“Santa Ana”,  última obra  maestra de Da Vinci

“Santa Ana”,  última obra  maestra de Da Vinci

En París, el Museo del Louvre no cambia. Frecuentado por más de nueve millones de personas al año, sus incontables visitantes hacen diariamente largas filas para acceder a la inmensa colección permanente y descubrir las exposiciones temporales. Casi siempre, aunque cada una de esas muestras es de altísima calidad y representa meses de preparación –años, a menudo–, hay una exposición singular que congrega a una mayoría de espectadores, dispuestos al recogimiento y la emoción estética, desde antes de penetrar en las salas.

Así sucede con “Santa Ana, la última obra maestra de Leonardo da Vinci”, exposición que se ha organizado en torno a la presentación del famoso cuadro, recién restaurado, del genio florentino y maestro del Renacimiento italiano. La realización de este “reencuentro” con los valores pictóricos originales ha pedido dos años y medio de consultas colectivas y de esmerado trabajo a la especialista Cinza Pascuali, con el apoyo del Centro de Investigaciones y de Restauración de los Museos de Francia además de una comisión de 15 expertos franceses e internacionales.

La restauración, una de las más importantes en la historia del arte, ha sido muy discutida en razón de la excepcional significación de la obra y la muy compleja labor requerida de sus riesgos y  resultados a alcanzar: aliar a las investigaciones de “laboratorio” con la factura y las ideas del artista, transmitidas dentro de una composición pintada hace 500 años.

Decisión y acuerdo final al respecto fueron tomados por el director del Departamento de Pinturas del Louvre, Vincent Pomarède, quien atendió permanentemente este proceso tan delicado como exigente.

El comisario y conservador, Vincent Delieuvin hizo una extensa investigación sobre la historia del cuadro y los estudios preparatorios, así como  las versiones intermedias y las copias de esa pintura.

 Expresa que “de todas las obras concebidas por Leonardo, Santa Ana es sin lugar a dudas la más fascinante, porque no había trabajado nunca tanto tiempo sobre una composición que reelaboró constantemente durante veinte años”.

Si se fecha su inicio en el 1501, Leonardo da Vinci se murió en el 1519, en Francia, sin haber terminado completamente el cuadro, ¡faltaban en particular unos toques en el paisaje!

La exposición.  Hemos visto que había aquí dos elementos fundamentales: el carácter excepcional de la restauración del cuadro -intensa y extensa movilización de talentos y conocimientos- y la muy paulatina ejecución de una obra, que llegó hasta el empecinamiento casi obsesivo de las fuerzas creadoras de su autor… integrando a los pintores que asistían y lo asistían en el taller.

La exposición de Louvre, en su despliegue, metodología y museografía, refleja esos componentes esenciales, e indudablemente la circulación y la concentración de multitudinarios visitantes apasionados responden a los objetivos de los organizadores. Además, pudimos comprobar que, de una manera no común, grupos a veces espontáneos, escuchaban las explicaciones de varios entendidos en la materia, en sus funciones de guías… pero los había también espontáneos. Raramente se manifiesta tanta sed de saber e interpretar, lo que consideramos corolariamente una respuesta esperable ante la genialidad del pintor y la competencia de sus exégetas de hoy.

La generosa sucesión de piezas exhibidas culmina en el prodigioso “Cartón de Londres” o “Burlinghouse” que incluye a un San Juan Bautista infantil, y en la magna pintura restaurada: la “última obra maestra” se interpreta como una suerte de conjunto trinitario que (re)presenta a Santa Ana, –personalidad preponderante dirigiendo la composición y orientando las miradas hacia abajo–, a la encantadora y tierna Virgen María, y al niño Jesús, jugueteando premonitoriamente con el pequeño y simbólico cordero, a modo de prefiguración del sacrificio.  Por cierto, se descubrieron en el reverso del cuadro, tres dibujos –que el montaje nos permite observar–: la cabeza de un caballo, un cráneo y un niño.

El circuito de la exposición revela las etapas progresivas hasta la versión definitiva, a través de unas 130 obras gráficas y pictóricas: dibujos preparatorios –de bocetos a estudios minuciosos–, proyectos de composiciones, textos y documentos de archivo, igualmente una iconografía intermedia sobre el mismo tema, proviniendo de miembros del taller.

 Otras pinturas de Leonardo da Vinci, que comentaremos más adelante, nos ilustran acerca de las variaciones de su producción, con una fuerza y  expresión siempre sobrecogedoras.

Zoom

Copia de La Gioconda

La pintura que llegó a interpretarse como una segunda Gioconda, o sea la copia de la Mona Lisa descubierta en El Prado y hermosamente restaurada, ha sido prestada por el museo madrileño y figura en la exposición. La revelación de que se había hecho en el propio taller de Leonardo da Vinci y paralelamente a la ejecución de la “primera”, siendo su autor uno de sus discípulos favoritos, motivó la solicitud del Louvre. Había, pues, una coincidencia que recordaba la participación de los discípulos en la elaboración de la “Santa Ana”. Evidentemente, los espectadores se concentran a su alrededor, mientras el frágil retrato original de La Gioconda se ha quedado en su muy exclusivo lugar.

Las frases

Vincent Pomaréde

Nunca hemos dejado de discutir a todo lo largo del trabajo de la restauradora. Yo no quería a un comité consensual, yo quería que hubiese debates contradictorios. (…). He tomado algunas decisiones”.

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