“Un millón por Sobeida”: la verdad más incómoda dicha en solo 16 minutos

“Un millón por Sobeida”: la verdad más incómoda dicha en solo 16 minutos

El joven osé María Cabral   ha dicho en voz alta y delante de una cámara la verdad más incómoda: “Tal vez lo único cierto es que, en este país, todo el mundo tiene una Sobeida que esconder”.

Esa frase, con la que termina el cortometraje que el propio José María ideó junto a Tony Raful Jr., resume como ninguna el escándalo de narcotráfico y corrupción que estremece a República Dominicana desde finales de 2009.

En apenas 16 minutos y 26 segundos, con la cámara al hombro, los realizadores consiguen un retrato a veces sarcástico, a veces irreverente, pero siempre audaz de una sociedad que ha perdido su capacidad de asombro ante la incapacidad de las autoridades para resolver una trama que cada vez tiene consecuencias más graves.

“Un millón por Sobeida” (www.unmillonporsobeida.com), sin lugar a dudas, ya es parte de la historia de las artes visuales dominicanas, no por el impacto actual del tema que aborda, sino por la audacia de sus realizadores a la hora de mezclar técnicas del cine y la televisión con el vídeo arte y las nuevas posibilidades de la web 2.0. Eso puede explicar su rápida difusión, en apenas  24 horas fue visto en su página web por más de 20,000 internautas. Entre los valores de “Un millón por Sobeida”, hay uno que merece la pena resaltar y es el retrato antropológico que logran hacer del dominicano actual. En los pocos minutos que dura el filme, son capturadas las señas más visibles que identifican a una sociedad que se ha transformado de una manera acelerada en los últimos años.

Incluso en las escenas filmadas en Madrid logran mantenerse dentro del ámbito de la dominicanidad, pero sin caer en los consabidos clichés.

 Pero sin dudas los mejores momentos del filme son las escenas en la vía pública (que recuerdan al teatro callejero), el juego dentro del juego en el estadio Quisqueya (durante la persecución de la mascota de los Leones del Escogido), la participación del comediante Carlos Sánchez y la entrevista al cónsul dominicano en Madrid (un verdadero espécimen que representa de manera espectacular a la “politocracia” del país). Ojalá que Cabral y Raful no pierdan el impulso y logren concretar sus próximas ideas. Falta ver si en ellas pueden despojarse de la influencia de Michael Moore, ese inefable realizador norteamericano que se ha convertido ya en una caricatura de sí mismo, simplificando hasta la bobería lo que en un principio fue inteligente y osado.

Esta es ya  una pieza importante dentro de esa contracultura que se está gestando, desde las redes sociales y la Internet, en República Dominicana.   Las cosas que ellos dicen a veces no necesitan palabras porque son una contundente imagen gráfica (Modafoca), a veces se cantan (Rita Indiana Hernández) y a veces se escriben en verso, pero siempre se reenvían y se comparten hasta que cada vez más gente se despierte del letargo y recupere el asombro… y los sueños.

Zoom

José María Cabral

El corto

También refresca el ámbito del documental dominicano, que lucía demasiado estancado en las últimas décadas. Después de los lejanos intentos de Max Pou,  y René Fortunato, es prácticamente el único exponente del género en el país. Y las obras de Fortunato, más allá de su invaluable valor testimonial, son de una pobreza formal que desconcierta.

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