“Si nunca te he hecho daño, ¿por qué eres cruel conmigo?”

<P>“Si nunca te he hecho daño, ¿por qué eres cruel conmigo?”</P>

Aquí cuento lo que me pasó recientemente. Fui invitada a impartir una charla en el Congreso de Redes Sociales 2013 en el Aula Magna de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Me invitaron por mi trabajo con All We Need is LOVE, durante más de cuatro años consecutivos, y sus resultados en las redes sociales.

Fue primera vez que hice una exposición de esta naturaleza, comparto con ustedes brevemente el contenido de la charla.

El título era: “La Leche está ardiendo” es una historia real sobre Einstein, de cómo a los tres años y medio aún sin haber dicho una sola palabra, le dijo a sus padres un día durante el desayuno: “La leche está ardiendo”. Al decirlo perfectamente, los padres asombrados le cuestionaron por qué antes nunca había dicho ni un monosílabo, él respondió: “porque antes todo estaba en orden y controlado”.

Me identifiqué mucho con esta anécdota porque cuando inicié All We Need is LOVE justamente fue eso lo que me pasó, en mí estaba ardiendo una idea: “las cosas han llegado a un punto tal de descontrol en lo que atañe a los efectos negativos de la falta de amor, que efectivamente, es el momento de hablar del amor”.

Durante el desarrollo de la charla tomé hechos reales para ejemplificar puntos importantes de la misma naturaleza humana, que es exactamente lo que pasa en las redes sociales: el amor como el impulso, esa necesidad de fusionarnos con el otro para sobrevivir desde el inicio de la vida terrestre hasta las redes sociales, porque, quién eres sin el otro, ¿cómo sobrevives?

Replantearnos los “acuerdos”, porque con la interconexión las reglas del juego son otras. La búsqueda de autoridad: ¿a quién sigo y por qué? La búsqueda del reconocimiento (me hacen justicia), el placer de la descarga (el desahogo) y claro, cerré con lo que he aprendido, es una realidad: “Dios creó el amor y los medios para amar” y esa realidad no escapa de las redes sociales, por muy sofisticadas que sean.

Cometí dos errores: Uno, hice una elección desde el miedo y no desde la diversión que proponía la experiencia: Leí en vez de interactuar con la gente, entonces a muy pocos, creo, les llegó el mensaje.

Dos, di por sentado que este público conocía mi trabajo y mis resultados reales, y contrario al resto de los expositores que, con cierta megalomanía, todo giraba en torno a ellos, nunca hablé de mí ni de mis logros.

Fruto de estos errores leí varias expresiones bastante crueles sobre mi persona y la charla en Twitter. Más tarde, en una cena con una persona de una sabiduría incalculable, le pregunté (no por sufrimiento sino más bien para una comprensión del comportamiento humano): ¿cómo es posible que alguien haga un comentario ofensivo, burlón y cruel, y un montón de gente se suma a eso por sumarse, por pertenecer? ¿Por qué una persona quiere formar parte de una especie de “hater action”? ¿En qué contribuye, cómo eso aporta? ¿Por qué eres cruel conmigo si yo nunca te he hecho daño?

Muy sabiamente esta persona me dijo: “porque no tiene que ver contigo, es muy probable que alguien fue cruel con alguien y la cadena de dolor se extiende, ese alguien proyectará ese dolor, ese rechazo, (que sufrió en algún momento de su vida y que esconde en el disfraz de «muy profesional»), en otra persona y así sucesivamente… Yo de verdad creo que la gente es torpe y superficial, que no logra medir las consecuencias de sus palabras y actos y su efecto en los demás, de verdad creo que el nivel de inconsciencia con la cual manejamos todo está muy lejos de la idea “perfecta” que tenemos de nosotros mismos. Es decir, nos creemos muy inteligentes porque cuestionamos todo y caemos en comportamientos colectivos muy brutales, esa es la humanidad sin humanidad”.

Luego de escuchar esto y sentir tanta paz y amor de quien me lo decía, sentir su abrazo y la calidez de sus manos, recordé algo que leí: “Sí, el amor fluye como un río, y mantiene la vida, pero ello no significa que el amor y sus atributos más preciados, como el bien, la belleza, la solidaridad, la generosidad, la pasión, la nobleza, excluyan lo que parecería negarlo: el mal”.

Irónicamente, lo que me ocurrió coincide con lo que expliqué sobre el por qué del título de mi charla, «el descontrol de los efectos negativos de la falta de amor y la necesidad de hablar de amor». Ciertamente en cada pequeño acto, en cada palabra dicha o escrita, hacemos una elección: amar o hacer daño.

¡NAMASTE!

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