“Todo Beethoven”:  todo un gran triunfo

“Todo Beethoven”:  todo un gran triunfo

Celebrar el trigésimo quinto aniversario del Teatro Nacional con un acontecimiento musical fue una excelente iniciativa: le respondió un público enorme y entusiasmado, que ovacionó a los talentos compenetrados de un director formidable, una orquesta brillante y voces deleitables. “Todo Beethoven” resultó ser una noche única de arte y emoción, una fecha inolvidable en la historia cultural dominicana, una dicha y un orgullo.

La plenitud de José Antonio Molina.  Desde los años de estudios sobresalientes, se podía prever que José Antonio Molina aportaría mucho a la música, como instrumentista, compositor y director de orquesta. Su exitosa dedicación más que confirmó, sobrepasó las esperanzas, y cada retorno a Santo Domingo, el tiempo de un concierto se convierte en un evento privilegiado. La reciente designación que le hizo la Secretaría de Cultura, como Primer Director Invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional es una posición más que merecida, no obstante él la agradeció con la modestia que ha caracterizado su actitud profesional  pese a una trayectoria envidiable,  reafirmando un compromiso de servicio, trabajo y entrega al arte. El concierto que  Molina acaba de dirigir significaba un reto para cualquier director de orquesta, y probablemente constituya un momento cimero en su carrera. En dos obras que hacen muy difícil distinguirse por los precedentes de directores gloriosos, el maestro dominicano, en su joven madurez, demostró dominio, brío y sensibilidad intensa. Felizmente  ha pasado el prejuicio de que sólo un alemán o un austríaco puede dirigir a Beethoven, y José Antonio lo puso de manifiesto con una interpretación personal y segura, apasionada como se debe, suntuosa cuando se debe, pero ligera, fresca y delicada.

La elección de las sinfonías se justifica plenamente, aunque había que tener la valentía de enfrentar dos obras emblemáticas no sólo de Beethoven, sino de su fuerza innovadora, rompiendo esquemas en la Quinta Sinfonía y más -por supuesto- en la Novena.  Las cuatro notas de entrada, “tocando el destino en la puerta”, convertidas en tema repetido y matizado hasta el final de la Quinta, el tercer y cuarto movimientos eslabonados después de un andante  muy emocional se inscriben en un nuevo lenguaje. En cuanto a la Novena, auténtica audacia que suprime la diferencia entre los géneros, todo estalla formalmente: la duración, los movimientos, las voces, el texto, la transcendencia  progresivamente anunciada. Ambas poseen, aparte de la expresión musical que han calificado de absoluta, un mensaje espiritual, ya romántico en la Quinta, llevando el destino individual  a la condición humana, y de alcance infinito jamás superado en la Novena, donde el Himno a la Alegría, cada vez más embriagador a través del coro, anuncia mañanas que cantan, instándonos a amar y a creer en el futuro de la humanidad.

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Cualidades orquestales y vocales

La calidad musical y vocal resultó impecable e impresionante. Actuaron con la máxima unidad, precisión y eficacia interpretativa, los experimentados músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional y sus colegas invitados. Los solistas extranjeros probaron su elevada profesionalidad. Asimismo, el  gran coro –integrado por el Coro Nacional, el Coro de la Catedral y el Coro de la Suprema Corte de Justicia-  lucieron su musicalidad,  alcanzando las voces una armonía maravillosa, con un clímax estremecedor en los agudos: ¡bravo para sus directores y particularmente para  el profesor José Delmonte!

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