Pero lo nuestro es pasar , no haciendo caminos, como ilustrara el poeta Machado. En nosotros, todo pasa como si nada pasara, petrificado en la memoria de un pueblo domesticado que vive de espalda a su realidad y a su pasado, incapaz de prever su futuro.
Un pueblo al que se le ha negado la razón de ser desde su nacimiento cuando proclamada la nación dominicana como libre, soberana e independiente, la fuerza bruta se encargó de enterrar esa ilusión. Entre caudillismos, asonadas militares, golpes de Estado, dictaduras, tiranías y opresión, el pueblo vio pasar la historia sin aprender de ella, pues los muy escasos y cortos destellos libertarios de una democracia imposible, solo sirvieron para ser contemplados como cometa fugaz.
El ajusticiamiento del último César, el más amado y el más temido, abrió abruptamente la compuerta de la libertad y la justicia, que asomó con ínfula de tormenta, rápidamente apaciguada con sueños de borrón y cuenta nueva, alimento de esperanzas de las masas incultas e irredentas, y de una pequeña vanguardia de dirigentes y líderes revolucionarios, demócratas cristianos y social demócratas inexpertos, sedientos de poder.
Entronizado el gobierno que el pueblo eligió libérrimamente en las elecciones más limpias y puras que registra la historia, no tardó en aparecer, para derrocarlo, la intolerancia y la irracionalidad de la rancia oligarquía cívico militar para asentar en el Palacio Nacional un Triunvirato corrupto e inepto, siendo ésta la primera gran crisis del camino a la democracia, cincuenta años después del ajusticiamiento de Trujillo. La Revuelta de Abril, que puso fin al Duunvirato, provocó la funesta intervención armada de Washington la CIA y el Pentágono, que de nuevo cerró el camino dejando como secuela un títere ambicioso y 12 años de gobierno tenebroso balaguerista sangriento corrupto y represivo del Dr. Balaguer, segundo golpe mortal para las aspiraciones del pueblo dominicano.
El leve respiro democrático de los dos primeros gobiernos del PRD, después de la caída de Bosch, no fue suficiente ni capaz de enrumbar la democracia por senderos trasformadores de cambios, abonando el camino que condujera al de mayor irresponsabilidad, despilfarro, corrupción, e impunidad, de megalomanía y sed de riqueza sin límites que refleja la caótica situación en el orden económico, moral e institucional que padecemos y nos desprestigia como nación.
El origen de este caos, de este desenfreno y este desorden administrativo, hay que buscarlo en el Proyecto de Reforma Constitucional sometido por el Presidente Leonel Fernández y aprobado por el Congreso, convertido ilegal e ilegítimamente en Asamblea Nacional, mediante la Ley No. 70/2009, violatoria de la propia Constitución, para confeccionar un traje a la medida que le permitiera al Dr. Leonel Fernández, líder indiscutible del PLD y a su camarilla, apoderarse y controlar todas los resortes de los poderes del Estado, lo que no hubiese permitido una Asamblea Constituyente como correspondía, más pluralista, democrática e independiente, integrada por representantes del sector político y los demás sectores de la vida nacional. Ese fue el tercer gran fracaso, el tercer funesto tropezón y retroceso de la nación en su búsqueda por la democracia en los últimos cincuenta años. Y estos sus terribles resultados.