“Soy historiador por que amo la vida”

“Soy historiador por que amo la vida”

GRACIELA AZCÁRATE
En medio de un creciente fervor, el Archivo General de la Nación, de manera simultánea con la inauguración de la primera exposición fotográfica de Abril en Constanza se afanaba en la producción y el  montaje de dos exposiciones fotográficas para inaugurar en la Feria Internacional del Libro:  30 historiadores dominicanos y la historia del movimiento obrero hasta 1965.

En una mañana particularmente ajetreada, mientras elegían en la Fototeca las mejores fotos, Alejandro Paulino Ramos, Director de la Biblioteca y Hemeroteca se encargaba de preparar  las reseñas biográficas de los historiadores

Cuando le pregunté porqué incluía a Juan Bosch como historiador, sin dudar un instante dijo que la historia dominicana  tenía un antes y un después a partir de sus trabajos y ensayos sobre la realidad social dominicana.

Por un momento, todas las consideraciones  del historiador y profesor me recordaron el ingreso a la universidad y la rendición  de la primer materia  de historia precisamente la noche que se llamó “de los bastones largos” porque el general Onganía le dio un golpe de Estado al gobierno democrático del doctor Illía y cerraron la universidad cerca de un año.

Era mi materia de ingreso y entre mis notas  llevaba como la Biblia aquel libro emblemático llamado» Introducción a la historia» escrito por Marc Block en la cárcel y casi en los últimos días de su vida antes de ser fusilado por los alemanes.

En los veinte años en los que escribió sus obras más extensas, se destacan Los reyes taumaturgos de 1923, las características originales de la historia rural francesa de 1931 y la que él consideró su obra maestra, La sociedad feudal, finalizada en 1938. A estas obras habría que agregar sus estudios sobre la esclavitud, el campesinado y la servidumbre medievales, el molino de agua. Él abogó por  la interdisciplinariedad y realizó también enormes avances en la metodología de la historia comparativa. Trabajó arduamente  por una “historia total” y se preocupó por lo global como el rasgo más distintivo de su programa de renovación de los estudios sobre el pasado.

Investigó las representaciones del poder, la historia material, social y económica de la Edad Media e hizo de la Europa occidental su objeto de estudio. Los medievalistas franceses actuales dicen que es  el padre de la historia de las mentalidades y se le reconoce internacionalmente como el fundador de la historia antropológica.

Tal vez el paralelo que trazó mi imaginación entre el dominicano y el francés se debió a una similitud entre ambos, en el amor por el pueblo humilde, a  la vocación de servicio del historiador como una servicio a la condición humana, a la patria, a l suelo que los vio nacer y a esa ligazón indisoluble con las raíces. Para Marc Block que lo había perdido todo por su condición de judío, que había perdido su cátedra de la Sorbona, su biblioteca de París y sus trabajo en Anales, a través de sus escritos de esa época y a pesar de ver destruida la república por la que había luchado en dos guerras mundiales conservaba cierto optimismo de que la ocupación alemana terminaría por caer. 

Su visión de historiador le llevaba a creer que finalmente triunfarían las fuerzas más progresistas y el verdadero espíritu republicano francés. La revulsión que le ocasionó la ocupación le llevó a redactar en este período La extraña derrota,“en pleno arrebato de rabia”.  Después le seguiría su obra inconclusa Apología por la historia también conocida como Oficio de historiador.

El tono y el calibre de lo que escribió Block en esos años oscuros, tiene la misma temperatura, la misma hondura y la misma visión humanista del historiador que esa magistral pieza escrita por  Juan Bosch,  en 1963 en el centenario de la  Restauración. Una pieza  que no es  el discurso del político, ni el presidente que un mes después sería derrocado , tampoco es  la prosa del genial escritor de cuentos que apresaba la ficción como el salto de un tigre. Es la prosa limpia de un humanista, de un ciudadano honorable, que reverencia  a sus ancestros y a su patria, que comparte una frase entrañable y precisa como esa que le escribe Henri Pirenne, maestro de Bloch en una de las tantas  cartas que intercambiaron a lo largo de su extensa amistad: «Soy historiador porque amo la vida».

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