“Si me caso, mamá y papá me querrán más”

“Si me caso, mamá y papá me querrán más”

BBC Mundo. Nadie entiende que estés  esperando a la persona adecuada para casarte», le dice Hazim a su infeliz hermana Samia en el salón de la vivienda familiar. Rand, la hija de 12 años de Hazim, escucha atenta la conversación desde la habitación de al lado.

Ella es la protagonista de «White Dress» (Vestido Blanco, 2012) la última producción cinematográfica de la directora palestina Omaima Hamouri, que escudriña la asfixiante presión que ejercen las sociedades árabes en general, y la palestina en particular, sobre las mujeres en edad de matrimonio.

«Con mi película quise abordar este tema y hacerlo desde la imaginación de una niña que recrea su propio mundo imaginario a través de lo que ve y oye en su familia», explica apasionada Omaima, una joven realizadora de Jerusalén Este.

Tras ver y escuchar lo que ocurre en casa en los días previos a la boda que finalmente su tía Samia acepta celebrar, Rand interpreta, desde la inocencia y la simpleza certera de sus 12 años, todo un retrato de la sociedad que la rodea: «En casa sólo te quieren si te casas».

Por eso, ella sueña frente al espejo y desde la intimidad de su habitación con contraer pronto matrimonio para que sus padres puedan ser plenamente felices y sentirse orgullosos de ella.

«Lo siento por ella». «White Dress» es una de las diez películas dirigidas por 10 cineastas palestinas distintas de Cisjordania y Gaza, que se proyectarán hasta mediados del próximo mes de diciembre como parte del Festival Shashat, el más veterano de los territorios palestinos y el más antiguo del mundo árabe dedicado al cine hecho por mujeres.

El matrimonio pero también el divorcio son temáticas recurrentes en la mitad de las películas proyectadas.

«Con mi trabajo quise mostrar a las jóvenes palestinas que hay vida después de una separación», asegura Taghreed Al-Azzeh, la realizadora de «Engagement Ring» (Anillo de Compromiso, 2012) una cinta que aborda las dudas que le surgen a una joven pintora comprometida en matrimonio con un hombre que pretende controlar todos sus movimientos.

«En los tribunales palestinos es frecuente ver demandas ya no por un divorcio, sino por separaciones de parejas de novios antes de casarse. A las mujeres, a diferencia de los hombres, se nos trata como divorciadas», explica al-Azzeh.

Aclaratorio es uno de los diálogos de la película en el que la joven pintora protagonista reprocha a un amigo durante una barbacoa el comentario que éste hace sobre otra de las chicas que llega a la reunión sin su novio de siempre.

«Lo siento por ella», asegura desde la distancia uno de los chicos, enfrascado en freír unas brochetas de carne. «¿Por qué lo sientes?», pregunta la protagonista. «Nadie quiere un producto usado», replica el amigo.

Los ataques de colonos israelíes contra propiedades palestinas de Cisjordania, los constantes cortes de luz en Gaza o la frecuente práctica de deporte por parte de mujeres de la franja en los años 50 del pasado siglo, son algunos de los temas abordados en las otras 6 películas de esta muestra, que recorrerá 14 ciudades de Cisjordania y Gaza y 4 campos de refugiados.

A diferencia de Cisjordania donde las proyecciones arrancaron el 21 de septiembre, en Gaza comenzarán hoy 4 de octubre.

Apuesta por el cine de mujeres. El Festival «Pantallas» (traducción del árabe de «Shashat») nació en el año 2005 a iniciativa de un grupo de mujeres palestinas realizadoras de cine que estaban «cansadas de ver cómo el cine que se hacía en Palestina era siempre esporádico y puntual», dice Alia Arasoughly, directora general del certamen.

Pero lo que nació como una plataforma para dar voz a jóvenes talentos de los territorios palestinos se convirtió hace dos años en todo un entramado de talleres formativos tanto para jóvenes estudiantes de cine como para mujeres cineastas profesionales.

Se enmarca en el proyecto «Soy una mujer de Palestina», un programa financiado por la Unión Europea con el apoyo adicional de las fundaciones Heinrich Boll, Ford y el Goteborg Film Fund.

«Queremos que las mujeres produzcan cultura y no sólo la consuman», explica Arasoughly. «Queremos que se involucren en mostrar qué es Palestina y que no se las discrimine por ello», añade la directora.

Además, como parte del proyecto y en colaboración con universidades y centros culturales de Cisjordania y Gaza, a la proyección de las películas le seguirán discusiones públicas destinadas a fomentar el debate en otros segmentos de la sociedad, tanto en Cisjordania y Gaza, como en otros países de la región gracias a la emisión de las cintas en distintas plataformas vía satélite.

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