas laborales, a vejámenes y pedimentos tiránicos a cambio de míseros salarios. Heroínas silenciosas de otras heroínas que tienen voz propia. ¡Ironías del destino, sometimiento de unas para liberar otras!
Van estas palabras a las mujeres obreras. Las que nacieron para jugar muchos roles. Ellas no pueden pagar el sometimiento de otras. Agobiadas por el hambre y la falta de todo lo esencial, se lanzan a las calles a vender su fuerza de trabajo, en las plazas, en las fábricas, en las tiendas, en los colmados, en los bares, en los restaurantes… Y en medio de sus responsabilidades laborales tienen que responder a múltiples tareas: como obreras, como cocineras, como lavanderas, como madres y hasta como amantes. Tal vez esas mujeres no conozcan el significado de que muchas han reclamado y reclaman igualdad. Tal vez ni siquiera han escuchado, ni les interesa los discursos estridentes que pequeños grupos de mujeres vociferan y reclaman cada 8 de marzo.
Escribo estas palabras y pienso en las mujeres que por falta de oportunidades, de sueños y perspectivas futuras, por exceso de hambre y desolación, se convierten en trabajadoras de la noche, vendiendo placer, ofertando su cuerpo al mejor postor. Y pienso entonces que peores son aquellas, que guiadas sólo por el convierten estrellato efímero, se exhiben sin rubor, haciendo del morbo y la lujuria una vulgar mercancía, en este mercado donde parece que todo tiene un precio. Sí, me refiero a esas, las que publican calendarios, las que se dicen, las que se sienten mega divas, las que muestran sus senos y su falta de cerebro. Sí, estoy hablando de esas mujeres que se visten con escasos atuendos, toman los micrófonos para pronunciar las escasas 100 palabras de su universo verbal. Ellas nos denigran y pisotean las luchas cotidianas de tantas mujeres que han luchado para demostrar que podemos y debemos enarbolar la bandera de la igualdad. Grito y grito a viva voz que esas mujeres no forman parte de nosotras
Y pienso también en este día que se obstinan en llamar de nosotras, en las mujeres que decidieron ser esposas, madres y amas de casa. A las que por conciencia o comodidad se sumaron a sus elegidos, y se enorgullecen con la frase de que detrás de cada hombre hay una gran mujer. ¿Se sumarán algún día en la carrera de la igualdad? ¿Querrán ser libres alguna vez? ¿Son felices con plegarse? ¿Querrán alguna vez enarbolar su propia voz?
Y elevo mi voz por las mujeres que han quedado solas. Por su afán de conocer y profundizar lo que saben, son temidas por los hombres. Las que se destacan en sus quehaceres, las que a fuerza de tesón ocupan posiciones dirigenciales, las que han llegado por capacidad y trabajo. Al trillar su camino han tenido que pagar el precio de la soledad. ¿Cuándo llegará el día de que los hombres valoren y amen a las mujeres que son sus iguales?
Llegará otro 8 de marzo. Y volveré a escuchar de nuevo los discursos hipócritas de algunos políticos. Me haré sorda ante sus halagos. Y saldrán algunas historias en la prensa, para volver de nuevo al silencio y a las luchas de nosotras, las que intentamos vencer barreras, demostrando a cada instante, que nuestro día, no es el festejo de un día, sino la cotidianidad ganada pulso a pulso y paso a paso.
El poeta dijo que faltaban hombres pero olvidó que sobraban mujeres para hacer la canción. Marivell Contreras