“Remanentes ideológicos racistas de la esclavitud” (I)

“Remanentes ideológicos racistas de la esclavitud” (I)

POR FRANKLIN FRANCO
El lunes 22 de marzo del 2003, un  periódico nacional informó que una joven mujer dominicana de color, nombrada Francia Lebrón, nacida en El Seibo, quién se encontraba en estado de embarazo, fue detenida en la barriada de Alma Rosa, de la ciudad capital, junto a su hija de tres años, y obligada a subir a empujones a un camión militar con su niña, en una de las periódicas redadas que aquí se organizan contra los haitianos supuestamente ilegales. La señora y su criatura fueron deportadas a Haití, por la ruta de Dajabón,  junto a una veintena de trabajadores de la construcción de esa nacionalidad.

La crónica señala que otra joven dominicana, también de color, logró salvarse de la situación porque entregó a uno de los guardias que participaba de la operación, una cadena de oro que llevaba colgada en su cuello.

Mientras leía la crónica, no sin espanto, aunque la situación se ha tornado cotidiana, pensé en los motivos que han originado en nuestro país  tal grado de deshumanización.

Y lo califico así en razón de que es harto conocido que muchos ingenieros civiles, que utilizan la mano de obra haitiana en las edificaciones que construyen, muchas de las mismas levantadas bajo contrato con el Estado, en combinación con guardias, policías e inspectores de la Dirección de Migración, logran el apresamiento en las propias obras de esos trabajadores haitianos, los cuales son deportados a su nación, sin permitirles siquiera despedirse de sus familiares, y amigos, sin cobrar sus salarios, ni mucho menos recoger sus escasas pertenencias.

Apenas días después de la publicación en la prensa de la información comentada, nos llegó esta perla: un proyecto de ley sobre migración sometido al Congreso de la República,  contempla la penalización a los médicos dominicanos que asistan a las parturientas haitianas.  Ni siquiera en Sudáfrica en los momentos cumbres del apartheid se escucharon propuestas semejantes.

¡Y hay  quienes expresan con orgullo que aquí  hay absoluto e irrestricto respeto de los derechos humanos!

Y  me pregunto ¿Y cómo hemos llegado a tal grado de conducta  monstruosa? Es lo que pretendo examinar con la exposición que he titulado: “Remanentes ideológicos racistas de la esclavitud”.

En el territorio que hoy ocupa nuestra nación la primera abolición de la esclavitud ocurrió en 1801. La llevó a efecto Toussaint Louverture, quién ocupó nuestra zona en cumplimiento del Tratado de Basilea de 1795, mediante el cual España cedió a Francia la parte Este de la isla.  Esa primera abolición duró poco, pues como se conoce, los cambios políticos ocurridos en el país galo llevaron al poder a Napoleón Bonaparte y éste derogó esa importante conquista promulgada por la Asamblea Nacional de esa nación en pleno proceso revolucionario, y además, envió a la isla un poderoso ejercito comandado por Leclerc, a quién dio instrucciones especiales para que restituyera el anterior ordenamiento colonial esclavista.

Esa funesta iniciativa, a pesar del apresamiento de Toussaint, según todos los historiadores que han examinado ese período, atizó las fuerzas revolucionarias haitianas hasta el delirio, hecho que originó la primera gran derrota del ejército napoleónico, y consecuentemente, la proclamación de la independencia de Haití en enero de 1804. 

La segunda abolición de la esclavitud mantenida por España durante casi tres siglos, ocurrió en 1822, con motivo de la integración de nuestro territorio a la República de Haití.

Ese acontecimiento fue un hecho trascendental para la historia nacional, pues permitió limar las diferencias sociales y políticas por motivos  étnicos, estableció la igualdad de todos los hombres ante la ley, acorde con los principios de las constituciones francesa y haitiana, y todo ello, fortaleció el proceso de integración racial, caso muy original en la historia de Hispanoamérica.

La historiografía tradicional, durante más de cien años, a pesar de que está admitido en el acta de nuestra Independencia Nacional, el documento del 16 de enero  de 1844, que los dominicanos se integraron de manera voluntaria a la República de Haití, no acepta esa realidad y al tratar este punto en la historia que nos enseñaron en las escuelas, habla de Ocupación Haitiana, Invasión Haitiana, pero no de integración, mucho menos voluntaria.

Fruto de las contradicciones económicas, sociales y políticas que surgieron entre dominicanos y haitianos durante esa integración que duró veintidós años, y sobre todo, de la conversión de Boyer en un déspota que abandonó los principios liberales de los primeros años de su gobierno, inclinándose, incluso, por establecer el carácter vitalicio de su mandato, la idea a favor de la separación, primero, y luego de la necesidad de la independencia fueron creciendo de manera vertiginosa entre los dominicanos, impulsada esta última corriente, por la difusión en el seno de la clase media y de importantes sectores del comercio, de los ideales nacionalistas consagrados por Juan Pablo Duarte, con la fundación de La Trinitaria en 1838.

Sin embargo, el hecho de que alcanzáramos nuestra independencia en 1844, en dura brega con Haití, nación integrada predominantemente por descendientes de africanos, unido a la fuerza  que fue adquiriendo el racismo en todo el mundo en aquella época, facilitó aquí el surgimiento de una corriente pseudo-nacionalista, patriotera, impregnada medularmente por la tesis de la desigualdad entre los hombres por cuestiones de raza.

Esa corriente, que explica las causas de la Independencia Nacional, en razón de la fuerza de la cultura hispánica y de la religión católica  en nuestra idiosincrasia y en nuestras tradiciones, es decir, en nuestra identidad como pueblo, vigente durante casi doscientos años como política del Estado, está aún presente en una buena parte de la población   dominicana, sobre todo, en los altos círculos de la rancia oligarquía, de la burguesía y de algunos sectores de la clase media. 

 En consecuencia, las huellas del sistema esclavista-colonial  atraviesan toda nuestra historia y alcanzan hasta nuestros días, permaneciendo como un remanente ideológico alienante que niega los auténticos  valores morales, culturales y espirituales, de nuestra sociedad.

VEAMOS:

Señala la señora Rosa Duarte, hermana del patricio Juan Pablo Duarte, principal ideólogo del movimiento independentista, que en una de las reuniones en la que se discutían detalles de ese proyecto, cruzó por el lugar un pariente cercano del dirigente independentista y que al notar la ausencia de negros y mulatos en la misma, les expresó que mientras no integraran a sus propósitos a éstos,  las ideas  independentistas no avanzarían.

Todo indica que Duarte escuchó el consejo, pues a partir de ese momento varias personalidades de color fueron sumadas al movimientos trinitarios.  Entre otros, Francisco del Rosario Sánchez, Mella y los hermanos Puello, todos de gran arrastre entre las masas populares. 

Es decir, Duarte añadió a su estrategia, la necesaria integración racial en su movimiento, como fórmula esencial que permitiera reunir las fuerzas sociales indispensables para llevar a realidad su propósito.

Tales ideas están expresadas en unos versos que escribió, que dicen así:

“Los blancos, morenos, cobrizos cruzados, marchando serenos, unidos, y osadosla patria salvemos, de viles tiranosy al mundo mostremos que somos hermanos”.

(Rosa Duarte. Apuntes de Rosa Duarte. Instituto Duartiano. El Caribe 1970. Santo Domingo.) Pág. #122.

Sin embargo, no fueron pocas las dificultades que el principal ideólogo del movimiento independentista dominicano encontró en su camino.

Señala también su hermana, que cuando Juan Pablo Duarte presentó a sus compañeros una parte del proyecto de Constitución que elaboraba, donde se expresaba, que:

“La ley no reconoce mas vileza que la del vicio, ni más nobleza que la de la virtud, ni más aristocracia que  la del talento, quedando para siempre abolida la aristocracia de la sangre, contraria a la unidad de la raza, que es uno de los principios fundamentales de nuestra asociación política”, encontró la resistencia de varios de los integrantes de su grupo, y que el patricio en un momento de indignación, rompió  el documento.

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