“Revolución bolivariana”

“Revolución bolivariana”

PEDRO GIL ITURBIDES
Cualquiera diría que el plebiscito destinado a conocer el parecer de los venezolanos respecto de la ley fundamental del Estado federal, marcó un antes y después para Hugo Chávez Frías. En realidad, hace tiempo quedaron abiertos los espacios temporales de su llamada «revolución bolivariana». Y no precisamente porque él, en un sesudo trabajo de gabinete hubiere elaborado la trayectoria, sino porque su carácter la definió. Combativo, intolerante, vehemente, irascible, soberbio, ha transferido estas características de su genio a su mandato.

Y esto le restará posibilidades de establecer con proyección intercontinental su «revolución bolivariana». Los elementos propios de ese movimiento, al margen de cuantos él hubiere definido desde su intentona de levantamiento contra el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez, debieron centrarse en puntos relativamente simples. Al verlo actuar desde nuestro país, los concibo del modo siguiente. Ejercicio de la soberanía plena de los derechos de nación soberana e independiente. Y en este camino, vigencia de la autodeterminación en cuanto relaciona a la nación soberana, y su Estado, con otros pueblos y sus Estados.

Tal vez porque está consciente del papel que moralmente se asigna a naciones con mayores recursos, ha establecido programas de cooperación petrolera frente a países que no producen este hidrocarburo. La República Dominicana se beneficia de estas políticas, en cierta forma, interesada. Porque no debemos olvidar, aunque le demos gracias por la distinción de que hace objeto a nuestro país, todos los periquitos que pone.

En materia de políticas nacionales, intenta la práctica de la justicia social y, en cierto modo, de la justicia distributiva. Estas políticas, por supuesto, se encuentran constreñidas en los alcances que pudieran lograrse, por un mal atávico en nuestra raza. Y quién sabe si propio de todo el género humano. Me refiero a la proclividad a disponer para bien propio de aquello que es del procomún, o que, al menos, no es nuestro. Buena parte de los amplios beneficios que pudiera derivar el pueblo de su nación quédase en las uñas de sus acólitos y adláteres. Pero es impropio de conejo decirle al burro orejú. O viceversa.

Desde que sus relaciones personales con Fidel Castro fueron intensificadas, asumió otros perfiles públicos. En razón de la común desavenencia con gobiernos de los Estados Unidos de Norteamérica, adoptó nueva terminología para su léxico político. Por ejemplo, a su revolución bolivariana, como la denominaba en principio, le añadió el mote de socialista. De hecho, la consulta en la que resultó derrotado por pírrico margen, se destinaba a asumir el término socialista para el ejercicio político que mantiene. De socialismo habría de tener el período subsecuente a la reforma constitucional, lo que tengo yo de tailandés. Pero le placía asumir el mote, sin duda como concesión a su amigo Fidel.

Tengo mis dudas, empero, respecto del éxito de todos sus planes. No porque piense que los estadounidenses lo derrocarán o, como denuncia con frecuencia, porque intenten matarlo. No. Tengo mis dudas porque su carácter le impide que logre a plenitud los objetivos que enuncia de palabra o mediante acciones políticas. Y lo que es propio de una personalidad inmadura, se transfiere al mandato de una nación hermana, con la que tantos vínculos tiene, pero sobre todo, ha tenido, el pueblo dominicano.

Por eso mantengo la tesis de que el antes y después no fue marcado cuando Tibisay Lucena informó que el sí tenía 49.29% del total de votos emitidos. Tampoco porque él no hubiere alcanzado la diferencia, es decir, 50.71%. Después de todo, estos valores relativos no reflejan la auténtica realidad. ¿Y cuál es esa realidad? Que el 44.74% de los potenciales electores se quedó en sus casas. Y este número, más que los obtenidos por el sí o por el no, son los que deben haber preocupado a Chávez, quien, hasta antier, mantenía una popularidad cercana al 82%. El que un número que casi llega a la media de la población votante decidiera quedarse lavando ropa, cocinando, escuchando radio o mirando televisión el día de la consulta, es lo que, sin duda, despertó el instinto del mandatario.

No diré que ha juzgado a conciencia los resultados por este número. Pero el instinto  porque el hombre tiene más instinto que otros muchos mandatarios , le dijo que debe preocuparse. Por eso, sin duda, con la altanería que lo caracteriza, señaló que el triunfo del no era un triunfo propio de los excrementos humanos. Y es aquí, si no cambia, en donde se encuentra el antes y después de su «revolución bolivariana».

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