POR WILFREDO LOZANO
El libro de Miguel Guerrero Tocando Fondo, entre sus múltiples virtudes tiene una que casi desde el inicio de su lectura nos envuelve: la capacidad para la crítica responsable. Es difícil en un mundo acostumbrado a la lisonja oportunista, a la solución fácil que permite evadir el conflicto y la diferencia, asumir una propuesta como la que en este libro se reconoce. Esa capacidad crítica va unida a una inusual y siempre preocupada actitud ética, ante el porvenir de nuestras instituciones y sobre todo ante el deterioro de nuestra cultura política y ciudadana.
¿Qué ocurrió en la República Dominicana en el año 2003, donde en la situación previa se contaba con niveles de crecimiento envidiables, el partido de gobierno el PRD- había ganado casi con un 50% del voto la presidencia de la República, controlaba el congreso y en general el país vivía en un clima razonable de estabilidad? El libro de Miguel Guerrero se propone aproximarnos a una respuesta.
Tocando Fondo es un libro de lectura difícil. Su tema aparente e igualmente apasionante es el recuento pormenorizado de la crisis que le tocó vivir al país en el año 2003. Miguel Guerrero ha elegido la estrategia de narrarnos mes por mes lo acontecido en ese año. Pero más allá de ese propósito claro y evidente, el libro contiene una inusual reflexión sobre el desarrollo histórico reciente de nuestra nación, sus problemas y el futuro dominicano, de ahí que podamos leerlo en varias claves.
Una primera y más fácil manera de abordar su lectura nos conduce a reconocer un conjunto de hechos, referencias a acontecimientos y situaciones ordenadas cronológicamente. Otra, a mi juicio la más interesante, nos ayuda a apreciar cómo la coyuntura de crisis en el 2003 expresa con inusual dramatismo los grandes problemas nacionales que preceden y trascienden la crisis. Lo que es más importante, el libro de alguna manera propone que sólo recuperando esos grandes problemas nacionales como ejes centrales de su reflexión puede reconocerse un sentido a la coyuntura de crisis en ese año. Como buen periodista, Miguel nos conduce de manos del primer enfoque cronológico a enfrentarnos a la reflexión y a la crítica de los asuntos que entraña la crisis y la determinan en el segundo enfoque.
Veamos el esquema cronológico y la secuencia de los hechos. Todos sabemos que en el año en que tocamos fondo, el 2003, se conjugaron varios niveles de crisis. La más relevante de todas fue la económica determinada principalmente por la crisis bancaria que en el país desató el fraude de Baninter. A esta crisis se unieron dos elementos más, el primero de orden político, determinado en gran medida por la decisión del Presidente Mejía de reelegirse y la crisis interna que esta decisión produjo en el partido de gobierno, el PRD. A esta crisis se suma una crisis de envergadura social que desató protestas callejeras, un sentimiento de desconcierto ciudadano generalizado, un clima de desconfianza empresarial y sobre todo produjo, según el PNUD, un dramático incremento de la pobreza, aumentando el número de pobres en alrededor de un millón de personas.
La crisis se articuló en el plano económico en varios campos: el fiscal y monetario, tras la intervención por el BC del Banco Intercontinental y el rescate bancario a otros dos bancos. Esto condujo a un severo déficit cuasi fiscal al BC, lo que condujo a un acelerado proceso inflacionario, el deterioro de la tasa de cambio y a severos problemas en el manejo presupuestario del gobierno.
La crisis política tuvo por así decirlo dos focos o ejes articuladores: la propuesta reeleccionista de Hipólito Mejía y los problemas en la JCE. La coyuntura social condujo a una crisis de confianza, sobre todo en el empresariado, pero principalmente precipitó el deterioro del nivel de vida de los pobres y al igual que en los noventa produjo un significativo deterioro del nivel de vida de la clase media. Sin embargo, estos tres niveles de crisis no actuaron por separado, hay una cadena de relaciones que Miguel Guerrero enfrenta con inteligencia.
Acerquémonos a la cronología sugerida por el autor. Ya a principios de enero de ese año se advertían indicios de serios problemas en algunos bancos dominicanos. En ese primer mes del año se anunció que los bonos soberanos (unos 600 millones de dólares colocados en el mercado financiero internacional) no engrosarían el presupuesto nacional, lo que implicaría una doble contabilidad en el manejo de esos recursos. En ese contexto mucho se discutía sobre los llamados Juegos Panamericanos, cuyos costos ascendían en principio a 130 millones de dólares, lo cual en esa coyuntura representaban un gasto que el Estado no debía darse el lujo de realizar.
Ya en el mes de febrero, a los problemas que venía teniendo el manejo del Estado en su desempeño presupuestario se añadieron los aumentos del precio del petróleo. En ese clima se anunció una huelga a la que el propio gobierno le reconocía cierta legitimidad.
Los problemas de la tasa de cambio iban en aumento y la desconfianza hacia el gobierno también. En ese contexto el gobierno anuncia la medida de establecer un 1.5% a las ventas brutas, anunciado como un adelanto a los impuestos,pero que en la práctica pasó a operar como un impuesto mínimo. A todo esto se añadía un recargo cambiario a las importaciones del 10%. En ese clima, hubo una importante reunión del gobierno con el empresariado en el que se llegó a un mínimo de acuerdos que por un breve tiempo ayudó a estabilizar la tasa de cambio para luego volver a deteriorarse.
Es en ese contexto que el 8 de abril el Banco Central decide intervenir al Banco Intercontinental (BANINTER). Dejemos hablar al autor:
La magnitud de lo que las autoridades bancarias describieron como un fraude de enormes proporciones en el Baninter, dejó anonadada a la opinión pública nacional. La ola de rumores y versiones extra oficiales que hablaban del caso no alcanzaron nunca la dimensión del hecho ofrecida por el Gobernador del banco Central, José Lois Malkún, la noche del martes 13 de mayo. El caso necesariamente tendrá amplias repercusiones en el ámbito internacional y el país sufrirá las consecuencias con dolorosas alzas de ls tasas de interés e inflación ( .)
Al develar el caso, el BC asumió un enorme reto y cumplió con una obligación moral de informar al público de los asuntos de su mayor interés. La información trajo en un primer momento tranquilidad al sistema. Las autoridades evadieron el error que hubiera significado el haber minimizado la gravedad del caso, por más que el conocimiento de la dimensión de este alegado fraude provocara, como lo hizo, conmoción en toda la sociedad dominicana. Era evidente que cualquier intento de ocultar información básica del caso hubiera tenido efectos demoledores sobre la credibilidad del sector público y dado pábulo a más especulación y desconcierto. (pp. 170-71)
En esas condiciones, el empresariado expresó serios temores ante las políticas que estaba impulsando el gobierno. En un comunicado del CONEP en el mes de abril se hizo evidente la censura a la reacción del Presidente Mejía ante el tono de sus declaraciones por el discurso de la Señora Elena Viyella en la Cámara Americana de Comercio. En el documento se clamaba por la tolerancia y el respeto en el contexto de la crisis. Pese a las claras diferencias, el documento del alto mando del empresariado apoyaba la decisión gubernamental de alcanzar un acuerdo con el FMI. Sin embargo, argumenta Guerrero que el comunicado pudo ser más claro y directo como lo hicieron editoriales de prensa y declaraciones de otras personalidades.
En ese clima de incertidumbres la posibilidad de un acuerdo con el FMI traía momentáneamente una cierta tranquilidad, pero, a juicio de Guerrero, la manera en que muchos funcionarios de gobierno trataban el asunto daba una sensación de improvisación y poca coherencia que estimulaba precisamente la desconfianza. Incluso tras el anuncio de que con el acuerdo con el FMI al país entrarían unos mil o mil doscientos millones de dólares nunca se explicó en qué tiempo y manera entrarían esos recursos, ni mucho menos se supo del monto real de los préstamos sectoriales con organismos como el Banco Mundial y el BID. Tan es así que el Presidente Mejía se vio compelido a nombrar a dos funcionarios (el Gobernador del BC y el Secretario Técnico de la Presidencia) como los únicos voceros autorizados a informar sobre los tratos con el FMI.
En diciembre el Directorio del FMI aceptó formalmente la carta de intenciones del gobierno dominicano, pero ello aún dejaba dudas en muchos grupos formadores de opinión y sobre todo en el propio empresariado. Este acuerdo comprometía a las autoridades a un plan de austeridad en el uso de recursos por un período de al menos dos años e introducía medidas racionalizadoras en el uso de recursos. Unas semanas después el acuerdo en la práctica se deshizo. En ese mismo mes la compra de las acciones de Unión FENOSA por el gobierno en dos de las empresas distribuidoras de energía sentaron el precedente que selló la suerte del Acuerdo Stand By con el Fondo. A lo ocurrido con Unión FENOSA se sumaban las dudas sobre el manejo presupuestario que estaba haciendo el Presidente Mejía, involucrado en una campaña reeleccionista y enfrentado en lo interno a la mayoría de los líderes tradicionales de su propio partido. Es aquí donde interviene la dimensión política de la crisis.
Desde principios del año 2003 los problemas de la JCE centraron la atención de la opinión pública. Ahora bien, permaneciendo como un foco de conflicto a lo largo del año, estos problemas pasaron finalmente a coexistir con lo que fue el eje central de la crisis política del 2003: la crisis interna del PRD, tras la proclamación del interés reeleccionista del Presidente Mejía. En los otros partidos también hubo serios problemas internos. En el PLD hasta la proclamación en febrero como candidato presidencial del hoy de nuevo presidente Leonel Fernández, hubo serios problemas internos; en el PRSC los problemas permanecieron pese a que EduardoEstrella fue elegido candidato a la presidencia en abril, sellando la división en ese partido. De todo este proceso Miguel Guerrero nos informa del día a día de su devenir.
Ahora bien, la crisis en el PRD se constituyó en el eje de la crisis política en la medida en que la disputa interna en el partido de gobierno involucraba al Presidente de la República en su afán reeleccionista y en tanto y en cuanto los términos en que se manejaba la crisis económica le introducía nuevos ingredientes más allá de los problemas fiscales y monetarios producidos por la crisis bancaria. Específicamente se trata de varios asuntos encadenados: 1) en ese contexto el manejo del presupuesto se desorganizó sometiéndose a los imperativos de la campaña política, 2) esto afectaba los acuerdos logrados con el FMI, 3) introducía obstáculos formidables para el buen manejo de la crisis económica e impedía producir un acuerdo razonable entre el empresariado y el gobierno que diera cohesión a un esquema coherente de política macroeconómica, 4) finalmente, estimulaba una crisis de confianza en el empresariado y la clase media. Durante todo el año 2003 esta situación permaneció, agravándose en el año siguiente en medio del proceso electoral.