“Todavía viene Pedro y…”

“Todavía viene Pedro y…”

El frustrado viaje ilegal de 16 dominicanos, que pretendían llegar a playas extranjeras en un buque turístico, renovó mi creencia de que aún “quedan indios” en esta pequeña nación.

Sé que la desesperación, la extrema necesidad y los sueños por alcanzar lleva a mucha gente a buscar mejores horizontes de vida.

Olvidan a veces esos compatriotas, sin embargo, que a la calle sale a diario una enorme cantidad de astutos, con el expreso y único propósito de engatusar ingenuos.

Lo más penoso del abortado viaje es que el grupo debió entregar 150 mil pesos a los organizadores de la aventura. Con tan generosos recursos, los malogrados aventureros habrían instalado un lucrativo negocio de subsistencia.

Los casos de engaños ocupan a diario la atención de los despachos policiales y judiciales; tienen alta frecuencia.

Me sorprendo muchas veces por la facilidad con que la población se deja timar por hombres y mujeres que rehuyen del trabajo honrado, que solo emplean su tiempo en las malas artes.

En estaciones de expendio de la Capital se sitúan unos personajes que simulan estar “quedados” por combustible. Y, envase plástico en mano, abordan a sus presas con rostro lastimero, para exigirles dádivas. Son muchos los que ceden, creyéndoles el cuento.

Pero la gente tampoco se protege, porque detrás de esos individuos puede esconderse un potencial atracador. El descuido facilita el trabajo.

Siempre he sostenido el criterio de que algunos casos de ratería ocurren por negligencia de las víctimas.

Es que, como sentencia la expresión popular, “todavía viene Pedro y jalla”.    

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