“Un periodista no
es un historiador”

“Un periodista no<BR>es un historiador”

Antonio Guzmán Fernández, desde siempre, fue un hombre honesto y trabajador. Un empresario exitoso que ganó cierta fortuna y gran prestigio  y aprecio en la región del Cibao. Persona afable y sencilla, incursionó en la política sin ambicionarlo, por amistad con su coterráneo Juan Bosch Gaviño, llegado del exilio. Fue elegido Presidente de la República en 1978, poniéndole fin al régimen represivo de 12 años del Balaguer, y  a su vida, trágicamente, pocos meses antes de concluir su mandato.  

José Báez Guerrero es un periodista acucioso y respetado, con un largo historial. Siendo un joven reportero de El Caribe cubrió buena parte del  gobierno de Guzmán y  de su lamentable final. Ha escrito un buen libro  acerca de su vida, su gobierno y su suicidio. Un libro interesante donde se revelan hechos y datos pocos conocidos que ameritan ser investigados más a fondo para llegar a la verdad histórica. Sin demeritar, y por lo contrario reconociendo su labor investigativa, se debe aclarar que un periodista no es un historiador, aunque lo pretenda. Su función principal consiste en localizar hechos noticiosos, indagar y comunicarlo tal como le fueron narrados, sin faltarle a la verdad; y acaso denunciarlos, para que otros investiguen.

Llegado aquí, me detengo y  refiero dos hechos importantes, de grave trascendencia, que el autor destaca dando su opinión compartida con “fuentes consultadas”, algunas de dudosa credibilidad, opinión de la cual,  respetuosamente, disiento.

1) Cuando se trata de establecer responsabilidades en el Golpe de Estado septembrino que derrocó al Profesor Juan Bosch de la Presidencia, exonerando a los golpistas.

2) Cuando se pretende determinar la causa prima que impidió que la Fórmula Guzmán prosperara  durante el proceso de negociación con la OEA, a raíz la Revolución de Abril 1965, y el desembarco de 42,000 marines norteamericanos, atribuyéndolo a inquinas partidarias.

1) Sobre el Golpe de Estado, resulta que “éste nunca se dio”. Existió la trama, la conspiración,  pero el Golpe no. El asalto al Palacio, la declaración firmada por los jefes militares con el apoyo de la rancia oligarquía fue toda una ficción.  Las razones dadas para exonerar a los golpistas y  culpar a Bosch de su destitución -no a la intolerancia irracional de sus enemigos-  resulta ingenua.

 En la página 52 de su libro el autor transcribe: – “Mira, a Bosch no lo tumbaron. El iba a renunciar. Incluso escribió una carta que leyó en su despacho de Palacio a su Gabinete casi completo… “Porque si él no podía disponer del retiro de cualquier oficial de las Fuerzas Armadas (Wessin) mejor se iba para su casa”.  Esta declaración  se contradice en el párrafo siguiente, cuando es apresado: -_“Excelencia, dado que usted ha renunciado a la presidencia, tengo que apresarlo.”  En qué quedamos, ¿renunció, no renunció,  o iba a renunciar? No hay ninguna evidencia de que Bosch renunciara. Bosch negó siempre la renuncia, de ahí el Golpe de Estado, innecesario en la hipótesis contraria.

El motivo expuesto oculta las verdaderas razones del golpe de Estado: su intransigencia que llaman terquedad:  no ceder por presiones ni un ápice de sus principios, su honestidad y estilo de gobierno, insoportables para sus adversarios decididos a derrocarlo.

El único declarante actualmente vivo, al referirse al Golpe de Estado (P 53),  ingenuamente confirma la trama, la alianza del sector oligárquico, la Iglesia Católica, los militares y el Pentágono, todos confabulados para deponerlo del poder.   “Créeme que nadie tumbó a Bosch esa noche. Es verdad que se conspiraba y que seguramente iban a tumbarlo. Pero el peor enemigo del gobierno era el propio Juan. El mismo se tumbó esa noche, Los guardias no estaban en eso de cogerse el gobierno. Fíjate que llamaron a los principales ricos del país, los Vicini, los Bermúdez, y a los americanos y a los curas católicos, para saber a quienes iban a poner a gobernar… ¡Que golpe ni golpe!.”

No creo que Curzio Malaparte necesite darles lección  a los golpistas criollos y extranjeros que se adueñan ilegítimamente del poder político aplicando la técnica más antigua y eficaz: el  golpe de estado subvencionado, utilizado por los que, amenazados en su intereses, temen al “desorden” de la libertad y a la democracia. 

El otro punto discrepante es cuando el autor analiza las causas del fracaso de la llamada Fórmula Guzmán. Luego de afirmar que Antonio Guzmán Fernández “fue el primero en percatarse de la parcialidad de los americanos en contra de los constitucionalistas” (Pag. 61).  Se desatiende de esa razón para  cargar  el dado a falsos rumores de grupos interesados y a  presuntas inquinas o reales rencillas personales de un advenedizo, proveniente de la UCN y prácticamente desconocido o ignorado: Salvador Jorge Blanco, que vendría a ser  “uno de los instrumentos de la oligarquía anti boschista”.

Esas consideraciones no entran en la contabilidad pentagonista del  capitalismo y deja a un lado la hidalguía del Presidente Guzmán cuando  prefiere renunciar a su candidatura antes que aceptar  las infamantes condiciones pretendidas por los norteamericanos para darle su apoyo:  obligarle a expulsar del país a varios cabecillas del gobierno “constitucionalista” acusados (por la CIA) de ser comunistas.

Curiosamente, es Salvador Jorge Blanco, parte importante en las negociaciones con Bunker y sus colegas, quien avala esa actitud honrosa que el biógrafo de Guzman duda y atribuye a sus  apologistas, (Pag 82),  y que aparece en el Libro del Ex Presidente SJB “Guerra, Revolución y Paz”, con palabras más precisas y contundentes: “La negativa mantenida por Antonio Guzmán de no negociar la salida de algunos militares constitucionalistas y no aceptar la restricción a las libertades públicas que se hubieran producidos con la práctica de las deportaciones o el confinamiento, constituyen la piedra angular del fracaso de la Fórmula Guzmán.” (Pag. 116, reproducida por JBG en la pág. 80 de su obra)

Cierra su convicción con estas enaltecedoras palabras (pág 125) “Había fracasado una fórmula porque la llegada al poder hubiera significado abjurar de principios consustanciales a la lucha que enfrentaba a sectores nacionales.”  No parecen éstas las palabras de un enemigo jurado.

Quizás la Fórmula Guzmán no fue más que un bloff de Póker. Talvez  una entretención del “Pato Macho del Mangoneo”. Pero lo cierto es que esas condiciones sí fueron aceptadas, de buena o mala gana, por el Presidente Provisional Héctor García Godoy, a la sazón Vicepresidente del Partido Reformista,  quien no pudo detener la cacería: el asalto al Hotel Matum, el confinamiento y la expulsión de los jefes constitucionalistas, allanando el retorno al poder de su líder político, Joaquín Balaguer, favorito de los norteamericanos, que con el apoyo de las tropas interventoras y la misma oligarquía golpista, bajo el lema de “Revolución sin Sangre”, alcanzado el poder, en sus 12 luctuosos años de gobierno, cumplió fielmente el mandato de expulsión y exterminio de los comunistas y de los militares constitucionalistas, sin comillas, que se unieron al pueblo en nombre de la libertad y la democracia para defender  la dignidad y la soberanía del Pueblo y de la Patria mancillada.   

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